Esther-Shabot-Askenazi

ESTHER SHABOT

Enlace Judío México | Es cierto que hasta ahora el balance de las revueltas populares que desde hace tres años han sacudido los cimientos del mundo árabe no ha sido positivo. Las convulsiones sociales y políticas siguen presentes en la medida en que el radicalismo islámico en sus distintas variantes y el resto de los sectores, incluidos los liberales, mantienen confrontaciones violentas entre sí que han complicado enormemente el panorama y producido innumerables víctimas mortales.

La guerra civil en Siria sigue su macabro curso y Egipto, por su parte, no consigue estabilizarse: aún está por verse qué tanto la nueva constitución aprobada hace unos días en referéndum podrá lograrlo. La Hermandad Musulmana ha quedado fuera del juego y es incierto si sus adeptos se someterán al nuevo orden que se pretende imponer o continuarán saboteando al gobierno que eventualmente emerja. Por otro lado, después de la desaparición de Khadafi, Libia parece haber quedado sumergida en una confusa lucha entre caciques tribales y fuerzas paramilitares que han borrado del mapa el papel del Estado oficialmente constituido.

Dentro de este panorama sombrío destaca el caso de Túnez como el que más posibilidades de desarrollo y estabilidad presenta hoy. Este país norafricano fue el primero en derrocar a su régimen mediante la protesta popular que se desencadenó hace tres años y que dio inicio e inspiración a la denominada “primavera árabe”. Y por ahora, Túnez es en realidad el país árabe que presenta el pronóstico a futuro más prometedor. La aprobación de su nueva constitución es inminente y refleja un amplio acuerdo entre las distintas corrientes islámicas —entre ellas la representada por el partido islamista moderado Al-Nahda que ganó la elección pasada— y los sectores liberales que poseen un considerable apoyo popular. Luego de tres años de ajustes difíciles que a menudo estuvieron marcados por la violencia callejera, finalmente Al-Nahda, presionada por los seculares, ha aceptado ceder en cuanto a sus pretensiones de que la vida nacional se centre en la legislación religiosa. En consecuencia, se prevé la formación de un gobierno dispuesto a subordinar los principios islámicos a fin de establecer un orden inspirado en valores liberales. Aun cuando se establece oficialmente que “Túnez es un Estado soberano cuya religión oficial es el Islam y su lengua el árabe”, se ha acordado dejar fuera al Corán como fuente de legislación, confirmando además la igualdad de derechos para las mujeres, igualdad que ya de por sí había tenido importantes avances desde mucho antes del derrocamiento de Ben Ali. Incluso es notable que un judío tunecino, Rene Trabelsi, ha sido designado ministro de turismo.

Comparando el caso tunecino con el resto de los países que entraron en la órbita de la “primavera árabe”, Túnez es sin duda el más exitoso, o quizás habría que decir, el único que hoy presenta mejores condiciones que las que prevalecían antes de las revueltas. Ello no quiere decir, sin embargo, que en este país los riesgos de una recaída a la inestabilidad no existan. En ese sentido, la amenaza mayor proviene de la situación económica puesto que el ritmo de crecimiento ha sido muy lento, con un modesto 1.7% de crecimiento de su economía en 2013, y una altísima tasa de desempleo: 17% en los centros urbanos y 24% en las zonas alejadas del centro. Está por tanto en manos de quienes tomen las riendas del gobierno, trabajar para impulsar el desarrollo económico a fin de que este factor no dé pie al derrumbe de la frágil estructura política que está naciendo.

Fuente:excelsior.com.mx