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“Si se puede decir que ‘vengo de algun lado’
es de la tradición de la filosofía alemana. ”
Hannah Arendt

 

YEHUDIT LEV PARA ENLACE JUDÍO

 

 

Enlace Judío México |  JOHANNA ARENDT llega al mundo el 14 de Octubre de 1906, el mismo año y siete meses después que Adolf Eichmann. Aunque no cruzan una palabra ni se miran a los ojos, sus destinos se entrelazan mucho tiempo antes que el acercamiento más cercano en el juicio de Jerusalem en 1961. Arendt dedica largos meses al estudio del personaje, personalmente sufre la destrucción a la que Eichmann contribuye, y padece hasta el fin de su vida las consecuencias de plasmar sus ideas en el libro Eichmann en Jerusalem.

 

EICHMANN probablemente nunca

se entera de la existencia de Arendt.

 

HANNAH es Libra, signo pensante, la balanza que juzga para lograr la armonía. Originaria de Hanover en la Alemania del Kaiser Wilhelm, de niña vive en Königsberg, donde su abuelo es presidente del parlamento local. Es hija única de Paul Arendt y Martha Cohn, quienes crecen en hogares de empresarios Ruso-Judíos. Es una familia asimilada de clase media alta, cercana al Judaísmo reformista.

 

LA INFANCIA está pintada de terror. Su padre, un ingeniero, muere de locura sifilítica cuando Hannah tiene solo siete años. En la medida que crece, su hogar es rodeado de batallas entre los ejércitos ruso y alemán, hasta que a fines de la segunda guerra la Unión Soviética se apropia de la ciudad y la vuelve Kaliningrado. Su madre se vuelve a casar con Martin Beerwald en 1920, y adquiere dos hermanastras, Eva y Clara Beerwald.

A LOS catorce años, Hannah ya había leído la Crítica de la razón pura (1781) de Emmanuel Kant y la Psicología de las concepciones del mundo (1919) de Karl Jaspers. En 1923, a los diecisiete años, abandona la escuela por problemas disciplinarios, y se dirige sola a Berlín donde, sin haber acabado la escolaridad, toma clases de teología cristiana y estudia por primera vez la obra de Søren Kierkegaard. De vuelta a Königsberg en 1924, se presenta por libre y aprueba el examen de acceso a la universidad.

ARENDT estudia teología, literatura Griega antigua y filosofía en la Universidad de Marburg. Ahí conoce al filósofo Martin Heidegger, quien con su libro de 1927 Sein und Zeit (Ser y Tiempo), es inspiración de toda una generación de filosofía existencialista.

¿QUÉ QUIERE decir Ser? El tiempo ligado al espacio, no fijado a la esencia humana, en una urbe moderna e individualizada, genera ansiedad y por lo tanto vidas estandarizadas e inauténticas. “¡Yo no es UNO!” Heidegger protesta el ‘Mann müss’, el dictamen que “uno debe de hacer esto, pensar lo otro.” Ante una vida estandarizada, lanza el grito de advertencia en contra de la masificación del individuo. Promueve la cultura rural, la preservación de la vida simple, y la comunidad nacional para unificar a los alemanes.

ES GENIO poético Heidegger, dotado de gran talento. Le dobla la edad, es casado y tiene dos hijos. Ella se deslumbra de él como filosofo y como hombre. Se vuelve su amante en 1925 a los 19 años. Él afirma que ella es la musa que lo inspira a escribir su gran obra. La abruma con declaraciones de amor, algunas en verso. Heidegger desea que su mujer, Elfride Petri, nazi convencida, forme amistad con Hannah. Imposible. Para preservar su matrimonio y su empleo, la envía en 1926 a la Universidad de Freiburg a estudiar con su colega Jaspers, un psiquiatra convertido a la filosofía con quien mantiene amistad de por vida. Ambos maestros son los preeminentes filósofos alemanes de su época.

HANNAH alguna vez le escribe a su amor juvenil: “No me olvides, ni olvides hasta qué punto sé viva y profundamente que nuestro amor se ha convertido en la bendición de mi vida. Es una certeza inquebrantable, incluso hoy, en que yo, que no sabía estar quieta, he encontrado arraigo y pertenencia junto a un hombre que quizás sea de quien menos lo hubiera esperado.”

“Hannah es la única que me entendió,” dice Heidegger en algún momento.

MAGNETO de jóvenes admiradores en su época estudiantil, además del affaire con el maestro, Hannah recibe propuestas matrimoniales de eminencias como Leo Strauss, W. H. Auden (quien es homosexual), Hans J. Morgenthau y el novelista austriaco Hermann Broch. Es brillante pensadora e interlocutora. Sus compañeros la llaman Pallas Atena.

 

CONOCE A su primer marido, Günther Stern, vestida de esclava de harén en un baile de disfraces organizado por el partido Marxista en el Museo de Etnología de Berlín. Se casan en septiembre de 1929. Ese año completa su disertación doctoral sobre el concepto del amor en San Agustín bajo la tutela de Jaspers. Repetirá muchas veces en su vida la frase favorita del teólogo cristiano: “Amor significa, quiero que seas.”

 

Germanos de Persuasión Mosaica

 

COMO MUCHOS de sus contemporáneos, Hannah mira con desprecio a los “Galitzianers,” los “pequeños judíos” que provienen del ghetto. Los Judíos en idioma alemán producen grandes figuras como Moisés Mendelssohn, Walter Benjamin, Hermann Broch. El padre de Karl Marx lo bautiza; Heinrich Heine se convierte al cristianismo para ser aceptable a la sociedad; cuando el entorno respetable desdeña a Sigmund Freud, éste depende de la comunidad Judía de Viena aún cuando aborrece la religión como ilusión. Franz Kafka, como su admiradora Arendt, estudia e indaga la vida cultural judía, la identidad, y hasta el Idish, y tampoco le interesa la religión.

 

AQUELLOS que nacen en la ortodoxia usualmente la abandonan para volverse independientemente creativos. Los judíos alemanes son “liberados” de la religión más temprano que otros, en parte por el entusiasmo hacia la filosofía y la literatura alemana. Se describen complacientemente como “Germanos de persuasión Mosaica.” Hasta el más grande académico Judío de su tiempo, Gershom Scholem, principal autoridad en misticismo judío, no se somete a las leyes su antigua tradición.

 

INTELECTUALMENTE Hannah se identifica más que con el Judaísmo, con el pensamiento cristiano y la filosofía cotidiana. A un admirador gentil, Hannah le dice, “Aquel que tiene fe no puede hablar acerca de esta; aquel que no tiene fe, no debe hablar sobre esta.”

 

ARENDT ES Judía por etiqueta, por identificación, por padecimiento y por acción, mas no por conocimiento profundo ni admiración de la tradición. El creciente antisemitismo la distrae de la metafísica para enfrentarse con el dilema histórico de sus contemporáneos. Escribe la biografía de una anfitriona de salones literarios llamada Rahel Varnhagen, cuya conversión al cristianismo y repudiación del Judaísmo iluminan el conflicto entre el estatus minoritario y el nacionalismo alemán. Rahel Varnhagen: La Vida de una Mujer Judía se publica en 1958. Para ese entonces, el gran tema ya no es si los Judíos están en condiciones de entrar a los salones literarios, sino si están en condiciones de habitar la tierra.

 

HANNAH observa a la mayoría de los intelectuales incorporarse con, adaptarse a, o rehusarse a resistir la creciente ola nacionalsocialista. “El problema personal,” dice años después, “no yacía en lo que hacían nuestros enemigos, sino nuestros amigos.”

 

HEIDEGGER atrae a muchos jóvenes judíos intelectuales como Arendt y Hans Jonas. Aquel que un día quiso ser sacerdote se vuelve Filósofo Rey, un hombre con gran carisma que comanda séquito de estudiantes. El visionario pensador de la generación perdida de la Primera Guerra Mundial es de los primeros en sucumbir al nacionalsocialismo que masifica la obediencia ciega. Considera que con las ideas Hitlerianas sus teorías llegan a fructificar y materializarse. Con su ingreso al partido Nazi en 1933, coloca a Hitler en la silla del caballo favorito, legitimando el régimen a través de su fama. Algunos de sus estudiantes enmudecen: ¡Se volvió loco!

 

CUANDO el rector de la Universidad de Freiburg renuncia en protesta de los Nazis, Heidegger, quien desea ser Platón contemporáneo para Hitler, asume la vacante en la rectoría. Actúa de manera fanática, escribe cartas condenatorias contra colegas como Herman Standiger, pacifista y ganador del Premio Nobel, y su antiguo mentor y padre intelectual, Edmund Husserl, judío, a quien lastima profundamente. Su apoyo convence a los discípulos impresionables de poner la fe en Hitler. Es influencia desastrosa en una generación de Alemanes.

 

EN SU breve término corre a los profesores Judíos, desbanda el senado universitario a favor de un gobierno al estilo de su Führer, exhorta a los jóvenes a que se enlisten en el ejército y frecuentemente termina sus discursos con el brazo derecho extendido saludando tres veces “Heil Hitler.”

 

EL 27 de febrero de 1933 la conciencia política de Hannah despierta cuando el parlamento alemán, el Reichstag, es quemado por los Nazis. Tiene 27 años. Su vida toma el giro de un retorno de Saturno. Hitler utiliza la excusa del Reichstag para suspender los derechos civiles y destruir la oposición con arrestos ilegales, golpizas, torturas y desapariciones de radicales, judíos y personas que parecen judías. Hannah dice, “Me sentí responsable. Ya no tenía la opinión que uno podía ser simplemente observador.”

CON AYUDA del líder sionista Kurt Blumenfeld, comienza a hacer pública la situación de las víctimas del Nazismo. En proceso de recolectar evidencia del antisemitismo y la persecución de Judíos en la Alemania Nazi, es arrestada en Julio de ese año por la Gestapo donde permanece una semana antes de ser liberada. Su interrogador, captivado por la gran inteligencia, traba amistad con ella y la deja ir. Sin desperdiciar tiempo, se escapa a Francia.

Exilio Parisino

PASANDO por Karlovy Vary, en la República Checa, Génova y Ginebra, llega a Paris en 1933. Además de continuar su incansable actividad política, de investigación y escritura, es activa en el movimiento de Youth Aliyah, rescatando niños Judíos del Tercer Reich para llevarlos a Palestina.

EL PARIS de la pre-guerra es capital de la literatura alemana. Bertolt Brecht, Heinrich Mann, Lion Feuchtwanger, Joseph Roth, Manès Sperber, Alfred Döblin y otras celebridades del período Weimar viven ahí en hoteles baratos, “como reyes que habían perdido su trono.” Habitan en un tipo de ghetto, según Arthur Koestler, quien asegura que ni él ni los otros exiliados nunca fueron invitados a un hogar francés.

ARENDT conoce a Heinrich Blücher, quien será el amor de su vida, en 1936. Se enamoran casi a primera vista, se intoxican mutuamente. Formalmente casados, ambos están separados de sus parejas. Son diferentes. Arendt es hija única, de un matrimonio conservador de clase media-alta. Blücher es protestante, un hombre sin educación formal perteneciente al proletariado Berlinés, comunista radical independiente que había sido miembro de la Liga Espartaco de Rosa Luxemburgo. Ella doctorada, él autodidacta que atiende la escuela nocturna sin graduarse, un bohemio que hasta 1933 trabaja en cabarets alemanes.

EN CORRESPONDENCIA con Blücher, revela una conversación que dura toda la vida, un matrimonio de dos fugitivos que encuentran consuelo uno con el otro en tiempos oscuros. En 1937, año en que se le retira la nacionalidad alemana, escribe: “Me parece increíble que pudiera lograr un gran amor y un sentido de identidad con mi propia persona. Y logré una cosa solamente desde que tengo la otra. Ahora finalmente sé lo que es felicidad.” Se casan el 16 de Enero de 1940. Para él, es su tercer matrimonio.

 

BLÜCHER es esposo y amigo, el más fiel de sus maestros. Aunque solamente diez años mayor que ella, en su relación intelectual hay algo paternal, indulgente, por parte de él, y de alumna, ansiosa, buscando aprobación, por parte de ella. Blücher es un par de lentes correctivos; Ella no confía enteramente en su visión hasta que esta es confirmada por él. Se complementan. Hannah asegura a Jaspers que Blücher le enseña a “pensar políticamente y ver históricamente.”

A PRINCIPIOS de 1940, Francia encierra a todos los alemanes en campos de detención. Hannah pasa una semana en los terrenos del  velódromo de París y después la envían a un campo en Gurs junto con otras siete mil mujeres. Pasa cinco semanas ahí cuando, aprovechando la disminuida vigilancia francesa debido a la toma de París por la Wehrmacht, huye junto con unas doscientas personas. Hannah se escapa con un cepillo de dientes. Aunque no existe lugar donde ir que signifique seguridad para una persona judía, asume el riesgo. Solo en un futuro sabrá que Adolf Eichmann se encarga personalmente del transporte que lleva a las compañeras del campo a su exterminio.

HANNAH llega caminando y con aventones a la casa de una amiga en Montauban donde espera a Blücher. Logran obtener visas, cruzar la frontera, llegar a Lisboa y embarcarse a Nueva York. Su amigo del exilio Walter Benjamín no corre la misma suerte. Sin visa, el importante filósofo y pensador se suicida la noche que las autoridades españolas lo rechazan en la frontera. Su obra, “Tesis acerca de la Filosofía de la Historia,” logra salir de la castigada Europa por medio de Hannah, quien lleva consigo manuscritos de muchos pensadores intelectuales Judíos de la República de Weimar. Es a través de ella que se difunden en el nuevo mundo.

 

Hannah en Nueva York

 

EN MAYO de 1941, el matrimonio llega a Estados Unidos junto con la madre de Hannah, a quien logran rescatar de Königsberg en 1939. Los primeros siete años de Nueva York viven en un espacio donde tres personas se acomodan en dos cuartos. La suegra constantemente se queja que su yerno no logra ganarse la vida. Hasta que en 1951 Heinrich Blücher consigue trabajo dando clases de filosofía, ella gana prácticamente sola el sustento de la familia.

HANNAH colabora con editoriales y revistas (Aufbau, Commentary, Partisan Review, Review of Politics, New York Review of Books), y enseña en el Brooklyn College. En su trabajo con la editorial Judeo-Germana Shocken edita, entre otras cosas, la segunda edición del libro de Scholem, “Principales Tendencias en el Judaísmo Místico,” así como los diarios de Kafka y las polémicas de fin de siglo de Bernard Lazare.

 

COMO TANTOS de su generación, es fumadora empedernida. No produce hijos, por lo que puede dedicar toda su energía a la obra intelectual. Se acomoda siendo esposa. Consigue en Blücher, su principal interlocutor, el afecto protector que le permite salir de un aislamiento del mundo. Blücher, aun cuando llega a ser maestro admirado en círculos intelectuales neoyorquinos, es incapaz de escribir para publicación ni en inglés ni en alemán. Él se expresa a través de Hannah. La tesis de El Origen del Totalitarismo proviene de la filosofía inédita de Blücher.

 

LOS DOCE años del régimen Nazi dominan la conversación de su círculo de refugiados. Aprenden de la existencia de campos de “fabricación de cadáveres” en 1943. Les toma seis meses dar crédito a los reportes que llegan de Europa. La palabra Holocausto todavía no entra en la conciencia del mundo, pero la reverberación de la experiencia Nazi colorea el resto de la vida de esta generación.

CUANDO todavía no es tema caliente entre académicos, cuando nadie se atreve a ver de cerca ni a hablar de los detalles de la Solución Final, Hannah entra al tema de lleno. En 1951 con las cenizas de la guerra todavía espolvoreando la vergüenza de la humanidad, publica “Orígenes del Totalitarismo,” libro que ofrece un recuento histórico de los elementos que cristalizan regímenes como el Nazi y el comunista de Josef Stalin. Insiste que nada en el siglo XIX, ni en la historia humana, naturalmente se dirige – ni prepara a la humanidad – para la barbarie del siglo XX. La historia, dice, no tenía que haber llegado a ese lugar.

ESTA OBRA la lleva a ser considerada de las principales filósofas de la segunda mitad del siglo XX. Arendt se convierte en celebridad intelectual en los primeros años de la Guerra Fría. También en 1951 obtiene la ciudadanía estadounidense, que al fin le otorga tierra firme. Se distingue como la primer mujer profesora de la Universidad de Princeton y mantiene una poderosa presencia en las universidades de Chicago, Berkeley y Wesleyan además del New School for Social Research.

 

LA FALTA de raíces de Blücher se siente más punzante en Nueva York que en París. Eso lo acerca a Hannah. “Donde estoy, no estoy en casa,” le dice, “pero donde tú estás ese es mi hogar.” Blücher y Arendt son refugio mutuo en un mundo del que parecen siempre enajenados. Durante la persecución comunista de la era McCarthy y la guerra de Vietnam, temen volver a ser lanzados al exilio. En el pico de la guerra fría, se preocupan por la posibilidad de ser separados durante un ataque nuclear y hacen planes para reunirse en el Bard College en Annandale-on-Hudson, estado de Nueva York.

LOS ANGLOSAJONES le fascinan, le recuerdan a los prusianos. Aún apoyando la creación del Estado de Israel, critica a los sionistas por su mente cerrada, que desea establecer otro estado-nación en vez de buscar reconciliación con los árabes. En 1946, escribe a su mentor Jaspers, “Intelectualmente, vivo aquí solamente con Monsieur Blücher; somos los únicos que conocemos y que hablamos el mismo lenguaje.”

 

BLÜCHER es príncipe consorte hasta los años 50. Más tarde, es cotizado por muchos alumnos como maestro en la New School for Social Research. Cuando encuentra su lugar, la pareja forma una “doble monarquía.” Sin siquiera un diploma de preparatoria, el Colegio Bard otorga a Blücher un profesorado en filosofía. Sus beneficios incluyen la atención de encantos femeniles del círculo de amigos mutuos.

 

HANNAH se adhiere a la tradición germana de una exaltada soledad aún en el hogar que la adopta. La impronta temprana con Heidegger atraviesa la guerra, las muertes, el Nazismo del maestro.

 

Pensar,” le dice su mentor, “es un asunto solitario.”

 

SU COMPLEJO temperamento con severidad prusiana no tolera debilidades y desacuerdos; su lengua afilada derrumba teorías y personas que le desagradan. Es impaciente con aquellos que gozan de menor capacidad intelectual. Desprecia la psicología. Se burla a la mención del nombre de Sigmund Freud. Mira con desdén los conflictos de los demás, especialmente cuando se vuelven tan personales que no logran “pensar” para resolverlos. La seriedad de su tono, la inflexibilidad de su juicio, son fundamentales para la trágica visión de su época.

 

EL FEMINISMO no entra en su mundo. Con su cabeza que razona “como un varón,” demuestra que el pensamiento no tiene género. Tal vez en los últimos años de su vida comienza a mirar el feminismo con otros ojos. Admite en conversaciones privadas que sus estudiantes femeninas comienzan a hablar en clase. Esos son tiempos lejanos para quienes crecemos con beneficios de género integrado a la vida académica y profesional.

 

Demasiado Humano

 

CINCO años después de la guerra, Arendt viaja a Alemania dirigiendo el Jewish Cultural Reconstruction, un proyecto estadounidense para preservar y distribuir propiedad judía robada por los Nazis – principalmente libros y artefactos religiosos – a sinagogas y museos, bibliotecas y universidades judías por todo el mundo.

 

LOS VIEJOS maestros sobreviven la guerra. “Soy humano, demasiado humano,” dice Heidegger, quien comprueba que aquel que piensa grandes pensamientos frecuentemente comete grandes errores. Mantiene su membresía en el partido Nazi hasta que éste deja de existir. Es señalado como colaborador, se intenta suicidar y recibe tratamiento psicológico por varios meses. Se le prohíbe enseñar durante cinco años. En la era de reconstrucción, lo retoman Michel Foucault y Jean-Paul Sartre, y los círculos existenciales. Con el tiempo, regresa a su status de estrella académica, consigue nueva vida y nuevo respeto. Nunca pide disculpas.

 

HANNAH se reencuentra con Heidegger. Dos días antes de verlo, ella está insegura y tensa. Escribe que ya no tiene “el menor deseo de ver a ese hombre.” Luego cambia de parecer. Aunque lo lee con respeto, lo considera un oportunista cobarde, sin carácter y mentiroso. Blücher lo llama un pequeño camarón germano. Ella todavía no sabe de la medida de su involucramiento con los Nazis, su maltrato de colegas judíos, y su colaboración con  la Gestapo.

 

EL “SOLITARIO de la Selva Negra” se rinde

en la puerta del cuarto de hotel donde Hannah se hospeda:

 

“Vengo a entregarme.

 

ARENDT había sido el gran amor de su vida. Ella lo compadece. Heidegger se disculpa servil y profusamente no por ser Nazi sino por la manera en que se separan. Frente a ella es un poodle avergonzado. “Tuvimos una conversación de verdad por primera vez en nuestras vidas…Esta mañana tuve una riña con su esposa. Por veinticinco años, desde que averigua la verdad acerca de nosotros, le hizo la vida un infierno en la tierra. Me temo que mientras yo siga viva, su mujer está lista para ahogar cualquier judío que vea. Es absolutamente horrenda.”

 

EL MAESTRO cree que los nazis tergiversan el nacional-socialismo, pero que esta visión sigue siendo la única alternativa válida al pensamiento planetario del olvido del Ser, a lo que hoy llamamos globalización.

 

ARENDT dice que es un hombre que mentiría sin pensarlo dos veces para manejar una situación. “Es su carácter, es un tonto,” dice. El ‘más grande pensador humano’ resulta ser arrogante, pequeño, corto en sentimientos humanos. Se tropieza en una situación de la que no se puede escapar. Cuando el maestro cumple 80 años, Arendt lo justifica llamando su época Nazi “una aventura” en la que evita la realidad de “los cuartos secretos de la Gestapo y las cámaras de tortura de los campos de concentración.”

 

ARENDT es instrumental en reavivar la presencia del pensamiento Heideggeriano en el mundo civilizado, y prevenir su ostracismo como Hitleriano. El affaire llega a ser conocido públicamente solo después de la muerte de ambos, ella en diciembre de 1975 y él en mayo de 1976. A su reconocimiento mundial como una mujer independiente, profunda pensadora, se añade la revelación de la infatuación romántica que toda la vida mantiene con Heidegger. Es información que no cabe con su imagen pública.

LOS CRÍTICOS preguntan, ¿Hasta qué grado sabía ella de su participación en el régimen? ¿Heidegger le mintió a su discípula? ¿Le creyó como creyó la máscara que Eichmann presenta en su juicio? ¿Asumió que su complicidad era meramente pragmática, oportunista y banal? O peor, ¿ella sabía? ¿Ella construye al banal Eichmann del banal Heidegger?

LA AMBIVALENCIA es parte central de su existencia y sus enseñanzas. Cuando comienza una conferencia en Köln menos de diez años después de terminada la guerra, a su público germano declara, “Soy una judía alemana expulsada por Hitler.” Lo que queda claro, es que más que judía, es producto de la cultura Weimar, y su lealtad la otorga a la tradición filosófica que ayuda a construir el Nazismo.

“SIEMPRE pensaré en su amor intelectual de Dios, su creencia en la gratitud por el regalo de ser…muchos judíos modernos están frustrados religiosamente. Ella no está dispuesta a serlo. Aun cuando descontaba el Judaísmo, y frecuentemente se impacientaba con los judíos, lo hacía por necesidad intelectual,” escribe su contemporáneo Alfred Kazin. “Muchos que hablan en nombre de los judíos y también en nombre del Holocausto le parecían simplemente hambrientos de importancia y, más conmovedoramente, de identidad.”

 

EN SUS cartas con Karl Jaspers, Mary McCarthy, Hermann Broch, Kurt Blumenfeld, Martin Heidegger, y Heinrich Blücher, Hannah demuestra gran capacidad de amistad, intelectual y afectiva.

 

DURANTE dos décadas, Arendt es de las más prominentes intelectuales en Estados Unidos. Notablemente privada, rehúye de las entrevistas y las cámaras de televisión. Despierta pasiones hasta el final de su vida. En su funeral, el editor William Jovanovich asombra a todos al romper en llanto, “¡La amaba ferozmente!”

LA PELÍCULA de Margarethe von Trotta que inspira la investigación de esta serie de artículos no puede capturar la fascinante historia de esta mujer. La cinta comienza cuando Arendt abre en 1961 el New York Times y lee que Adolf Eichmann es capturado en Argentina, y que Israel se prepara para ponerlo en juicio. Para ese entonces su reputación como filósofa y pensadora es intachable. Es ella quien expresa al New Yorker su deseo de cubrir el juicio, oferta jugosa para Wallace Shawn, el editor de la prestigiosa revista. Para convencer a Shawn, le escribe que es la primera vez que vería un Nazi en persona. Ahora sabemos que no es precisamente cierta esa afirmación.

MARY McCarthy, su mejor amiga en Nueva York, escribe que Arendt “escuchaba una voz como la que hablaba a los profetas.” Hannah Arendt es un gran espíritu. El juicio de Eichmann promete abrir heridas de tiempos pasados. Mas no puede eludirlo.

Es una obligación que le debo a mi pasado.”

Yehudit Lev, 2 Nissan 5774

JOHANNA ARENDT llega al mundo el 14 de Octubre de 1906, el mismo año y siete meses después que Adolf Eichmann. Aunque no cruzan una palabra ni se miran a los ojos, sus destinos se entrelazan mucho tiempo antes que el acercamiento más cercano en el juicio de Jerusalem en 1961. Arendt dedica largos meses al estudio del personaje, personalmente sufre la destrucción a la que Eichmann contribuye, y padece hasta el fin de su vida las consecuencias de plasmar sus ideas en el libro Eichmann en Jerusalem.

 

EICHMANN probablemente nunca

se entera de la existencia de Arendt.

 

HANNAH es Libra, signo pensante, la balanza que juzga para lograr la armonía. Originaria de Hanover en la Alemania del Kaiser Wilhelm, de niña vive en Königsberg, donde su abuelo es presidente del parlamento local. Es hija única de Paul Arendt y Martha Cohn, quienes crecen en hogares de empresarios Ruso-Judíos. Es una familia asimilada de clase media alta, cercana al Judaísmo reformista.

 

LA INFANCIA está pintada de terror. Su padre, un ingeniero, muere de locura sifilítica cuando Hannah tiene solo siete años. En la medida que crece, su hogar es rodeado de batallas entre los ejércitos ruso y alemán, hasta que a fines de la segunda guerra la Unión Soviética se apropia de la ciudad y la vuelve Kaliningrado. Su madre se vuelve a casar con Martin Beerwald en 1920, y adquiere dos hermanastras, Eva y Clara Beerwald.

A LOS catorce años, Hannah ya había leído la Crítica de la razón pura (1781) de Emmanuel Kanty la Psicología de las concepciones del mundo (1919) de Karl Jaspers. En 1923, a los diecisiete años, abandona la escuela por problemas disciplinarios, y se dirige sola a Berlín donde, sin haber acabado la escolaridad, toma clases de teología cristiana y estudia por primera vez la obra de Søren Kierkegaard. De vuelta a Königsberg en 1924, se presenta por libre y aprueba el examen de acceso a la universidad.

ARENDT estudia teología, literatura Griega antigua y filosofía en la Universidad de Marburg. Ahí conoce al filósofo Martin Heidegger, quien con su libro de 1927 Sein und Zeit (Ser y Tiempo), es inspiración de toda una generación de filosofía existencialista.

¿QUÉ QUIERE decir Ser? El tiempo ligado al espacio, no fijado a la esencia humana, en una urbe moderna e individualizada, genera ansiedad y por lo tanto vidas estandarizadas e inauténticas. “¡Yo no es UNO!” Heidegger protesta el ‘Mann müss’, el dictamen que “uno debe de hacer esto, pensar lo otro.” Ante una vida estandarizada, lanza el grito de advertencia en contra de la masificación del individuo. Promueve la cultura rural, la preservación de la vida simple, y la comunidad nacional para unificar a los alemanes.

ES GENIO poético Heidegger, dotado de gran talento. Le dobla la edad, es casado y tiene dos hijos. Ella se deslumbra de él como filosofo y como hombre. Se vuelve su amante en 1925 a los 19 años. Él afirma que ella es la musa que lo inspira a escribir su gran obra. La abruma con declaraciones de amor, algunas en verso. Heidegger desea que su mujer, Elfride Petri, nazi convencida, forme amistad con Hannah. Imposible. Para preservar su matrimonio y su empleo, la envía en 1926 a la Universidad de Freiburg a estudiar con su colega Jaspers, un psiquiatra convertido a la filosofía con quien mantiene amistad de por vida. Ambos maestros son los preeminentes filósofos alemanes de su época.

HANNAH alguna vez le escribe a su amor juvenil: “No me olvides, ni olvides hasta qué punto sé viva y profundamente que nuestro amor se ha convertido en la bendición de mi vida. Es una certeza inquebrantable, incluso hoy, en que yo, que no sabía estar quieta, he encontrado arraigo y pertenencia junto a un hombre que quizás sea de quien menos lo hubiera esperado.”

“Hannah es la única que me entendió,” dice Heidegger en algún momento.

MAGNETO de jóvenes admiradores en su época estudiantil, además del affaire con el maestro, Hannah recibe propuestas matrimoniales de eminencias como Leo Strauss, W. H. Auden (quien es homosexual), Hans J. Morgenthau y el novelista austriaco Hermann Broch. Es brillante pensadora e interlocutora. Sus compañeros la llaman Pallas Atena.

 

CONOCE A su primer marido, Günther Stern, vestida de esclava de harén en un baile de disfraces organizado por el partido Marxista en el Museo de Etnología de Berlín. Se casan en septiembre de 1929. Ese año completa su disertación doctoral sobre el concepto del amor en San Agustín bajo la tutela de Jaspers. Repetirá muchas veces en su vida la frase favorita del teólogo cristiano: “Amor significa, quiero que seas.”

 

Germanos de Persuasión Mosaica

 

COMO MUCHOS de sus contemporáneos, Hannah mira con desprecio a los “Galitzianers,” los “pequeños judíos” que provienen del ghetto. Los Judíos en idioma alemán producen grandes figuras como Moisés Mendelssohn, Walter Benjamin, Hermann Broch. El padre de Karl Marx lo bautiza; Heinrich Heine se convierte al cristianismo para ser aceptable a la sociedad; cuando el entorno respetable desdeña a Sigmund Freud, éste depende de la comunidad Judía de Viena aún cuando aborrece la religión como ilusión. Franz Kafka, como su admiradora Arendt, estudia e indaga la vida cultural judía, la identidad, y hasta el Idish, y tampoco le interesa la religión.

 

AQUELLOS que nacen en la ortodoxia usualmente la abandonan para volverse independientemente creativos. Los judíos alemanes son “liberados” de la religión más temprano que otros, en parte por el entusiasmo hacia la filosofía y la literatura alemana. Se describen complacientemente como “Germanos de persuasión Mosaica.” Hasta el más grande académico Judío de su tiempo, Gershom Scholem, principal autoridad en misticismo judío, no se somete a las leyes su antigua tradición.

 

INTELECTUALMENTE Hannah se identifica más que con el Judaísmo, con el pensamiento cristiano y la filosofía cotidiana. A un admirador gentil, Hannah le dice, “Aquel que tiene fe no puede hablar acerca de esta; aquel que no tiene fe, no debe hablar sobre esta.”

 

ARENDT ES Judía por etiqueta, por identificación, por padecimiento y por acción, mas no por conocimiento profundo ni admiración de la tradición. El creciente antisemitismo la distrae de la metafísica para enfrentarse con el dilema histórico de sus contemporáneos. Escribe la biografía de una anfitriona de salones literarios llamada Rahel Varnhagen, cuya conversión al cristianismo y repudiación del Judaísmo iluminan el conflicto entre el estatus minoritario y el nacionalismo alemán. Rahel Varnhagen: La Vida de una Mujer Judía se publica en 1958. Para ese entonces, el gran tema ya no es si los Judíos están en condiciones de entrar a los salones literarios, sino si están en condiciones de habitar la tierra.

 

HANNAH observa a la mayoría de los intelectuales incorporarse con, adaptarse a, o rehusarse a resistir la creciente ola nacionalsocialista. “El problema personal,” dice años después, “no yacía en lo que hacían nuestros enemigos, sino nuestros amigos.”

 

HEIDEGGER atrae a muchos jóvenes judíos intelectuales como Arendt y Hans Jonas. Aquel que un día quiso ser sacerdote se vuelve Filósofo Rey, un hombre con gran carisma que comanda séquito de estudiantes. El visionario pensador de la generación perdida de la Primera Guerra Mundial es de los primeros en sucumbir al nacionalsocialismo que masifica la obediencia ciega. Considera que con las ideas Hitlerianas sus teorías llegan a fructificar y materializarse. Con su ingreso al partido Nazi en 1933, coloca a Hitler en la silla del caballo favorito, legitimando el régimen a través de su fama. Algunos de sus estudiantes enmudecen: ¡Se volvió loco!

 

CUANDO el rector de la Universidad de Freiburg renuncia en protesta de los Nazis, Heidegger, quien desea ser Platón contemporáneo para Hitler, asume la vacante en la rectoría. Actúa de manera fanática, escribe cartas condenatorias contra colegas como Herman Standiger, pacifista y ganador del Premio Nobel, y su antiguo mentor y padre intelectual, Edmund Husserl, judío, a quien lastima profundamente. Su apoyo convence a los discípulos impresionables de poner la fe en Hitler. Es influencia desastrosa en una generación de Alemanes.

 

EN SU breve término corre a los profesores Judíos, desbanda el senado universitario a favor de un gobierno al estilo de su Führer, exhorta a los jóvenes a que se enlisten en el ejército y frecuentemente termina sus discursos con el brazo derecho extendido saludando tres veces “Heil Hitler.”

 

EL 27 de febrero de 1933 la conciencia política de Hannah despierta cuando el parlamento alemán, el Reichstag, es quemado por los Nazis. Tiene 27 años. Su vida toma el giro de un retorno de Saturno. Hitler utiliza la excusa del Reichstag para suspender los derechos civiles y destruir la oposición con arrestos ilegales, golpizas, torturas y desapariciones de radicales, judíos y personas que parecen judías. Hannah dice, “Me sentí responsable. Ya no tenía la opinión que uno podía ser simplemente observador.”

CON AYUDA del líder sionista Kurt Blumenfeld, comienza a hacer pública la situación de las víctimas del Nazismo. En proceso de recolectar evidencia del antisemitismo y la persecución de Judíos en la Alemania Nazi, es arrestada en Julio de ese año por la Gestapo donde permanece una semana antes de ser liberada. Su interrogador, captivado por la gran inteligencia, traba amistad con ella y la deja ir. Sin desperdiciar tiempo, se escapa a Francia.

Exilio Parisino

PASANDO por Karlovy Vary, en la República Checa, Génova y Ginebra, llega a Paris en 1933. Además de continuar su incansable actividad política, de investigación y escritura, es activa en el movimiento de Youth Aliyah, rescatando niños Judíos del Tercer Reich para llevarlos a Palestina.

EL PARIS de la pre-guerra es capital de la literatura alemana. Bertolt Brecht, Heinrich Mann, Lion Feuchtwanger, Joseph Roth, Manès Sperber, Alfred Döblin y otras celebridades del período Weimar viven ahí en hoteles baratos, “como reyes que habían perdido su trono.” Habitan en un tipo de ghetto, según Arthur Koestler, quien asegura que ni él ni los otros exiliados nunca fueron invitados a un hogar francés.

ARENDT conoce a Heinrich Blücher, quien será el amor de su vida, en 1936. Se enamoran casi a primera vista, se intoxican mutuamente. Formalmente casados, ambos están separados de sus parejas. Son diferentes. Arendt es hija única, de un matrimonio conservador de clase media-alta. Blücher es protestante, un hombre sin educación formal perteneciente al proletariado Berlinés, comunista radical independiente que había sido miembro de la Liga Espartaco de Rosa Luxemburgo. Ella doctorada, él autodidacta que atiende la escuela nocturna sin graduarse, un bohemio que hasta 1933 trabaja en cabarets alemanes.

EN CORRESPONDENCIA con Blücher, revela una conversación que dura toda la vida, un matrimonio de dos fugitivos que encuentran consuelo uno con el otro en tiempos oscuros. En 1937, año en que se le retira la nacionalidad alemana, escribe: “Me parece increíble que pudiera lograr un gran amor y un sentido de identidad con mi propia persona. Y logré una cosa solamente desde que tengo la otra. Ahora finalmente sé lo que es felicidad.” Se casan el 16 de Enero de 1940. Para él, es su tercer matrimonio.

 

BLÜCHER es esposo y amigo, el más fiel de sus maestros. Aunque solamente diez años mayor que ella, en su relación intelectual hay algo paternal, indulgente, por parte de él, y de alumna, ansiosa, buscando aprobación, por parte de ella. Blücher es un par de lentes correctivos; Ella no confía enteramente en su visión hasta que esta es confirmada por él. Se complementan. Hannah asegura a Jaspers que Blücher le enseña a “pensar políticamente y ver históricamente.”

A PRINCIPIOS de 1940, Francia encierra a todos los alemanes en campos de detención. Hannah pasa una semana en los terrenos del  velódromo de París y después la envían a un campo en Gurs junto con otras siete mil mujeres. Pasa cinco semanas ahí cuando, aprovechando la disminuida vigilancia francesa debido a la toma de París por la Wehrmacht, huye junto con unas doscientas personas. Hannah se escapa con un cepillo de dientes. Aunque no existe lugar donde ir que signifique seguridad para una persona judía, asume el riesgo. Solo en un futuro sabrá que Adolf Eichmann se encarga personalmente del transporte que lleva a las compañeras del campo a su exterminio.

HANNAH llega caminando y con aventones a la casa de una amiga en Montauban donde espera a Blücher. Logran obtener visas, cruzar la frontera, llegar a Lisboa y embarcarse a Nueva York. Su amigo del exilio Walter Benjamín no corre la misma suerte. Sin visa, el importante filósofo y pensador se suicida la noche que las autoridades españolas lo rechazan en la frontera. Su obra, “Tesis acerca de la Filosofía de la Historia,” logra salir de la castigada Europa por medio de Hannah, quien lleva consigo manuscritos de muchos pensadores intelectuales Judíos de la República de Weimar. Es a través de ella que se difunden en el nuevo mundo.

 

Hannah en Nueva York

 

EN MAYO de 1941, el matrimonio llega a Estados Unidos junto con la madre de Hannah, a quien logran rescatar de Königsberg en 1939. Los primeros siete años de Nueva York viven en un espacio donde tres personas se acomodan en dos cuartos. La suegra constantemente se queja que su yerno no logra ganarse la vida. Hasta que en 1951 Heinrich Blücher consigue trabajo dando clases de filosofía, ella gana prácticamente sola el sustento de la familia.

HANNAH colabora con editoriales y revistas (Aufbau, Commentary, Partisan Review, Review of Politics, New York Review of Books), y enseña en el Brooklyn College. En su trabajo con la editorial Judeo-Germana Shocken edita, entre otras cosas, la segunda edición del libro de Scholem, “Principales Tendencias en el Judaísmo Místico,” así como los diarios de Kafka y las polémicas de fin de siglo de Bernard Lazare.

 

COMO TANTOS de su generación, es fumadora empedernida. No produce hijos, por lo que puede dedicar toda su energía a la obra intelectual. Se acomoda siendo esposa. Consigue en Blücher, su principal interlocutor, el afecto protector que le permite salir de un aislamiento del mundo. Blücher, aun cuando llega a ser maestro admirado en círculos intelectuales neoyorquinos, es incapaz de escribir para publicación ni en inglés ni en alemán. Él se expresa a través de Hannah. La tesis de El Origen del Totalitarismo proviene de la filosofía inédita de Blücher.

 

LOS DOCE años del régimen Nazi dominan la conversación de su círculo de refugiados. Aprenden de la existencia de campos de “fabricación de cadáveres” en 1943. Les toma seis meses dar crédito a los reportes que llegan de Europa. La palabra Holocausto todavía no entra en la conciencia del mundo, pero la reverberación de la experiencia Nazi colorea el resto de la vida de esta generación.

CUANDO todavía no es tema caliente entre académicos, cuando nadie se atreve a ver de cerca ni a hablar de los detalles de la Solución Final, Hannah entra al tema de lleno. En 1951 con las cenizas de la guerra todavía espolvoreando la vergüenza de la humanidad, publica “Orígenes del Totalitarismo,” libro que ofrece un recuento histórico de los elementos que cristalizan regímenes como el Nazi y el comunista de Josef Stalin. Insiste que nada en el siglo XIX, ni en la historia humana, naturalmente se dirige – ni prepara a la humanidad – para la barbarie del siglo XX. La historia, dice, no tenía que haber llegado a ese lugar.

ESTA OBRA la lleva a ser considerada de las principales filósofas de la segunda mitad del siglo XX. Arendt se convierte en celebridad intelectual en los primeros años de la Guerra Fría. También en 1951 obtiene la ciudadanía estadounidense, que al fin le otorga tierra firme. Se distingue como la primer mujer profesora de la Universidad de Princeton y mantiene una poderosa presencia en las universidades de Chicago, Berkeley y Wesleyan además del New School for Social Research.

 

LA FALTA de raíces de Blücher se siente más punzante en Nueva York que en París. Eso lo acerca a Hannah. “Donde estoy, no estoy en casa,” le dice, “pero donde tú estás ese es mi hogar.” Blücher y Arendt son refugio mutuo en un mundo del que parecen siempre enajenados. Durante la persecución comunista de la era McCarthy y la guerra de Vietnam, temen volver a ser lanzados al exilio. En el pico de la guerra fría, se preocupan por la posibilidad de ser separados durante un ataque nuclear y hacen planes para reunirse en el Bard College en Annandale-on-Hudson, estado de Nueva York.

LOS ANGLOSAJONES le fascinan, le recuerdan a los prusianos. Aún apoyando la creación del Estado de Israel, critica a los sionistas por su mente cerrada, que desea establecer otro estado-nación en vez de buscar reconciliación con los árabes. En 1946, escribe a su mentor Jaspers, “Intelectualmente, vivo aquí solamente con Monsieur Blücher; somos los únicos que conocemos y que hablamos el mismo lenguaje.”

 

BLÜCHER es príncipe consorte hasta los años 50. Más tarde, es cotizado por muchos alumnos como maestro en la New School for Social Research. Cuando encuentra su lugar, la pareja forma una “doble monarquía.” Sin siquiera un diploma de preparatoria, el Colegio Bard otorga a Blücher un profesorado en filosofía. Sus beneficios incluyen la atención de encantos femeniles del círculo de amigos mutuos.

 

HANNAH se adhiere a la tradición germana de una exaltada soledad aún en el hogar que la adopta. La impronta temprana con Heidegger atraviesa la guerra, las muertes, el Nazismo del maestro.

 

Pensar,” le dice su mentor, “es un asunto solitario.”

 

SU COMPLEJO temperamento con severidad prusiana no tolera debilidades y desacuerdos; su lengua afilada derrumba teorías y personas que le desagradan. Es impaciente con aquellos que gozan de menor capacidad intelectual. Desprecia la psicología. Se burla a la mención del nombre de Sigmund Freud. Mira con desdén los conflictos de los demás, especialmente cuando se vuelven tan personales que no logran “pensar” para resolverlos. La seriedad de su tono, la inflexibilidad de su juicio, son fundamentales para la trágica visión de su época.

 

EL FEMINISMO no entra en su mundo. Con su cabeza que razona “como un varón,” demuestra que el pensamiento no tiene género. Tal vez en los últimos años de su vida comienza a mirar el feminismo con otros ojos. Admite en conversaciones privadas que sus estudiantes femeninas comienzan a hablar en clase. Esos son tiempos lejanos para quienes crecemos con beneficios de género integrado a la vida académica y profesional.

 

Demasiado Humano

 

CINCO años después de la guerra, Arendt viaja a Alemania dirigiendo el Jewish Cultural Reconstruction, un proyecto estadounidense para preservar y distribuir propiedad judía robada por los Nazis – principalmente libros y artefactos religiosos – a sinagogas y museos, bibliotecas y universidades judías por todo el mundo.

 

LOS VIEJOS maestros sobreviven la guerra. “Soy humano, demasiado humano,” dice Heidegger, quien comprueba que aquel que piensa grandes pensamientos frecuentemente comete grandes errores. Mantiene su membresía en el partido Nazi hasta que éste deja de existir. Es señalado como colaborador, se intenta suicidar y recibe tratamiento psicológico por varios meses. Se le prohíbe enseñar durante cinco años. En la era de reconstrucción, lo retoman Michel Foucault y Jean-Paul Sartre, y los círculos existenciales. Con el tiempo, regresa a su status de estrella académica, consigue nueva vida y nuevo respeto. Nunca pide disculpas.

 

HANNAH se reencuentra con Heidegger. Dos días antes de verlo, ella está insegura y tensa. Escribe que ya no tiene “el menor deseo de ver a ese hombre.” Luego cambia de parecer. Aunque lo lee con respeto, lo considera un oportunista cobarde, sin carácter y mentiroso. Blücher lo llama un pequeño camarón germano. Ella todavía no sabe de la medida de su involucramiento con los Nazis, su maltrato de colegas judíos, y su colaboración con  la Gestapo.

 

EL “SOLITARIO de la Selva Negra” se rinde

en la puerta del cuarto de hotel donde Hannah se hospeda:

 

“Vengo a entregarme.

 

ARENDT había sido el gran amor de su vida. Ella lo compadece. Heidegger se disculpa servil y profusamente no por ser Nazi sino por la manera en que se separan. Frente a ella es un poodle avergonzado. “Tuvimos una conversación de verdad por primera vez en nuestras vidas…Esta mañana tuve una riña con su esposa. Por veinticinco años, desde que averigua la verdad acerca de nosotros, le hizo la vida un infierno en la tierra. Me temo que mientras yo siga viva, su mujer está lista para ahogar cualquier judío que vea. Es absolutamente horrenda.”

 

EL MAESTRO cree que los nazis tergiversan el nacional-socialismo, pero que esta visión sigue siendo la única alternativa válida al pensamiento planetario del olvido del Ser, a lo que hoy llamamos globalización.

 

ARENDT dice que es un hombre que mentiría sin pensarlo dos veces para manejar una situación. “Es su carácter, es un tonto,” dice. El ‘más grande pensador humano’ resulta ser arrogante, pequeño, corto en sentimientos humanos. Se tropieza en una situación de la que no se puede escapar. Cuando el maestro cumple 80 años, Arendt lo justifica llamando su época Nazi “una aventura” en la que evita la realidad de “los cuartos secretos de la Gestapo y las cámaras de tortura de los campos de concentración.”

 

ARENDT es instrumental en reavivar la presencia del pensamiento Heideggeriano en el mundo civilizado, y prevenir su ostracismo como Hitleriano. El affaire llega a ser conocido públicamente solo después de la muerte de ambos, ella en diciembre de 1975 y él en mayo de 1976. A su reconocimiento mundial como una mujer independiente, profunda pensadora, se añade la revelación de la infatuación romántica que toda la vida mantiene con Heidegger. Es información que no cabe con su imagen pública.

LOS CRÍTICOS preguntan, ¿Hasta qué grado sabía ella de su participación en el régimen? ¿Heidegger le mintió a su discípula? ¿Le creyó como creyó la máscara que Eichmann presenta en su juicio? ¿Asumió que su complicidad era meramente pragmática, oportunista y banal? O peor, ¿ella sabía? ¿Ella construye al banal Eichmann del banal Heidegger?

LA AMBIVALENCIA es parte central de su existencia y sus enseñanzas. Cuando comienza una conferencia en Köln menos de diez años después de terminada la guerra, a su público germano declara, “Soy una judía alemana expulsada por Hitler.” Lo que queda claro, es que más que judía, es producto de la cultura Weimar, y su lealtad la otorga a la tradición filosófica que ayuda a construir el Nazismo.

“SIEMPRE pensaré en su amor intelectual de Dios, su creencia en la gratitud por el regalo de ser…muchos judíos modernos están frustrados religiosamente. Ella no está dispuesta a serlo. Aun cuando descontaba el Judaísmo, y frecuentemente se impacientaba con los judíos, lo hacía por necesidad intelectual,” escribe su contemporáneo Alfred Kazin. “Muchos que hablan en nombre de los judíos y también en nombre del Holocausto le parecían simplemente hambrientos de importancia y, más conmovedoramente, de identidad.”

 

EN SUS cartas con Karl Jaspers, Mary McCarthy, Hermann Broch, Kurt Blumenfeld, Martin Heidegger, y Heinrich Blücher, Hannah demuestra gran capacidad de amistad, intelectual y afectiva.

 

DURANTE dos décadas, Arendt es de las más prominentes intelectuales en Estados Unidos. Notablemente privada, rehúye de las entrevistas y las cámaras de televisión. Despierta pasiones hasta el final de su vida. En su funeral, el editor William Jovanovich asombra a todos al romper en llanto, “¡La amaba ferozmente!”

LA PELÍCULA de Margarethe von Trotta que inspira la investigación de esta serie de artículos no puede capturar la fascinante historia de esta mujer. La cinta comienza cuando Arendt abre en 1961 el New York Times y lee que Adolf Eichmann es capturado en Argentina, y que Israel se prepara para ponerlo en juicio. Para ese entonces su reputación como filósofa y pensadora es intachable. Es ella quien expresa al New Yorker su deseo de cubrir el juicio, oferta jugosa para Wallace Shawn, el editor de la prestigiosa revista. Para convencer a Shawn, le escribe que es la primera vez que vería un Nazi en persona. Ahora sabemos que no es precisamente cierta esa afirmación.

MARY McCarthy, su mejor amiga en Nueva York, escribe que Arendt “escuchaba una voz como la que hablaba a los profetas.” Hannah Arendt es un gran espíritu. El juicio de Eichmann promete abrir heridas de tiempos pasados. Mas no puede eludirlo.

Es una obligación que le debo a mi pasado.”

Yehudit Lev, 2 Nissan 5774