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Enlace Judío México | Hace unos meses tuve la oportunidad de escuchar a John Kerry en una conferencia. La sala estaba llena de israelíes escépticos. Todos hemos pasado por Camp David, recordamos Annapolis, recordamos la retirada de Líbano junto con la liberación. Nuestras expectativas del Medio Oriente son casi nulas al igual que nuestra esperanza por la paz.

Sin embargo, cuando el Secretario de Estado comenzó a hablar tras del podio, se escuchó un silencio electrizante. Era imposible no impresionarse por la determinación que este hombre tiene por alcanzar la paz. Era imposible no quedar cautivado por la fuerza moral que proyectaba. Por un momento parecía que quizás la misión no es imposible, quizás la realidad no es tan nefasta. Siempre y cuando Kerry hablara había esperanza en la sala.

Aunque también había signos de interrogación. ¿Sabrán los americanos lo que hacen? ¿Realmente han podido conseguir del Primer Ministro Netanyahu un acuerdo indirecto que incluya los principios de 1967? ¿Realmente han persuadido a Mahmud Abbas para que acepte, indirectamente la idea del estado judío? ¿Tendrán un plan de seguridad que resuelve el difícil problema del Valle del Jordán? ¿Tendrán una solución creativa para Jerusalén, una ingeniosa solución para los refugiados y un generoso paquete económico que incluso atraiga a los opositores? Es decir, ¿saben ellos con quién hablan y de qué hablan?

¿El sorprendente optimismo que proyectan efectivamente refleja la realidad o es sólo un intento de moldear la realidad?

Las dudas eran profundas. Todos hemos aprendido a conocer a Netanyahu y a Abbas. Todos sabemos que los nativos de este difícil lugar son más astutos que los decentes extranjeros tratando de salvarlos de ellos mismos. Entonces habían buenas razones para sospechar que tanto los israelíes como los palestinos cantan la canción que el noble Kerry quiere escuchar – sin siquiera intentar hacer la paz. Pero Kerry y su equipo prometieron que este no era el caso, que esta vez es real, que la paz se puede alcanzar en 2014.

Ahora, cuando el cielo se derrumba, los americanos no deben desfallecer. Han perdido el derecho de vencerse, pues las expectativas son demasiado altas y los riesgos creados demasiado grandes. No pueden sólo levantarse e irse. No pueden ceder al determinismo trágico sin salida.

Al decidir desafiar el destino y confrontarlo, Kerry no puede doblar las banderas e irse a casa. Las cosas inspiradas que dijo en Washington lo obligan. La promesa que transmitió lo ata. La derrota no es una opción.
Los próximos días son críticos. Cualquier idea que logre extender el periodo de negociaciones debe ser bienvenida. Pollard, Barhouti, un congelamiento – hay que voltear cada piedra para prevenir un desprendimiento inmediato y estabilizar un marco de seis meses o un año para regresar a la mesa de negociaciones y enfrentar el desafío del conflicto.

Pero más allá de eso, debemos de pensar fuera de la caja. El plan A tuvo su oportunidad pero no funcionó. Querido John, es tiempo de ver la realidad como es y enfrentarla con ingenio y valentía. Debes de mostrar la misma determinación moral con la que fomentaste un acuerdo definitivo y promover otro tipo de arreglo que nos conducirá a la paz de otra manera.

Fuente: Ari Shavit, Haaretz