Hamas, una percepción confusa

ABRAHAM B. YEHOSHUA

Cuando en 1948 se fundó el Estado de Israel, los jordanos bombardearon Jerusalén, la asediaron y mataron a cientos de personas. Los combatientes de la legión jordana conquistaron Gush Etzion y asesinaron a miles de israelíes a sangre fría. Sin embargo, durante todos los meses que duró esa cruenta guerra, nadie se refirió a los jordanos como terroristas, sino como el bando enemigo. Y mientras se producían los combates había contactos entre oficiales del ejército israelí y del ejército jordano con el objetivo de alcanzar un alto el fuego, que finalmente se logró a través de la mediación de la ONU en 1949.

Los sirios, hasta la guerra de 1967, estuvieron bombardeando poblaciones de Galilea, mataron e hirieron a muchos de sus habitantes, pero aun así nadie consideraba a Siria un Estado terrorista, sino un país enemigo, y se negoció con él cara a cara para conseguir un alto el fuego.

Hasta la guerra de los Seis Días grupos terroristas procedentes de Egipto se infiltraban en Israel y sembraban la muerte en las localidades israelíes fronterizas, pero tampoco nadie entonces llamó a Egipto Estado terrorista, sino enemigo. Y aunque todos estos países declaraban abiertamente su intención de exterminar a Israel, en cada sesión del Parlamento israelí el primer ministro se dirigía a los dirigentes de esos países para buscar el diálogo y llegar a un alto el fuego.

¿Qué pasa entonces para que tras la retirada israelí de la franja de Gaza sigamos viendo en Gaza un país terrorista en vez de un país enemigo a todos los efectos? ¿Acaso la expresión de “Estado terrorista” es más fuerte que la de “Estado enemigo”? Tal vez el empleo de la palabra terrorismo indica que todavía, en el fondo del corazón, consideramos Gaza parte de nuestro territorio, en el cual quisimos asentarnos sin éxito, y no hemos perdido la esperanza de recuperarlo algún día, por lo que sus habitantes no son habitantes de un país enemigo, sino árabes de Israel que viven bajo un gobierno terrorista. Es como si nosotros estuviéramos comprometidos con los gazatíes de un modo diferente a como lo estuvimos con los sirios o los egipcios en guerras anteriores, y por eso seguimos proporcionándoles electricidad, combustible y alimentos mientras -y eso es lo más importante- nos negamos a negociar con el Gobierno de Hamas, algo que sí hicimos con los jordanos, los sirios y los egipcios en las guerras del pasado.

Puede ser que esta conducta confusa se deba al temor de que si se habla directamente con Hamas de un alto el fuego se pueda debilitar a Mahmud Abas. Pero la tragedia continuada en Gaza aún debilita más a quien se ve como el líder del pueblo palestino. Y si ese fuera el temor, aún cabe preguntarse por qué cuando hace poco se estableció un gobierno de unidad palestino Netanyahu no aprovechó la ocasión de hablar con Hamas como parte de ese gobierno y con ello legitimar a Hamas como gobierno en la franja de Gaza.

La profunda frustración de Hamas proviene, en mi opinión, de su falta de legitimidad ante Israel y la mayoría de los países de la comunidad internacional. Esa frustración los lleva a cometer actos desesperados destructivos. De ahí que sea tan importante otorgarle legitimidad, al menos como enemigos, con el fin de llegar con ellos a un acuerdo o, por el contrario, declararles un guerra abierta, tal como actuamos en el pasado con otros países árabes.

Mientras sigamos considerando a Hamas una banda terrorista que domina a unos civiles inocentes, no sólo no podremos detener el lanzamiento de cohetes hacia nuestro territorio de una manera adecuada, sino lo que es más importante, no podremos entablar una negociación cara a cara con el Gobierno de Hamas para llegar a un acuerdo en fases, el cual debería incluir: supervisión internacional para vigilar el desarme de Hamas a la vez que se elimina el bloqueo por tierra, mar y aire, apertura de corredores para los palestinos que vayan a trabajar a Israel y, a partir de ahí, se aspiraría a abrir un corredor de seguridad entre la franja de Gaza y Cisjordania.

Los miembros de Hamas no consideran que los israelíes sean civiles inocentes, sino ciudadanos que eligieron a un gobierno y que son responsables de su política; eso mismo debemos pensar nosotros de los ciudadanos gazatíes, sin importar si ha habido o no elecciones, porque en ningún país árabe ha habido unas elecciones libres de verdad y no por eso hemos dejado de negociar con ellos e incluso hemos firmado ACUERDOS de paz. ¿Y qué pasa si Hamas se niega a sentarse con nosotros a negociar? En ese caso, le propondríamos negociar dentro del marco de un gobierno de unidad palestino. Y si también se negasen a eso, entonces nuestra guerra sí sería legítima a todos los efectos.

Pero no olvidemos nunca que los palestinos de Gaza siempre serán nuestros vecinos. La herencia sangrienta que dejemos ahora no desaparecerá con palabrerías sobre el terrorismo, sino buscando de verdad el diálogo, y, si eso no es posible, luchando contra un enemigo legítimo.

Fuente:lavanguardia.com

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