La responsabilidad de Hamás

RICARDO RUIZ DE LA SERNA

Desde que comenzó hace doce días la operación Margen Protector contra Hamás en la Franja de Gaza, ha habido dos intentos de detener las hostilidades: una propuesta de alto el fuego auspiciada por Egipto el lunes pasado y una tregua humanitaria de cinco horas el jueves.

Israel aceptó la propuesta egipcia del lunes y acordó la tregua del jueves. Hamás rechazó el alto el fuego y rompió la tregua lanzando tres cohetes contra Eshkol, una de las poblaciones israelíes más próximas a la Franja. El sufrimiento de la población civil –especialmente de los niños- impone una gravísima responsabilidad sobre Hamás, que se está sirviendo de los palestinos de Gaza para ganar en los medios de comunicación y en las redes sociales la batalla de la propaganda, ya que los combates los tiene perdidos sobre el terreno. Hasta el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, ha acusado a Hamás de “provocar muertes innecesarias” y de “comerciar con la sangre de los palestinos” lanzando cohetes contra Israel. Hamás ha respondido acusando al Presidente de ayudar al enemigo y de ser un criminal.

Desde que Israel se retiró de la Franja en 2005 y Hamás accedió al Gobierno en 2007, los islamistas han preferido hacer la guerra a construir la paz. Primero persiguieron y expulsaron a los partidarios de Fatah: sólo en 2007 dejaron más de 350 muertos palestinos por no citar los casos de torturas o desapariciones. Después aprovecharon el dominio absoluto del territorio para convertirlo en un santuario para terroristas. En lugar de gobernar de forma responsable y procurar el progreso de los gazatíes –construir redes de alcantarillado, mejorar los centros de salud, etc.- optaron por cavar túneles en el sur que permitiesen la entrada de armas, explosivos y terroristas desde Egipto y más túneles por todas partes para atacar y secuestrar israelíes. Hoy la organización terrorista dispone de más de 10.000 cohetes. El pasado jueves un comando de 13 terroristas utilizó uno de los túneles para atacar un kibutz en Sufa, al sur de Israel. Este túnel discurría cerca del paso fronterizo de Keren Shalom, por donde sigue entrando la ayuda humanitaria a Gaza: una media de cien camiones diarios de alimentos y combustible. Este flujo no se ha interrumpido. Es cierto que dos de las diez líneas de alta tensión que suministran electricidad a Gaza han dejado de funcionar: Hamás las alcanzó con dos cohetes el martes pasado y no ha dejado de disparar sobre la zona de modo que no se pueden reparar. El paso de Erez sigue abierto para quienes quieren entrar o salir de Gaza. Por supuesto, hacen falta permisos y hay controles por parte de Israel y de Hamás –no es una zona de libre tránsito sin más- pero tampoco lo son la mayoría de las fronteras del mundo.

En una de las zonas más densamente pobladas del planeta, Ismail Hayineh, Khaled Meshal y los restantes líderes de Hamás han emplazado los polvorines, las plataformas de lanzamiento de cohetes y los puestos de mando desde los que dirigen los ataques escondidos entre la población civil. Así, Hamás convierte edificios e infraestructuras civiles en instalaciones terroristas y utiliza a los propios palestinos de Gaza como escudos humanos. Se han detectado centros operativos de Hamás en dos plantas del hospital Al Wafa de Gaza, un emplazamiento escogido con perversa lógica: allí reciben tratamiento discapacitados que no pueden abandonar el edificio. La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados ha denunciado el hallazgo de 20 cohetes en una de sus escuelas. Se han llegado a lanzar cohetes desde una mezquita rodeada de edificios de viviendas. La propaganda constante y un sistema educativo inspirado en el odio a Israel hacen el resto. Algunos subrayan que Hamás accedió al poder legítimamente a través de unas elecciones y que goza de gran popularidad en la Franja, pero habría que recordar la ausencia de libertad que hay en el territorio –sin oposición, ni crítica al gobierno, ni libertad de expresión, etc.-y la ausencia de más programa de gobierno que atacar a Israel con todo lo que haya. Hamás podría haber escogido la política frente al terrorismo, pero prefirió invertir en cohetes, explosivos, túneles y bunkers a los que solo acceden los mandos de la organización. Para los civiles, Hamás no construye refugios.

El Derecho de la Guerra impone obligaciones a todos los combatientes, no solo a Israel. El modo de hacer la guerra de Hamás protege a los terroristas y expone a los civiles. El propio representante de la Autoridad Palestina en las Naciones Unidas ha admitido que Hamás ha cometido crímenes de guerra por dirigir sus ataques con cohetes contra civiles israelíes. La muerte de civiles es una atrocidad y eso aumenta el nivel de responsabilidad de Hamás, que los está utilizando como rehenes en una lucha que ya tiene perdida.

Hamás ha escogido un camino que no tiene salida y carece de destino. Israel ha firmado la paz con Jordania y Egipto. Turquía -cuya mediación busca ahora Hamás como salida digna a la crisis que los propios terroristas han creado- mantiene relaciones diplomáticas con Israel desde 1949. Ankara fue la primera del mundo islámico en reconocer al Estado de Israel. Cuanto más tarde Hamás en aceptar que el terrorismo, el adoctrinamiento en el odio y la agresión permanente han fracasado, más tardará en resolverse este aspecto del conflicto.

Las guerras son espantosas. Entre el 29 de noviembre y el 11 de diciembre de 1868, los representantes de las grandes potencias de aquel tiempo firmaron en San Petersburgo la Declaración que prohibía el uso de determinados proyectiles en tiempo de guerra. El primer considerando decía que “los progresos de la civilización deben tener por efecto atenuar en cuanto sea posible las calamidades de la guerra”. Me detendré un instante en ese matiz –“en cuento sea posible”- porque encierra el dilema que Hamás presenta: los terroristas no tratan de atenuar esas calamidades sino de acrecentarlas, de hacerlas insufribles a sabiendas de que hay cosas que una democracia no puede soportar y que una tiranía sí puede infligir impunemente.

Hamás ha tenido dos oportunidades esta semana para poner fin a esas “calamidades de la guerra” pero sus líderes han preferido seguir escondidos entre jardines de infancia y dispensarios.

Israel tiene, sin duda, una responsabilidad de cumplir con el Derecho de la Guerra pero también debe proteger a su población de una lluvia de cohetes –más de 1.500- que lleva desde el día 12 de junio cayendo a diario desde Gaza. Quien controla Gaza es Hamás. Son los terroristas quienes impiden la evacuación de civiles de aquellos edificios desde los que lanzan cohetes, quienes ordenan ataques desde hospitales y quienes instan a los civiles a subir a los tejados de los arsenales. Son ellos los que se están sirviendo del dolor de su propio pueblo para sostener una guerra ilegítima que tienen perdida. Son ellos quienes han optado por atacar a su vecino en lugar de hacer la paz. Esa responsabilidad les acompañará siempre.

Fuente:elimparcial.es

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