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PETER KATZ PARA ENLACE JUDÍO

En la parte final de la Segunda Guerra Mundial las tropas soviéticas, después de haber resistido durante más de 5 meses los asaltos alemanes en Stalingrado, se reorganizaron y pasaron a la ofensiva.

Empezaron a avanzar, bien organizados e imparables, hacia Berlín bajo el mando de los Generales Georgi Zhúkov, Semión Timoshenko y K. Rokosovski. Al mismo tiempo, los rusos lograron deshacer el cerco alemán a Leningrado.

Protegidos por el frío invierno, todos ellos con gran espíritu y con el ánimo de obtener pronto la victoria sobre la bestia nazi.

El 27 de enero de 1945 una pequeña compañía de soldados rusos al mando del Capitán Anatoli Shapiro, vieron dentro de la intensa nieve el portón que dice, todavía hoy, “Arbeit Macht Frei”, pero no tenían idea que habían “liberado” el Campo de Exterminio de Auschwitz – Birkenau.

Los judíos, los que sobrevivimos, no valíamos mucho. Durante la época de la persecución nazi en Europa, entre 1938 y 1945, ser judío era uno de los peligros que amenazaba de muerte a cualquier portador de la estrella amarilla que decía “Jude”. Los alemanes lograron organizar el exterminio de lo que ellos llamaron “la raza judía”, sobre todo después de la Conferencia de Wansee el 1º de enero de 1942.

A partir de esta fecha cambió completamente la matanza. Se inauguraron campos como Auschwitz, llamados “Fábricas de la Muerte”. Lo lograron, porque eran muy buenos para planear, mover cientos de miles de seres humanos hacia los Campos de Exterminio.

La planeación de la “Solución Final” daba preferencia a la SS para mover convoyes de ferrocarril de judíos, sobre la necesidad de mover tropas frescas al frente.

Al darle preferencia a los convoyes de ferrocarril, generalmente compuestos de una locomotora y de 10 carros para ganado, que llevaban mil deportados judíos, mantenían funcionando las Cámaras de gas y los Hornos crematorios, que funcionaban 24 horas al día. La “Deutsche Sachlichkeit”, emanada de una antigua tradición alemana, más bien prusiana, de hacer las cosas ordenadamente.

A los rusos que “liberaron” Auschwitz–Birkenau no les habían dicho nada sobre los Campos de Concentración y de Exterminio que iban a encontrar en Polonia. Es más, ni a la matanza de judíos en Ucrania, Belarus y en otros puntos de la Unión Soviética, conquistada por los alemanes, se le daba importancia en los noticieros de la guerra que veía la mayoría de los habitantes de la Unión Soviética, de acuerdo a una antigua política comunista, tan antigua como la misma Revolución popular de 1917, protagonizada por Josef Stalin, en la cual no se mencionaba ni la nacionalidad, ni mucho menos la religión de las víctimas.

Del otro lado del Continente, en el Cuartel General de las fuerzas armadas aliadas que iban a liberar Europa por el norte, al mando del General Dwight Eisenhower, con la participación del General “Monty” Montgomery, del General Charles De Gaulle, tampoco tenían a los judíos en sus elementos de importancia cuando se trataba de hacer planes militares de ataque del otro lado del Canal de la Mancha.

El motivo era muy similar al de los rusos soviéticos: los judíos no valíamos mucho.

Es más, cuando se presentó una delegación judía en Londres, pidiendo una entrevista con los estrategas aliados, en 1944, pidiéndoles realizar una operación de bombardeo sobre las vías de acceso ferroviarias a Auschwitz, estos se rehusaron alegando que el espacio aéreo de Polonia era responsabilidad del Cuartel General Soviético en Moscú. Rechazaron definitivamente toda acción relacionada con algún ataque aéreo a los Campos de Concentración y de Exterminio.

Auschwitz – Birkenau no fue liberada. Los soldados soviéticos que entraron a una representación de lo que fue el infierno, no el de Dante Alighieri, sino el del Comandante de este Campo, SS Obersturmbannführer Rudolf Höss, que más tarde fue colgado por las autoridades polacas.

Los judíos valíamos poco. Afortunadamente esta situación ha cambiado profundamente. El pueblo judío se ha regenerado. Nació el Estado Judío de Israel, aunque es doloroso, debemos de aceptar la situación en la que fueron asesinados 6 millones de seres humanos, sin que nadie dijera nada.