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AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO

En estos momentos ocupa el rol del más temible grupo extremista islámico del mundo, desplazando a al Qaeda. Por ello preocupa cada vez más a la comunidad internacional. ¿Qué hace falta para detenerlo?

Ejecuciones públicas, poblaciones sitiadas, fondos estimados en US$2.000 millones, una fuerza calculada en 17.000 efectivos y un importante territorio bajo su control entre Siria e Irak.

El crecimiento de Estado Islámico (EI), el grupo antes conocido como Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS por sus siglas en inglés), parece no tener freno.

No es sólo una fuerza militar, Estado Islámico también es una ideología.

Ahora ocupa el rol del más temible grupo extremista islámico del mundo, desplazando a al Qaeda, y preocupa cada vez más a líderes de todo el mundo.

Sus acciones en Irak y Siria -sumadas a las amenazas de atacar objetivos en Occidente- llevaron a Reino Unido el viernes pasado a elevar a “severo” (cuarto nivel de una escala de cinco) el riesgo de un atentado en el país.

Entretanto, EI sigue consiguiendo victorias militares en el terreno, donde las fuerzas iraquíes -incluso con asistencia de EE.UU., que bombardeó al grupo yihadista en Irak en más de 120 ocasiones desde el 8 de agosto- y sirias, aún los combatientes peshmerga -kurdos del norte de Irak- tienen dificultades para hacerle frente.

Si estas fuerzas operando de ese modo no han conseguido ese objetivo, ¿quién y cómo puede hacerlo?

Sunitas y chiitas

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, dijo en conferencia de prensa la semana pasada que el problema es tanto militar como político y que alcanza a todos los estados sunitas de la región.

“Los líderes sunitas deben reconocer que (frente a) este cáncer que ha aparecido ellos tienen que estar tan implicados en derrotarlo como nosotros”, dijo Obama.

Estado Islámico es un grupo sunita que ha atraído a miembros de esa denominación musulmana, históricamente enfrentado con los chiitas que hoy -aunque son minoría allí- gobiernan Irak.

El gobierno de Irak tiene el apoyo de Irán (de mayoría chiita), que también respalda a Bashar al Asad (alauita, una variante del islam chiita) en Siria. Y las grandes potencias del Golfo Pérsico -al igual que Turquía- son sunitas.

Rebeldes iraquíes

Obama considera que el de Estado Islámico es un problema tan militar como político.

Un primer eco a las palabras del presidente estadounidense parece haber llegado de las milicias sunitas de Irak, que se están viendo sofocadas por EI en sus propias áreas.

Son los rebeldes que se habían levantado en armas contra el gobierno chiita de Nouri al Maliki y ahora, por primera vez, dan muestras de que están preparados para volver sus fuerzas contra EI.

Pero solo si, dice Jim Muir de la BBC en Irak, “los derechos de los sunitas se incorporan a un reformado orden político en Bagdad”.

Y para eso quieren garantías de Estados Unidos y del resto del mundo.

Si se cumplen esas condiciones los rebeldes dicen que tienen la capacidad de movilizar al 90% de las tribus sunitas. Ellos creen que son los únicos que, con ayuda externa, pueden enfrentar a EI.

Pero armar y respaldar a los sunitas iraquíes contra EI tiene el riesgo de repetir el sunni awakening (despertar sunita) que puso en marcha EE.UU. en 2008, al utilizar milicianos sunitas -que se habían enfrentado a las fuerzas estadounidenses- para luchar contra al Qaeda.

Un segundo sunni awakening, dice Mariano Aguirre, director del Norwegian Peacebuidling Resource Centre (NOREF), “generaría más fragmentación, más grupos armados, más dispersión de la violencia”.

“Lo que se precisa”, considera él, “es fortalecer estados inclusivos, no promover más grupos armados”.

No todos piensan igual: este lunes se supo que Alemania envió armas para equipar a 4.000 combatientes kurdos que se enfrentan a EI en el norte de Irak.

“Esto es en el interés de nuestra propia seguridad”, dijo la ministra de Defensa del país, Ursula von der Leyen.

Intervención occidental

Shiraz Maher, experto en estudios de la yihad de la universidad King’s College de Londres, cree además que hace falta más que la voluntad de los combatientes kurdos o de los rebeldes sunitas, quienes -por otra parte- no actúan en Siria, donde emergió y sigue en actividad el grupo yihadista.

Le dijo días atrás a BBC Mundo que sin la voluntad de las potencias occidentales para comprometerse en un operativo militar amplio y concertado, con fuerzas en tierra, para desalojar a EI, es poco probable que se logre detener su avance.

“El hecho de que ISIS (como se llamaba hasta hace poco EI) haya tomado un gran territorio no es inédito. Hemos visto a otras organizaciones yihadistas conseguir esto en el pasado, por ejemplo, en Afganistán y Pakistán, el cuerno de África y, más recientemente, en Mali”, aseguró.

“En todos estos casos, una intervención occidental desequilibró la balanza contra los yihadistas. Es la gran diferencia con lo que está pasando ahora”.

Lo mismo cree Michael Stephens, director del instituto de investigación Royal United Services Institute en Qatar, quien en una nota publicada este lunes en BBC Mundo decía: “Aunque algunas tribus sunitas de Irak están ponderando su lealtad al grupo (EI) no tienen la capacidad de fuego ni las finanzas necesarias para derrocar a EI, tampoco lo tienen el ejército iraquí ni el sirio”.

“Variedad de herramientas”

Por otra parte, Estado Islámico no es sólo un problema restringido a un cierto territorio en Medio Oriente, es también una ideología que está logrando llegar más allá de las fronteras de Irak y Siria, hacia el resto de la región y del mundo (decenas de sus soldados provienen de Occidente).

En ese sentido, una semana antes de que Obama hablara de implicar a líderes sunitas, el jefe del Estado Mayor conjunto de EE.UU., general Martin Dempsey dijo que para detener el avance de EI en Siria e Irak “se requiere una variedad de herramientas, de las cuales los ataques aéreos son sólo una pequeña parte”.

Y subrayó: “Se requiere de la aplicación de todas las herramientas de la capacidad nacional: diplomáticas, económicas, informativas y militares”.

Fueron prácticamente las mismas palabras que escribió el viernes en un editorial de The New York Times, el secretario de Estado de Obama, John Kerry.

“Necesitamos el apoyo de las fuerzas iraquíes y la oposición moderada de Siria”, dijo.

Esta semana Kerry participará de la cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Gales, donde intentará establecer con los otros países de esa alianza una estrategia conjunta que tenga en cuenta la lista de complejos factores en juego a la hora de diseñar una ofensiva occidental contra EI.

Irán y Arabia Saudita

Mariano Aguirre también cree que una estrategia exclusivamente militar es insuficiente.

“Pensar que la solución contra Estado Islámico es una intervención militar de Estados Unidos y Reino Unido con otros aliados es equivocado y de corto plazo”, le dice a BBC Mundo.

“Se precisa un acuerdo político regional que debe estar apoyado por Europa, Estados Unidos y Rusia” y “una respuesta política de largo plazo de países sunitas”, dice haciéndose eco de las palabras de Obama.

Pero agrega algo más, que también mencionan otros observadores: es necesario que haya un acuerdo entre Irán (líder del chiismo) y Arabia Saudita (líder regional sunita) para lograr detener al grupo yihadista.

Para el analista, “la insurgencia de diversos grupos, entre otros EI, ha surgido de la lucha hegemónica entre Teherán y Riad”.

Los países del Golfo, entonces, juegan un rol clave.

Dinero del Golfo

Pero Mohamed Yehia, de BBC Árabe, cree que en su discurso, Obama dejó caer una velada crítica a esos países.

Para Yehia, Obama los cuestiona “por ser ambivalentes respecto a EI y por permitir que dinero y combatientes fluyan hacia (el grupo)”, algo que se cree que al menos entre 2012 y 2013 ocurría sistemáticamente (no oficialmente, como política de estado, sino por parte de ricos individuos de Arabia Saudita y Qatar).

Otro país clave para un posible acuerdo regional contra EI es Turquía, de mayoría sunita y potencia regional (es miembro de la OTAN), con relaciones político-comerciales con Arabia Saudita e Irán.

Pero Aguirre ve difícil que Irán y Arabia Saudita mantengan hoy un diálogo que considera “necesario para una paz negociada en la región”.

Según él, “nadie tiene ahora influencia sobre Arabia Saudita, porque desde Riad se ve a Obama como habiendo abandonado Medio Oriente, posición que comparte Israel, y habiéndose acercado a Irán por el acuerdo del programa nuclear iraní”. Tampoco ve que Europa tenga suficiente influencia sobre Riad.

Para Kerry, todos tienen un rol. En su artículo de opinión, escribió: “Algunos proveerán asistencia militar, directa e indirectamente. Algunos proveerán la ayuda humanitaria que desesperadamente necesitan los millones que han sido desplazados y victimizados en la región. Otros ayudarán a restaurar no sólo las destrozadas economías (locales) sino también la rota confianza entre vecinos”.

Batalla larga y compleja

El riesgo de no actuar pronto es muy grande, según Muhammad al Zubaai, uno de los líderes rebeldes sunitas que habló con Jim Muir.

“Si las cosas siguen igual, surgirá una nueva generación fuera del control de EE.UU. o Irán o Siria; cientos de miles de jóvenes se unirán a EI”, le dijo al periodista de la BBC en Irak.

Y Aguirre agrega otra advertencia: “Estado Islámico y su forma de guerra brutal están marcando el rumbo para la región: destrucción, sectarismo, violencia que llevará a futuros ciclos de mayor violencia”.

Según dice Michael Nights, del Washington Institute for Near East Policy, en un artículo para la revista Sentinel, del Combating Terrorism Centre de la academia militar estadounidense de West Point, en estos momentos EI empieza a desarrollar una debilidad en el plano militar.

Hasta ahora el grupo había avanzado velozmente sobre territorio, poblaciones y objetivos enemigos. Ahora, debe defender las plazas que ha capturado y, según Nights, no está claro que tengan la misma capacidad para atacar que para defender.

En cualquier caso, aun con esos puntos débiles, como asegura Mohamed Yehia, de BBC Árabe, cualquier batalla contra EI será larga y compleja, algo que ha quedado demostrado en los recientes dichos de las principales voces de la política externa de EE.UU. y Europa.

Fuente:noticias.terra.com.mx