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JULIÁN SCHVINDLERMAN

Un aspecto poco explorado de la Segunda Guerra Mundial y del período previo a su estallido ha sido el estatus de la comunidad negra durante la era nazi en Alemania. Una carta de octubre de 1934, firmada por Bernard Lecache, presidente de la Liga Internacional contra el Antisemitismo, ilumina a propósito de la situación de los negros en aquella época en aquél país: “Aunque todo el mundo sabe de la persecución racial contra el pueblo judío en Alemania, lamentablemente no es tan conocido que los negros también son sometidos al terrorismo racial en el Tercer Reich. La condición económica y social de la gente de color es terrible”.

No se ha determinado con precisión el tamaño de la comunidad negra en la Alemania de la época. Adolf Hitler ha dicho “El judío constituye sólo el uno por ciento de la población alemana, el negro sólo el uno por ciento del uno por ciento…”. Algunos historiadores han ubicado la cifra entre mil y cinco mil almas y otros hablan de veinte mil. A los efectos de este ensayo, al hablar de comunidad negra en Alemania incluiremos a los africanos y sus descendientes, afro-alemanes y afro-americanos residentes. A diferencia de los judíos y de los gitanos, los negros alemanes no conformaban una comunidad cohesionada que podía -en el imaginario nazi- representar algún tipo de amenaza colectiva. Eran pocos y estaban esparcidos. La comunidad afro-alemana, en la medida en que podemos hablar de una, estaba compuesta por individuos que llevaban vidas particulares. No hubo organizaciones políticas fundadas por negros, apenas asociaciones afro sociales o culturales. La participación política de los negros en Alemania se expresó en los movimientos comunistas o democráticos universales.

La política nazi hacia los negros fue hostil y manipuladora, incluso espantosa, pero no llegó a alcanzar los niveles de horror a los que fueron sometidas otras minorías, especialmente los judíos, los gitanos y los homosexuales. A pesar de la evidente negrofobia en la cosmovisión aria del nazismo, los nazis no montaron un plan de deportación ni exterminio de los negros en su seno; tampoco los removieron por completo de la vida social y cultural alemana. Pero sí adoptaron una política de esterilización colectiva de la raza negra en Alemania con el objeto de evitar su reproducción: hombres y mujeres de color fueron sometidos a esterilizaciones forzadas.

Ninguna orden general fue emitida para arrestar, encarcelar y eliminar a los negros, y algunos de ellos fueron de hecho enlistados en el ejército para luchar por Alemania mientras que otros podían enseñar en las escuelas y universidades, aun cuando los judíos y los disidentes no podían hacerlo. En parte esto obedecía al interés colonial alemán en África, los negros podían enseñar idiomas africanos entre otros estudios. Los nazis parcialmente toleraron a cantantes negros y emplearon a varios de ellos en películas propagandísticas y shows “étnicos”. Al mismo tiempo repudiaron el jazz como una música judeo-negra degenerada y miraron con desprecio las dotes deportivas de los negros. Algunos ataques contra los negros fueron publicados en la prensa alemana y varios afro-alemanes fueron perseguidos. Las leyes contra los no-arios eran lo suficientemente vagas como para que los negros quedaran incorporados y era inconcebible que un afro-alemán ocupara un puesto en el que tuviera subordinados arios. El Führer pareció pendular entre la lástima y el rechazo por esta comunidad, como esta declaración suya sugiere: “Los negros deben definitivamente ser gente de tercera clase. Su pueblo es desesperanzado. No los odio. Me apenan estos pobres diablos”.

Algunos historiadores han postulado que el trato aberrante pero relativamente moderado del Tercer Reich hacia los negros se basó en la decisión de explotarlos políticamente para marcar un contraste con las políticas segregacionistas vigentes en los Estados Unidos y así marcar puntos a su favor en la corte de la opinión pública mundial. En 1933 la cancillería alemana afirmó: “No olvidemos, ahora que las acusaciones contra Alemania por la cuestión judía están comenzando a aplacarse un poco, que no podemos permitir que la cuestión de la gente de color provea nueva substancia a la propaganda enemiga en la lucha contra la nueva Alemania”. Los negros fueron reclutados para participar en películas con claros fines políticos: principalmente fueron usados para denigrar a los Estados Unidos y a la vez para promocionar el colonialismo alemán en el norte de África.

En la década de 1920, Alemania contaba con una alta población de entretenedores extranjeros, particularmente afro-americanos. Antes de la llegada de Hitler al poder, muchos artistas negros hallaron en Alemania el espacio cultural que les era negado en su propia casa del otro lado del Atlántico. En 1931 se adoptó una ley que limitaba la contratación en suelo alemán de músicos foráneos, algo que impactaría severamente en este grupo de artistas afro. Con el advenimiento del nazismo, paradójicamente, muchos artistas negros obtuvieron empleo como actores en películas, documentales y shows de entretenimiento. La representación de los afro en los films nazis era caricaturesca, en parte orientada a advertir contra la integración de los negros en la sociedad alemana, y en parte para usarlos como sustitutos de nativos africanos en los films coloniales. En ciertos casos, prisioneros de guerra negros participaron como extras en documentales nazis. Descontando estas instancias, los actores afro-alemanes estaban generalmente bien remunerados en la industria del cine alemán.

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El jazz, género musical surgido de los pobladores negros de las plantaciones norteamericanas, fue rechazado como música degenerada propagada por negros y judíos. Ya en 1930 en Turingia, cuando los nazis tomaron la gobernación, prohibieron “las bandas de jazz y la música de tambores, danzas de negros, canciones de negros, obras de negros”. En 1932 se prohibió en Alemania la contratación de músicos negros. Un crítico de música llamó al jazz “el invento de un negro en Chicago”. Para mediados de la década todos los músicos negros de jazz tenían prohibido tocar en Alemania, entre otros, Louis Armstrong, Duke Ellington y Coleman Hawkings. Incluso la cantante clásica Marian Anderson no pudo entrar a Alemania durante su tour europeo de 1935-1936 debido al “color de su piel como una negra”. En 1938 un diario alemán arengaba: “No tenemos simpatía por idiotas que quieren trasplantar la música de la jungla a Alemania… La música negra debe desaparecer”. Goebbels tildó al jazz como “el arte de lo subhumano”. En los años treinta los nazis intentaron crear un formato de jazz ario; el experimento fracasó. En 1941 produjeron un film de propaganda contra el jazz titulado “Alrededor de la Estatua de la Libertad” que incluyó a músicos negros. Al año siguiente se prohibieron todos los discos de naciones enemigas, incluyendo obviamente al jazz de los Estados Unidos.

La actitud dual -despreciativa y manipulativa- del Tercer Reich hacia la comunidad negra se cristalizó durante los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín. El Comité Olímpico Internacional había concedido a Alemania el privilegio de ser anfitrión del máximo encuentro deportivo mundial en 1931, dos años antes del ascenso del nazismo al poder. Desde entonces, y especialmente a partir de 1935 luego de la adopción de las leyes de Núremberg, agrupaciones judías, afro-americanas, progresistas y sindicatos se manifestaron en contra de la celebración de las olimpíadas en Berlín y pidieron por un boicot. Pero el COI descartó esos llamamientos e incluso varios deportistas negros y judíos decidieron participar en los juegos. Destacados deportistas afro-americanos como Jesse Owens, Ralph Metcalfe y Eulace Peacock defendieron la idea de asistir a Berlín sobre la base de que su triunfo serviría para socavar las teorías raciales de los nazis. Los nazis consideraban a los negros como seres intelectualmente inferiores pero al mismo tiempo físicamente fuertes en función de la condición animalesca que les atribuían. Atento a la sensibilidad internacional, en agosto de 1936 el Ministro de Propaganda del Reich, Joseph Goebbles, instruyó a la prensa alemana a abstenerse de difamar a los deportistas negros: “El punto de vista racial no debiera ser usado de modo alguno al informar sobre los resultados deportivos; por sobre todo no se debe reportar de manera insensible sobre los negros”. Goebbels aludía a los participantes afro-americanos pues no había afro-alemanes que fuesen miembros de equipos alemanes en los juegos. (Aunque sí hubo un peso-pesado negro, Louis Brody-Alcolson, que integró el equipo nacional de boxeadores alemanes). Estados Unidos envió a dieciocho deportistas negros en su representación a las olimpíadas nazis y seis de ellos obtuvieron medallas de oro, plata y bronce. Famosamente, Hitler rehusó saludarlos conforme el protocolo demandaba.

Extrañamente, el más condecorado entre ellos, el corredor Jesse Owens, dijo posteriormente: “Yo creo que Hitler es un hombre noble”.

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Ese mismo año aconteció otro hecho que puso a las cuestiones raciales en el tapete del debate internacional. En junio de 1936 tuvo lugar en el Yankee Stadium una pelea entre el afro-americano Joe Louis y el alemán Max Schmeling. Este último representaba al estado nacional-socialista a nivel mundial. En la guerra sería paracaidista del ejército alemán pero no se había afiliado al Partido Nazi y tuvo un manager judío durante toda su carrera. Cuando Schmeling noqueó a Louis la prensa nazi exaltó el orgullo ario. “La victoria de Schmeling no fue sólo deporte. Fue un asunto de prestigio para nuestra raza” afirmó el semanario Das Schwarze Korps. “El negro es de naturaleza esclava”, redactó Der Welktkampf, “[Schmeling] contuvo la arrogancia del negro y claramente probó la superioridad de la inteligencia blanca”. Goebbles inmortalizó el resultado en una película masivamente divulgada con el título “Max Schmeling´s Sieg-Ein Deutscher”. Dos años más tarde, en 1938, hubo un rematch y Louis derrotó a Schmeling en apenas dos minutos del primer round. En esta oportunidad, los nazis silenciaron a su prensa.

Miembros de la comunidad negra formaron parte de la resistencia anti-nazi. Johnny Voste luchó contra los nazis en Holanda y Bélgica, fue capturado y enviado a Dachau en 1942. Joseph Bile debió exiliarse y activó contra Alemania desde el extranjero. Hilarius Gilges se unió a la juventud comunista alemana y militó contra el nazismo hasta que fue arrestado y asesinado en Düsseldorf. Johnny Nicholas fue un espía de la resistencia francesa encargado de hallar a pilotos ingleses derribados en Francia. Una amante despechada lo delató a la Gestapo. Murió en 1945 por las varias heridas sufridas durante su cautiverio. Josephine Baker fue la más prominente espía francesa negra de entonces. Dotada cantante conversa al judaísmo al casarse con Jean Lion, fue reclutada por el servicio secreto francés y pasó valiosa información sobre las tropas alemanas. Su trabajo clandestino la llevó de Francia a Portugal, Marruecos, Argelia, España, Egipto, Siria, Palestina, el Líbano y Sudamérica.

La contracara de este heroísmo se corporizó en algunas personalidades afro que simpatizaron con el nazismo. Werner Egiomue fue un afro-alemán miembro de la Juventud Hitleriana y del ejército que dijo verse a sí mismo como un “pequeño führer” y durante una entrevista confesó haber estado “entre quienes movía mi esvástica durante el desfile por el cumpleaños del Führeren Berlín en 1936”. William Marcus Baarn fue posiblemente el único espía negro en las filas nazis. Fue apresado en Brasil en 1943. En los Estados Unidos, durante la década de 1930 el agitador Sufi Abdul Hamid, apodado el “Hitler negro”, ganó fama con sus exhortaciones para “hacer la guerra contra los judíos”. El diplomático y escritor Lonnie Lawrence Dennis describió, en 1939, a Hitler como “el más grande genio político desde Napoleón”, fue fotografiado al lado del líder nazi en una concentración en Núremberg en 1935. En 1944 fue juzgado en los Estados Unidos bajo cargos de sedición y afinidades filo-nazis. Cuando murió en 1977 la revista Life lo describió como “el intelectual fascista No. 1” de América. Y está también el caso del célebre politólogo W. E. B. du Bois quién fue invitado a Alemania en 1936 en un tour de promoción del estado nazi y al regresar fue criticado por intentar limpiar la imagen del Reich.

Con sus luces y con sus sombras, sus héroes y sus anti-héroes, sus privilegios y sus castigos, al observar el papel que los nazis atribuyeron a los negros en el deporte, la música, la propaganda y la sociedad alemana, emerge una cierta noción del derrotero de la comunidad afro durante la era nazi. Históricamente maltratado, el colectivo negro atravesó los años oscuros del Nazismo en Alemania y prevaleció.

Bibliografía consultada
Ashe, Arthur Jr. A Hard Road to Glory: A History of the African American Athlete, 1919-1945 (Warner Books, 1988).
Blackshire-Belay, Carol Aisha. The African-German Experience: Critical Essays (Praeger: 1996).
Friedlander, Henry. Origins of Nazi Genocide: From Euthanasia to the Final Solution (University of North Carolina Press: 1995).
Lusane, Clarence. Hitler´s Black Victims: The Historical Experiences of Afro-Germans, European Blacks, Africans, and African Americans in the Nazi Era (Routledge: 2003).
Zwerin, Mike. La Tristesse de Saint Louis: Jazz under the Nazis (Beech Tree Books: 1987).

Fuente:Journal Nuestra Memoria