El último tren

THOMAS L. FRIEDMAN

Cuando el secretario de Estado John Kerry inició su vigoroso esfuerzo para forjar una paz entre Israel y los palestinos, yo argumenté que era el último tren para una solución de dos Estados. Si no funcionaba, significaría el fin del concepto vertical y diplomáticamente construido de dos Estados como una solución al conflicto. Para los israelíes y los palestinos, el próximo tren sería el que se precipitara sobre ellos.

Bueno, ahora está llegando a la Vía 1.

Ese tren apareció primero en la guerra de Gaza y pronto pudiera estar dirigiéndose hacia Cisjordania. Apenas la semana pasad, un palestino de Jerusalén Oriental mató a un israelí de tres meses de edad e hirió a otras siete personas cuando deliberadamente lanzó su auto contra una estación del tren ligero.

¿Puede evitarse una colisión mayor? Washington no puede. Solo pueden hacerlo los israelíes y los palestinos actuando por su cuenta, directamente entre sí, con verdadera imaginación, para convertir lo que es ahora una “interdependencia poco sana” en una “interdependencia sana”.

“¡Nunca sucederá!”, dirán. Realmente, ese modelo ya existe entre los ambientalistas israelíes, palestinos y jordanos – les contaré al respecto en un segundo – y el ejemplo que ponen es la mejor esperanza para el futuro.

He aquí por qué: La derecha israelí hoy, encabezada por el Primer ministro Bibi Netanyahu, tiene algunos argumentos realmente firmes para mantener el status quo; argumentos que a largo plazo son fatales para Israel como un Estado democrático judío.

“Es la definición de tragedia”, dijo el filósofo de la Universidad Hebrea Moshe Halbertal. “Se tienen todos estos argumentos realmente buenos para mantener un status quo que te destruirá”.

¿Cuáles argumentos? Israel está hoy rodeado en cuatro de cinco fronteras – sur de Líbano, Gaza, Sinaí y Siria – no por estados sino por milicias, vestidas de civiles, armadas con cohetes y anidadas entre los civiles. Ningún otro país enfrenta una amenaza así. Cuando los comandantes israelíes en los Altos del Golán ven hacia Siria hoy, ven a asesores militares rusos e iraníes, junto con unidades del ejército sirio y milicianos de Hizbulá procedentes de Líbano, combatiendo a milicias sunitas yihadistas; y los yihadistas generalmente están ganando. “Están mucho más motivados”, me dijo un funcionario de la defensa israelí.

Ese no es un escenario que inspire a correr riesgos en Cisjordania, justo al lado del único aeropuerto internacional de Israel. El hecho de que Israel se retirara unilateralmente de Gaza en 2005 y Hamas asumiera el control ahí en 2007 y luego dedicara la mayor parte de sus energías a combatir a Israel en vez de construir a Palestina tampoco inspira a correr riesgos apartándose del status quo. Israel ofreció a Hamas un cese al fuego a los ocho días de iniciada la guerra de Gaza, pero Hamas eligió exponer a su pueblo a una enorme destrucción y muerte durante 43 días más, con la esperanza de generar presión sobre Israel para que hiciera concesiones a Hamas. Fue una locura; fracasó; y esa es la razón de que los residentes de Gaza estén tratando de huir del régimen de Hamas actualmente.

Diplomáticamente, el 17 de marzo, el presidente Barack Obama ofreció personalmente, cara a cara, ideas de compromiso sobre puntos difíciles en el marco de Kerry al presidente palestino, Mahmoud Abbas, y le pidió responder sin rodeos si las aceptaría. Obama sigue esperando una respuesta.

Netanyahu y Abbas actuaron cada uno sobre algunos temas, pero ninguno pudo aceptar todo el marco de Kerry. Así que el status quo prevalece. Pero este no es el status quo normal. Se vuelve más tóxico con cada día que pasa. Si Israel retiene Cisjordania y a sus 2.7 millones de palestinos, estará creando un Estado multinacional y multisectario aún más grande en sus entrañas, sin una religión/nacionalidad que domine a la otra; exactamente el tipo de Estado que está estallando en guerras civiles en todas partes a su alrededor.

Además, entre más se prolongue este status quo, más gigantesca será la expansión de los asentamientos de Israel en Cisjordania, fomentando más deslegitimación israelí en el escenario mundial. Justo después de la guerra de Gaza, en la cual Estados Unidos básicamente defendió a Israel, Israel anunció la confiscación de unos cuatro kilómetros cuadrados más de territorios cisjordanos para asentamientos cerca de Belén. “No hay de qué preocuparse”, dijeron funcionarios israelíes, explicando que este era territorio que Israel conservaría en cualquier acuerdo de dos Estados. Eso estaría bien si Israel también delineara el área que los palestinos recibirían; y dejara de construir asentamientos ahí, también. Pero no lo hará. Eso solo puede conducir a problemas.

“Irónicamente, la mayor parte de la actividad de los asentamientos israelíes en el último año ha sido en áreas que plausiblemente serán parte de Israel en cualquier mapa de paz”, dijo David Makovsky, miembro del equipo de paz de Kerry, quien ahora está de vuelta en el Instituto de Washington. “Sin embargo, si Israel se niega a declarar que limitará las actividades de asentamientos solo a esas áreas, otros tampoco harán la distinción. Más bien, se ha creado la percepción de que Israel no es sincero sobre la solución de dos Estados; avivando tristemente la campaña de deslegitimación europea. El mensaje de seguridad legítimo de Israel se pierde porque a algunos les parece que realmente gira en torno de la ideología”. Añade el ex negociador de paz estadounidense Dennis Ross: “Si uno dice que está comprometido con dos Estados, su política de asentamientos tiene que reflejarlo”.

Qué lástima, sin embargo, que “en lugar de tratar de pensar de manera imaginativa sobre cómo resolver este problema”, dijo Halbertal, Israel esté haciendo lo contrario; “atrayendo el problema geopolítico regional a nuestro propio patio trasero y empujando a un callejón sin salida a aquellos elementos en la sociedad palestina que prefieren la no violencia. Estamos sentándonos sobre una hoguera con el mejor de los argumentos”.

¿Alguien está tratando de forjar interdependencias sanas? La semana pasada, tuve una visita de EcoPeace Middle East, encabezado por Munqeth Mehyar, un arquitecto jordano; Gidon Bromberg, un abogado ambientalista israelí; y Nader al-Khateebm un experto en agua palestino. Sí, viajaron juntos.

Vinieron a Washington a advertir de la crisis del agua en Gaza. Con poca electricidad para desalinizar agua o añadirle cloro – y los residentes de Gaza han explotado excesivamente su único acuífero – el agua de mar está filtrándose tanto ahora que el agua dulce escasea. La gestión de los desechos también ha colapsado, de manera que las aguas no tratadas están siendo arrojadas al Mediterráneo, donde se mueven al norte con la corriente, amenazando al agua potable producida por la planta de desalinización de Israel en Ashkelon. Todo es un ecosistema. Todo está conectado.

Al norte, sin embargo, EcoPeace ayudó a inspirar – a través de la educación, la investigación y el activismo – a alcaldes israelíes, palestinos y jordanos para que rehabiliten el río Jordán, el cual habían convertido en una cloaca abierta. Desde 1994, Jordania ha almacenado agua en el invierno de su río Yarmouk en el Mar de Galilea de Israel, y luego Israel la regresa a Jordania en el verano; como un banco de agua. Demuestra cómo “anteriores enemigos pueden crear interdependencias positivas una vez que empiezan a confiar uno en el otro”, dijo Bromberg.

Y ese es el punto. La única fuente de seguridad duradera no son los muros, los cohetes, las votaciones de la ONU o las manifestaciones europeas. Son las relaciones de confianza entre los vecinos las que crean interdependencias sanas; ecológicas y políticas. Son las más difíciles de forjar, pero también las más difíciles de romper una vez que existen.

Fuente:oem.com.mx

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