70 años después de la Segunda Guerra Mundial, los niños de la guerra alemanes buscan a sus papás soldados

SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – En los últimos días del Tercer Reich, unos 250.000 niños fueron concebidos por soldados aliados de los EE.UU., Reino Unido, Francia o la Unión Soviética

Por Kirsten Grieshaber

La foto muestra varias fotos de familia, sin fecha, proporcionada por Paul Schmitz, hijo de un soldado de Estados Unidos de la Segunda Guerra Mundial, donde se lo ve de niño con su madre, centro de la imagen a la derecha. Paul Schmitz habló con The Associated Press sobre su padre y su vida en la Alemania post Segunda Guerra Mundial durante una entrevista en el Museo de los Aliados en Berlín. (Foto: AP)

BERLIN (AP) – Cuando Paul Schmitz era un niño pequeño, nunca entendió por qué los niños en su pequeño pueblo alemán se burlaban de él como “Yank” y le pegaban. Se enteró de adolescente: su padre era un soldado americano con el que su madre tuvo un romance en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial.

Schmitz nació unos cinco meses después de la victoria en el Día de Europa, cuando las fuerzas aliadas derrotaron a la Alemania nazi, el viernes hizo 70 años. Sería el comienzo de una vida como extraño, agobiado por el miedo, la discriminación y la soledad. Él es uno de los 250.000 niños de madres alemanas que quedaron embarazadas de soldados aliados de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia o la Unión Soviética cuando cayó el Tercer Reich.

Muchos de esos niños se han embarcado ahora en misiones para encontrar a sus padres.

“Yo era un niño de la vergüenza, un hijo del enemigo, a pesar de que fueron los estadounidenses los que nos liberaron”, dice Schmitz, un hombre tímido de 69 años, con una amable cara redonda. “Toda mi vida he sentido anhelo de mi padre, pero hasta hace poco tuve demasiado miedo de buscarlo activamente.”

Schmitz decidió empezar a buscar a su padre hace 10 años, entre cientos, quizás miles, de alemanes que se han lanzado a la búsqueda de sus padres soldados aliados en los últimos años. La búsqueda es a menudo dolorosa, pero también puede poner un punto final y responder a las persistentes preguntas sobre identidad y herencia. Cuando la generación de niños nacidos en el final de la guerra ha alcanzado la edad de jubilación, y sus hijos ya han crecido, se han organizado grupos de autoayuda utilizando herramientas de investigación de Internet para resolver el misterio de sus padres desconocidos.

“Casi todos los niños de la guerra comienzan su búsqueda solos, pasando noches frente a la computadora”, dijo Ute Baur-Timmerbrink, quien se enteró a sus 50 años que era hija de un oficial estadounidense. Ahora es parte del grupo Huella GI (GI Trace) que ayuda a otros niños de la guerra a buscar a sus papás – misiones que tienen éxito la mitad de las veces. Ha ayudado a decenas de niños de la guerra, y todavía recibe 10 solicitudes de asistencia por semana.

Muchos de los niños de la guerra se hacen mayores y sienten que tienen una última oportunidad para descubrir la verdad.

“Después de siete décadas, estas personas están en una etapa de su vida donde se hacen estas preguntas: ¿Quién soy?, ¿de dónde vengo, ¿cuáles son mis raíces”, dijo Silke Satjukow, un historiador que escribió un libro sobre los niños de la guerra. “Por supuesto, saben que lo más probable es que sus padres estén muertos, pero todavía esperan encontrar ‘familias ocultas,’ hermanos que nacieron después de que sus padres salieran de Alemania.”

Foto sin fecha suministrada por Paul Schmitz, hijo de un soldado de Estados Unidos de la Segunda Guerra Mundial, lo muestra de niño pequeño con su madre, a la derecha, y con sus tías. Schmitz habló con The Associated Press sobre su padre y su vida en la Alemania post Segunda Guerra Mundial. (Foto: Cortesía de Paul Schmitz vía AP)

Schmitz habla vacilante sobre su vida difícil, como niño huérfano en la Alemania de la posguerra. Sus ojos se llenan de lágrimas recordando las dificultades que enfrentó en una zona rural conservadora cerca de la frontera belga.

Le tomó años averiguar – en su pueblo de Kalterherberg – que era casi el único que no sabía que era un “bebé de la guerra”. Cuando tenía alrededor de 14 años, le preguntó a su madre por qué no tenía padre; ella lacónicamente le reveló la verdad. Unos años más tarde, le dijo que el nombre de su padre era John – pero por lo demás no hablaba de él.

La mayoría de los niños en la situación de Schmitz se sentían no deseados: las madres estaban avergonzadas y las fuerzas militares estadounidenses no querían tener nada que ver con ellos, diciendo que era un asunto privado. A menudo los propios padres tuvieron nuevas familias al volver a casa sin imaginar que podían tener un hijo al otro lado del Atlántico.

Para Schmitz, sólo después que su madre había muerto, y sus propios hijos ya eran grandes, encontró el coraje para buscar a su padre estadounidense.

La búsqueda lo llevó al pueblo belga de Sourbrodt, justo al otro lado de la frontera alemana de su pueblo, donde su madre Margaretha Schmitz, entonces de 32 años, fue evacuada por los estadounidenses en diciembre de 1944 durante la Batalla de las Ardenas – estratagema fallida de Adolf Hitler para dividir a los ejércitos aliados en el frente occidental.

En esta foto del 18 de marzo 2015, Paul Schmitz, hijo de un soldado de Estados Unidos de la Segunda Guerra Mundial, habla durante una entrevista con The Associated Press sobre su padre y su vida en la Alemania post Segunda Guerra Mundial en el Museo de los Aliados en Berlín, Alemania. (Foto: AP / Markus Schreiber)

Schmitz encontró una anciana que recordaba que su madre tenía amistad con un soldado llamado John, que formaba parte de un batallón médico. Con la ayuda de grupos de veteranos y archivos en los Estados Unidos, Schmitz identificó el batallón y finalmente se enteró de que su padre era John Kitzmiller, un médico de Harrisburg, Pensilvania.

Kitzmiller ya no estaba vivo. Pero Schmitz rastreó dos medias hermanas – y las conoció durante un viaje a los EE.UU. en 2011.

Lo llevaron de picnic en familia, compartieron fotos antiguas, le mostraron la tumba de su padre. Antes de partir, le entregaron un reloj viejo de su padre.

“Me dijeron que en Estados Unidos, siempre es el hijo el que hereda el reloj – y ese soy yo”, dijo Schmitz, con lágrimas en los ojos. “Ya no siento vergüenza. Hoy tengo un sentimiento de felicidad respecto a la familia”.

Fuente: The Times of Israel

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Silvia Schnessel: Silvia Schnessel es corresponsal de Enlace Judío en España. Docente y traductora, maneja el español, el hebreo, el francés, el inglés y el catalán. Es amante del periodismo, del sionismo y de Israel.