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AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO

 

Los órganos y fragmentos de piel formaban parte de una tétrica colección de cadáveres de judíos asesinados en una cámara de gas.

Setenta años después de concluida la II Guerra Mundial, aún se encuentran nuevas pruebas de los horrores cometidos por los nazis. En este caso, lo extraño es que no se hubieran descubierto hasta ahora. En el Instituto de Medicina Legal de Estrasburgo, han sido localizados en frascos de ensayos un intestino, un estómago y fragmentos de piel pertenecientes a la colección creada por el famoso médico alemán August Hirt, que durante la guerra realizó en la capital alsaciana numerosos experimentos letales con judíos procedentes de diversos campos de concentración de toda Europa.

El instituto había negado reiteradamente que quedaran restos humanos procedentes de esos experimentos, pese a que, el pasado enero, el médico y divulgador Michel Cymés se había basado en testimonios de varios investigadores para asegurar lo contrario. El historiador Raphael Toledano, autor de varios trabajos al respecto, ha sido ahora el protagonista del descubrimiento. Se ha basado en la minuciosa documentación elaborada tras la guerra por el profesor Camille Simonin por encargo de las autoridades militares de la época.

En una carta fechada en 1952, Simonin detallaba cada uno de los restos que había examinado en su día: 17 cuerpos y 225 fragmentos conservados en alcohol. El Instituto de Medicina Legal afirmaba que todos habían sido incinerados y enterrados en el cementerio judío de Cronenbourg, al oeste de Estrasburgo, en 1946. Ahora, las pesquisas de Toledano han conducido hasta una habitación cerrada y muy poco utilizada por el instituto y ahí estaban los restos que faltaban. Serán entregadas a la comunidad judía para su entierro.

Los órganos y fragmentos hallados eran parte de los 86 cuerpos seleccionados por Hirt. El médico nazi, nombrado durante la guerra director del instituto y convencido de que la exterminación de judíos sería total, recibió el permiso de Berlín para coleccionar los 86 esqueletos y muchos de sus órganos. Las víctimas fueron seleccionadas de diversos campos de concentración y enviadas al de Struthof-Natzweiller, el único existente en Francia construido a 50 kilómetros de Estrasburgo. Allí fueron asesinadas en la cámara de gas bajo la supervisión de Hirt.

Poco antes de acabar la guerra, y ante el imparable avance de los aliados, Hirt ordenó la decapitación de todos los cadáveres y la eliminación de todas las pruebas que pudieran identificar los restos, incluidos los números con los que eran tatuados los prisioneros de los campos. En uno de los frascos, sin embargo, quedó constancia de la referencia 107969. Como se comprobó de inmediato, correspondía al número del judío berlinés Menachen Tafel, procedente de Auschwitz. Hasta 2004, y gracias al empeño del periodista alemán Hans Joachim Lang, no se conoció la identidad de los 86.

Al campo de Struthof-Natzweiler fueron deportados más de 52.000 personas de toda Europa. Más de 22.000 murieron de hambre, frío, enfermedades o en la cámara de gas. Los prisioneros eran obligados a trabajar en una cantera cercana y en fábricas de armamento, en ocasiones construidas bajo tierra. Uno de los supervivientes es el resistente francés Pierre Rolinet, de 94 años. Cuenta ahora por teléfono que Natzweiller era “un eslabón de la industria de la muerte” de los nazis. “Los guardias nos trataban a golpes. Fui condenado a muerte por trasladar armas para la Resistencia. Me salvé porque me llevaron al campo en abril de 1944, pero enseguida me llevaron a Dachau ante el avance de los aliados. Me liberaron los americanos en abril de 1945”.

En abril pasado, el presidente François Hollande participó en Natzweiller en los actos para conmemorar el 70 aniversario del fin de la guerra. Allí, en presencia de Rolinet y su esposa, rindieron homenaje a las víctimas del nazismo en el campo y especialmente a los 86 asesinados por Hirt. La pista del médico nazi se perdió en 1946.

 

 

Fuente:elpais.com