MAY SAMRA Y MIRIAM BALEY PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – En  entrevista con Enlace Judío, Lillian Liberman, directora del documental “Visa al paraíso” responde al artículo de  Daniela Gleizer , en el que expresa  una opinión controversial acerca de quien fuera Cónsul mexicano en Marsella en la época de la II Guerra Mundial,  Gilberto Bosques. Extractos de dicho artículo fueron publicados en Enlace Judío.

Le preguntamos a Liberman:

“En un artículo, Daniela Gleizer dice que México no es este país de puertas abiertas que nos han pintado y que, de hecho, la historia de Gilberto Bosques no es tan bonita o rosa como nos la imaginamos. ¿Qué hay de cierto en eso?”

Lillian Liberman: “Mira, yo siento que Daniela, desde hace muchos años, reprocha a Lázaro Cárdenas, el no haber dejado bajar los pasajeros de un barco en Veracruz. Y es cierto, es un barco que tocó varios puertos y que en ninguno lo dejaron bajar. Y yo le pregunté a una persona que era muy cercana a la familia de Cárdenas, por qué no los dejaron bajar, y me dijo que porque había la información, no sé si fidedigna o no, de que venían espías alemanes. Todo el mundo era espía en ese entonces pero el mensaje era que había gente peligrosa en ese barco.

Daniela lo sacó a la luz hace muchos años  y, desde entonces, es como si ella le estuviera reclamando continuamente a México, “¿Cómo te atreves a decir que eres un país de asilo si no recibiste a ese barco?”.

Hubo otro barco llamado El Quantas y que estuvo también en Veracruz y, luego, llegó a Nueva York, donde la esposa de Roosevelt le pidió a su marido que dejara bajar (a los pasajeros) . Y lo hizo. Y, al principio, ésa era la batalla de Daniela.

Después, en su tesis de licenciatura, ella analiza la política de inmigración de México de los años en que Cárdenas era presidente. Y yo te voy a decir: mis padres llegaron en 1926, que era la época de Calles, y muchísimos judíos llegaron en esa época. Sin embargo, estaba limitada la entrada de los judíos a México. Desde Calles existían leyes en contra de que vinieran los judíos a México, pero Daniela lo tomó como una bandera.

Sobre los líderes de las revoluciones latinoamericanas, todos llegaron a estar en México: Sandino, Haya de la Torre, Martí, Castro e, incluso, el mismo Trotsky. Todos, en algún momento, se resguardaron en México. Muchísima gente se asiló aquí.

Pero en política, en términos oficiales, sí había una política en contra de la llegada de los judíos porque decían que no se integraban y los acusaban de todo, que si en los negocios… Yo vi cartas de protesta que decían que los judíos venían a México y les quitaban el negocio; que vendían en Veracruz y en Guanajuato… Yo conozco esas cartas. Pero, bueno, en todo el mundo la gente no quiere que lleguen los extranjeros porque les van a quitar el mini pedazo de pastel que hay.

Sin embargo,  nadie le va a quitar a Don Gilberto el lugar que tiene. Porque yo tengo todos los testimonios. En la película hay 16 personas pero entrevisté más o menos a 24. No todos entraron en la película. Pero absolutamente todos, todas las personas que conocieron a don Gilberto, todas se expresan maravillosamente de él. De cómo trató a sus padres, de todos los servicios que les daba, de cómo atendía a personas enfermas que no estaban en los castillos porque estaban perseguidos por la Gestapo, y entonces él mandaba médicos y medicinas. Y en el artículo que publicó Daniela lo último que leí a mí me daba “pena ajena” porque ahí ya, con todas las letras, dice que don Gilberto era un burócrata, lo cual… yo tengo a Claudia Bodek diciéndome “no era un burócrata común y corriente porque para haber hecho lo que hizo no era un burócrata”.

Pero Daniela insiste, y se encontró unos documentos de una comunidad judía que dice que negociaban con él y don Gilberto no se prestaba. Pero, lo que sí me contó don Gilberto, que no está en la película pero que lo tengo grabado y dicho por él y que va a estar en el libro que se va a publicar fue todos los judíos a los que Gilberto ayudó con papeles para que salieran de Europa, no para que vinieran a México. Muchísimos se fueron a Inglaterra, a Canadá… yo recibí un mail de un señor en Canadá que me dijo “gracias por contarme mi historia porque yo llegué a México y nací en México, llegamos a Canadá después, pero nunca supe cómo fue que mi papá llegó a México”. El yerno de este señor de Ottawa me mandó la lista de los que venían en el barco en el que venía su papá. Ahí venía el papá de Leo Zuckerman y venían no sé cuántos judíos pero hay una carta de Comité Central Israelita de México tan bonita… el que les daba el dinero era la Joint Association y entonces le explican a ésta cómo usaron el dinero. Y le dicen “llegó un barco con equis número de personas, por ejemplo, 174. Setenta y tantas eran judías y los otros, no, pero también les dimos el dinero para que llegaran a la Ciudad de México”. Una cosa hermosa.

Muchos llegaron a México y luego se fueron; mucha gente tenía familiares en países de América Latina. Una vez me hicieron una entrevista de la televisión venezolana y yo empecé a contar la historia, y la chava paró la entrevista y se puso a llorar. Y me dijo, “mi abuelo venía en esos barcos, y no sé cómo vino a dar a Venezuela, pero es ésa historia”. Y se puso a llorar ahí mismo. O sea que no sabemos toda la gente a la que tocó don Gilberto. Salvó a mucha gente que no era oficialmente de Relaciones Exteriores la entrega de la visa.  Era nada más para que pudieran salir, y a muchos nada más les dio papeles para que pudieran vivir en Francia y que, cuando la Gestapo los parara, les dijeran “ya me estoy yendo a México”.

Había una sola ley a la que se acogió don Gilberto, que decía que si un país te tomaba a su cargo, ya la Gestapo no te podía apresar. Entonces, él les firmaba hojas, que muchos cónsules hicieron eso, en las que decía que México acogía a esa persona y esta persona ya tenía trabajo en México y ya iba a venir, que nada más quedaba el trámite de hacer sus papeles, lo cual no era cierto. Les nombraron las “visas Bosques” y las entregó de a montones.

A mí me comentó que una vez llegaron ahí cincuenta italianos que se fueron a crear el Movimiento de Resistencia en Italia. Y luego llegaron unos 50 austriacos y, otra vez, hizo 50 papeles para que la Gestapo no se los pudiera llevar. Y te juro que el cuate hacía una cantidad de ese tipo de papeles.

LOS NÚMEROS

Daniela quiere ver lo que ella quiere ver; el abstract es tan manipulador que nunca menciona a los más de 20,000 españoles a los que salvó. Entonces, te dice “de 45,000 a 380 hay una gran distancia”. Sí, pero en medio hay 20 o 25 mil españoles que no los puedes dejar de contabilizar porque también eran antifascistas y porque muchos judíos vinieron con ellos porque estaban en España y en las Brigadas Internacionales. ¿Sabes cuántos judíos estuvieron en las Brigadas Internacionales? Pues era su lucha, la lucha contra el nazismo. Franco era lo mismo.

En realidad deben haber sido 25,000. ¿Te parece bien? 28,000. Como sea… No sé cuántos pero es un montón.

MÁS ACERCA DEL CÓNSUL MEXICANO

Y, además, la ayuda que prestó en otros niveles, que no necesariamente fueron las visas: les mandaba doctores y médicos, los escondió, los ayudó a ir de un país a otro. Hizo muchísimas cosas muy arriesgadas, y ahí están escritas en el testimonio que él me da. Pero Daniela no lo quiere ver. Yo no quiero entrar en conflicto porque no es algo mío. Ella tiene derecho a defender lo suyo; que lo siga defendiendo. Y yo defiendo al personaje que yo conocí y al que yo aquilaté.

Te voy a contar algo que me dijo fuera de cámara y que no hay manera de comprobarlo. Me contó que el gobierno francés les daba los cupones del aceite y de la harina y del azúcar y de todo para cada una de las personas que estaban en los castillos. Me dijo que eso era para los de los castillos pero Flori Clap estuvo en los castillos porque ellos venían de España. Entonces, por el menor pretexto, él los metía en los castillos porque era una forma de protegerlos, y que no estuvieran sometidos a las razias y para que tuvieran comida y ropa. Entonces, el gobierno francés les daba los cupones y, cuando no los usaba, se los regresaban al gobierno francés. En ese momento, había un gran mercado negro de esos cupones, así que el gobierno francés admiraba a México como no te lo puedo describir, por ese gesto.

Y otra cosa que me dijo fuera de cámara fue que, cuando llegó a México, en la estación Buena Vista, nunca tocó el piso. Lo cargaron en andas y luego se subió al coche. Nunca tocó el piso. Y había miles de personas en Buena Vista. ¿Tú crees que si hubiera sido un burócrata, uno más, como quiere convencernos Daniela, la gente hubiera vivido esa experiencia así?

Y, además, Friedrich Katz, que es paisano, que es un historiador de primer orden, de una objetividad, claridad y lucidez tales, es el que me cuenta muchas de estas historias. Su papá era un gran admirador de don Gilberto. Y el papá lo llevó a él a la estación de Buena Vista cuando llegó don Gilberto, y también lo llevó para que viera las hordas austriacas dándole la bienvenida a Hitler cuando ocupó Viena. Él era un testigo de la historia, y se expresaba de don Gilberto de una manera impresionante.

Cuando vi la ceremonia que le hicieron a Gilberto Bosques el otro día en Relaciones Exteriores, dije “que digan lo que quieran pero la memoria de toda esta gente que tiene un vínculo personal con esta historia, que no es que alguien se lo platicó, sino sus papás, sus abuelos, ellos mismos…” porque me fui a tomar algo de beber con un doctor que, en un año, cruzó de España a Francia. Y todos ellos se sienten con una deuda a don Gilberto.

Daniela  me ha pasado muchos “tips” increíbles. Por ejemplo, me contó de Álvarez del Castillo, que era Cónsul en Portugal, y que pidió permiso para hacerles papeles a los judíos y México le dio la orden de que sólo a 200. Tenía que hacer 200 pasaportes porque no tenían. Entonces, hizo la serie A de los 200 pasaportes, y la serie B y la C, y mandó creo que a 700 judíos en un barco a México. Y casi le “cuesta la chamba” porque México le pidió explicaciones y Bosques escribió una carta divina diciendo “yo no podía dejar a su suerte a esta gente que no tenía ninguna protección”. Y ésa me la contó Daniela, entonces digo: ” Hace mucha falta al mundo oír más historias así”.