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El segundo principio, monoteísmo, consiste en creer que Dios es UNO.
RABBI YOSEF BITTON
El monoteísmo incluye también otro elemento muy importante, que está explícitamente indicado en el Segundo de los Diez Mandamientos: “No tendrás otros dioses delante de Mí”.
Este elemento, exclusividad, es la forma en que el pueblo judío practicó el monoteísmo desde el comienzo.  Y en este sentido, el monoteísmo fue quizás el valor que más protegió al pueblo de Israel durante su larga historia. Y también el que más caro le costó…
Para comprender con más profundidad estos dos ángulos del monoteísmo, debemos primero entender qué es el “sincretismo”. En la antigüedad era muy común que los pueblos lucharan permanentemente unos contra otros.  Había muy pocos períodos de paz. Mucho, muchísimo menos, de lo que hay ahora. Los imperios se levantaban sobre las ruinas de otros imperios, y trataban continuamente de conquistar a todos los pueblos a su alrededor. Este tipo de guerras de conquista era la forma que los imperios o los pueblos poderosos se enriquecían: especialmente con los impuestos que cobraban a los pueblos conquistados, los esclavos que conseguían, etc. Cuando un pueblo conquistaba a otro, aparte de cobrarles altísimos impuestos también imponían su religión, sus dioses. Pero, cuando imponían sus dioses no demandaban que el pueblo sometido se deshiciera de sus ídolos locales. Simplemente exigían que ahora sirvieran también o en primer lugar, a los dioses de ambos pueblos. Esto era extremadamente común y nadie lo veía mal. ¿Qué diferencia existe entre servir a 5 o a 10 dioses?  Servir nuevos dioses no era sólo la prerrogativa de los derrotados. Así, cuando los asirios conquistaron a los fenicios, impusieron a su dios Marduk, pero también adoptaron al dios fenicio Melkart, que estaba de moda en todo el mediterráneo.
A este fenómeno, servir simultáneamente a dioses de dos religiones diferentes, se lo conoce como “sincretismo”.
El sincretismo también era muy común cuando dos o más pueblos querían forjar una alianza para unirse contra un enemigo común. Adoptar a los dioses de otros pueblos, sin renuncias a los propios, era un gesto de amistad entre los pueblos.
El sincretismo era la norma aceptada entre todos los pueblos del mundo, con una sola excepción: Israel.
El monoteísmo de la Torá no solo se opone al politeísmo, sino también al sincretismo.   Cuando Alejandro Magno conquista Yehudá, allá por el año 350 aec, demandó, como lo más natural que los Yehudim colocaran una estatua de Zeus en su Templo. Y no podia entender cómo y por qué los Yehudim estaban dispuestos a sacrificar sus vidas antes de aceptar a Zeus. Al fin y al cabo, razonaba Alejandro, ¡no les estamos exigiendo que dejen de servir a su Dios, sólo debían aceptar un dios adicional, como lo hace el resto del mundo!
Muchos historiadores dicen que el rechazo al sincretismo que practicaron nuestros padres,  y por el cual estaban dispuestos a entregar sus vidas, contribuyó a crear los primeros sentimientos anti judíos. ¿Por qué? Porque los pueblos del mundo no comprendían que la creencia en un sólo Dios implica también servir a ese Dios en “exclusividad”. Entonces, no era de extrañar que los pueblos gentiles nos percibieran como “intolerantes” o “intransigentes”.
No conocían el concepto de exclusividad que se desprende del segundo de los Diez Mandamientos. Y sin esta exclusividad el pueblo judío hubiera desaparecido hace ya mucho tiempo atrás. Nuestros valores y principios se hubieran diluido y mezclado con multiples culturas y religiones.  De haber renunciado a la práctica del monoteísmo ח”ו, estaríamos ahora donde están los fenicios, los asirios y los griegos. En los museos de historia antigua.
Fuente:halaja.org