ADOLFO S. RUIZ

Casi todos los sombreros (siempre negros en señal de respeto a Dios) que rabinos y judíos ultraortodoxos estadounidenses com­pran en el mítico Kova Quality Hatters, en el barrio neoyorkino de Brooklyn, proceden de Salteras, una modesta localidad a 15 kilómetros de Sevilla. La firma Fernández y Roche fabrica más de 15.000 al año para cubrir a los satmar, la más numerosa de las sectas jasídicas judías, que cuenta con más de 150.000 miembros.

Ultraortodoxos
Por todas partes. Unos muchachos ultraortodoxos judíos bailan en la calle durante una colecta para el colegio en la fiesta de Purim, en Londres (Dan Kitwood – Getty)

SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Las familias acuden a los almacenes Kova a comprar un roche cuando el niño cumple 13 años. Comprar un roche significa, literalmente, comprar una cabeza porque roche (rosh, NdeE) es cabeza en hebreo.

Industrias Sombrereras Españolas (Isesa), la fabricante de los roche, se fundó en 1885. Llegó a tener 600 trabajadores a finales del siglo XIX y sobrevivió a los cambios de la moda que relegaron los sombreros.

Los roche fueron una salvación, al igual que los sombreros cordobeses de ala ancha que tanta salida tienen en Japón, las monteras de los toreros y los sofisticados sombreros que las mujeres lucen en carreras de caballos como la de Ascot, por la que desfilan la familia real británica y la aristocracia de la cuna y el dinero. Miguel García Gutiérrez, director gerente, reconoce: “Sería muy difícil que nuestra empresa pudiera sobrevivir sin el mercado de sombreros para rabinos”.

A mediados de los años ochenta, Albert Ehrman, dueño de Kova Quality Hatters, el mayor distribuidor de sombreros de Estados Unidos, viajó a Andalucía atraído por la buena fama de sus sombrereros. Se había quedado sin un proveedor y la calidad de la firma italiana Borsallino, hasta entonces su principal fuente del producto, se había deteriorado. Terminó encantado con lo que vio en la fábrica de Sevilla, entonces situada en pleno centro histórico de la ciudad, y firmó un contrato que aún se mantiene.

De los 15.000 roches que Isesa exporta cada año, más de 10.000 van a Estados Unidos y el resto, a Israel. La exportación de estos sombreros para rabinos y ultraortodoxos supone el 60% de la producción. La empresa tiene hoy 35 trabajadores y factura 2,5 millones de euros. No ha dejado de crecer en estos años de crisis económica. Miguel García explica que sus clientes judíos “son tremendamente fieles y honrados a la hora de pagar, pero muy duros cuando negocian”. Un cambio de tono en el color negro o una variación de milímetros en el ala justifican la devolución de un pedido.

Hay tres tipos de roches: Clergy, Bent Aup y Snap Brim. El más popular entre los rabinos es el Clergy, que se vende por 175 dólares.

Los satmar proceden de Hungría y Rumanía. Huyeron a EE.UU. después de la Segunda Guerra Mundial y se asentaron en Williamsburg (Brooklyn), guiados por el rabino Teitelbaum, uno de los pocos que pudieron escapar de Auschwitz. Hoy son 80.000. Jerusalén y Londres tienen otras importantes comunidades, que crecen exponencialmente porque cada familia tiene una media de seis hijos.

Los hombres se cubren la cabeza dos veces, primero con la kipá y después con el sombrero para recordar que siempre por encima de ellos está Dios. Dos tirabuzones adornan la cabeza.

El sombrero es una señal de distinción. Los que llevan los satmar no se parecen, por ejemplo, a los de los Lubavitcher. Dentro de los propios satmar también hay diferencias. Los de Jerusalén utilizan piel de conejo –que da un tono más aterciopelado– y los de Nueva York, piel de liebre.

Algunos grupos llevan sombreros con cintas satinadas alrededor del casco que se recogen en un lazo que unos llevan en el lado derecho y otros en el izquierdo, y esas diferencias están escogidas así por los líderes de las diferentes comunidades.

Ante tantas variedades, Isesa no tiene más remedio que fabricar los sombreros a mano. Cada uno se hace de una sola pieza, con pelo de animal –conejo, liebre o castor– que se lija con escamas de tiburón y un único aditivo: laca de un árbol de India que sirve para endurecer la materia prima.

Fuente: La Vanguardia – Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico