FAWZIA ZOUARI / ENLACE JUDÍO MÉXICO -Son los días en que me despierto ante la imagen de hombres de barba hirsuta listos para matar en nombre de Dios y en que me quedo dormida con el sonido de las explosiones salpicadas de versos coránicos.

Son los días en que miro a los cadáveres que cubren las calles de Bagdad o Beirut por culpa de los terroristas suicidas; en que los jeques lisiados y ciegos se atribuyen el derecho de emitir fatwas porque están llenos de odio y de sed de sangre; en que veo niñas pequeñas que corren, unas para proteger el cuerpo de su madre lapidada, y otras para evitar que las casen a los nueve años.

Y días en que escucho a madres cristianas que sollozan mientras explican que desde que sus hijos se convirtieron al islam se niegan a tocarlas con el pretexto de que son impuras.

Días en que escucho los gritos de padres musulmanes que no saben por qué sus hijos se fueron a morir voluntariamente a Siria. Días en que veo a hombres pasearse por los suburbios de Alepo, Kalashnikov bajo el brazo, deleitándose con la idea de recibir a una niña nativa de las afueras de Túnez, o de Londres, y que piensan que violarla les dará entrada al paraíso.

Días en que veo a Bill Gates gastar dinero en los niños de África, y a François Pinault patrocinar a los artistas del continente, mientras que los jeques de los países del Golfo malgastan su fortuna en casinos y casas lujosas; y los magnates de Magreb ni siquiera piensan en los desempleados que se mueren de hambre, en los poetas que viven en la clandestinidad, en los artistas que no tienen dinero ni para comprar un pincel.

Y todos aquellos creyentes que piensan que son los inventores de la pólvora, pero que no saben cómo hacer un nudo de corbata, por no hablar de su incapacidad para usar una tableta o un coche.

Los mismos que creen ver los milagros de la ciencia cifrados en el corán, pero que carecen de los conocimientos más rudimentarios para prevenir enfermedades.

¡No! Gritan a Occidente estos predicadores llenos de vomitiva arrogancia, pero no pueden prescindir de las computadoras portátiles, las medicinas modernas y el progreso en general.

Y la cacofonía de las “revoluciones” que caen en manos oscurantistas como el fruto cae del árbol.

Los islamistas que hablan de democracia y no creen una palabra de lo que dicen, que afirman respetar a las mujeres y las tratan como esclavas.

Y esos bultos informes detrás de los velos que agachan la cabeza sin darse cuenta de la trampa en que viven, y que reivindican su condición de co-esposas, complementarias, ¡menos que nada!

Y las “niqabeadas” que, en Europa, derivan un placer maligno de escandalizar a los buenos galos, a los buenos belgas, ¡como si fuera una hazaña salir en traje de buzo! ¡Como si fuera una manera de enaltecer al Islam salir en público con un atuendo retrógrada.

Esos días, en fin, en que busco una salida y no la encuentro por ninguna parte, ni siquiera entre una élite árabe intelectual que lanza diatribas en los medios de comunicación mientras ignora la situación de los campesinos, que lanzan críticas durante el día y terminan en los bares por la noche, que hablan de principios y se venden por unos pocos dólares, ¡que hacen ruido y que no sirven para nada!

Este ha sido mi momento de rabia contra los míos. Espero que Occidente abra los ojos.

Fuente: “Jeune Afrique”

Fawzia Zouari, escritora y periodista tunecina, doctora en literatura francesa y literatura comparada por la Sorbona.