ALBA LOSADA

A sus 70 años, Irmela Mensah-Schramm lleva 3 décadas eliminando símbolos nazis de las calles de Berlín. Y no piensa parar.

“Me persigue en sueños. Aunque quisiera, no creo que pudiese parar. Si veo algo, tengo que sacarlo”, dice Irmela Mensah-Schramm. A sus 70 años, ha pasado tres décadas eliminando los símbolos nazis y eslóganes antisemitas de las calles de Berlín. Y sigue haciéndolo.

De pelo blanco y apariencia risueña, camina con una bolsa de lona en la que está escrito el mensaje “contra nazis”. Cada día tiene la misma misión: encontrar mensajes que susciten el odio. Los busca en estaciones de tren, en buzones, en farolas y en máquinas de condones, entre otros. Una vez localizados, les hace una foto y los hace desaparecer tapándolos con spray o borrándolos con un raspador. Así dejan de existir.

Después los anota en su libreta. “72,354 en los últimos años,” comenta entre la satisfacción y la tristeza. “Es bastante fuerte.”

Se trata de una misión para la que ha invertido casi media vida y cuya prioridad es eliminar los mensajes que puedan ofender a otros grupos de personas.

La primera vez que lo hizo fue en 1986. Pero ahora, con la migración masiva de refugiados, la activista ha notado un aumento notable tanto en la cantidad de mensajes racistas como en el número de grupos involucrados.

En el último año, un millón de migrantes llegó a Alemania y esto ha movilizado a algunos grupos de ultraderecha. Esta evidencia ha sido reflejada en un informe elaborado recientemente por el gobierno alemán, que sostiene que los ataques a hogares de refugiados se han multiplicado por 5, hasta un promedio de casi 3 por día.

“Antes de la crisis de los refugiados ya había un montón de pegatinas, pero eran diferentes. En los últimos tiempos he encontrado relativamente pocos mensajes antisemitas porque, ahora, los refugiados son vistos como el nuevo enemigo”, recordó Mensah-Schramm.

Su actividad también le ha comportado algunos riesgos. Durante su trayectoria, se estima que ha sido asaltada 3 o 4 veces, pero también felicitada por extraños que agradecen su labor. De hecho, su reconocimiento ha ido más allá de a calle. El año pasado fue galardonada con el Premio de la Pazz Gottinger.

Con esta exhaustiva actividad, no es de extrañar que haya acumulado la colección de símbolos de ultraderecha más extensa de Alemania. Incluso, 100,000 de éstos forman parte de la exposición Pegatinas antisemita y racistas desde el 1980 hasta hoy. “Ella tiene más que cualquier archivo estatal”, dijo Isabel Enzenbach, la comisaria de la exposición en el Museo de Historia Alemán.

“Es un poco obsesiva,” dijo la Sra Enzenbach. “Pero todos los coleccionistas lo son.”

A medida que las tensiones por la llegada de refugiados aumentan, su actividad ha adquirido aún más trascendencia. Algunos incluso están siguiendo su ejemplo, como el dueño de una tienda de pintura de graffiti de Berlín, Ibo Omari. En su caso, fundó una organización que ha patrocinado a artistas para convertir 20 esvásticas en arte callejero.

“Ella es la abuela de este proyecto. Es mucho más experimentada que nosotros. No está conectada digitalmente como nosotros, pero debería haber sido apoyada años atrás”, reconoció Omari en un vídeo en el que transforman consignas nazis en arte.

Además de eliminar los símbolos que atentan contra los derechos humanos, también realiza talleres y visitas a aulas para hacer llegar su mensaje a los jóvenes. De esta forma, los valores que impulsan su actividad prevalecerán en las nuevas generaciones.

“Si no lo hago yo, ¿quién lo hará?”

Fuente:playgroundmag.net