El pasado 9 de noviembre, en la Biblioteca Rosario Castellanos, se realizó la presentación de la novela A donde tú vayas, iré, de la escritora mexicana Victoria Dana.

 

AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO –Siria, 1912. Latife, una hermosa niña de ocho años, vive con sus padres en Damasco. pesar de pertenecer a la —aún— opulenta comunidad judía, su familia se ve condenada a la miseria y al ostracismo debido a que su madre jamás pudo concebir un hijo varón. Tras la repentina muerte de su madre y el abandono de su padre, es acogida en la casa de un rico benefactor, donde encuentra la tranquilidad y, tras convertirse en mujer, también el amor.

La guerra, producto del Imperio Otomano, pone fin a la libertad y a la paz de los sirios, arrasando a su paso con la mítica ciudad de Damasco. La última oportunidad de Latife para encontrar la felicidad depende de un gran viaje a un destino muy lejano: México será la Tierra Prometida no sólo para Latife y su familia, sino para varios habitantes del Sham, quienes tendrán que reajustar su vida a nuevas y extrañas tradiciones, a pesar del dolor y la incertidumbre que esto conlleva.

A dondevayas, iré no sólo nos ofrece a una protagonista entrañable cuya historia es un pretexto para reivindicar el lugar de la mujer sin importar espacio ni temporalidad, sino que nos dota de ojos frescos para revisitar varios episodios que cambiaron el destino de la humanidad y que demuestran que, como dijo Marx parafraseando a Hegel, todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen dos veces: una vez como tragedia y la otra como farsa.

Victoria Dana, la autora de A dondevayas, iré es hija de inmigrantes sirios, nacida en la Ciudad de México. Es licenciada en ciencias de la comunicación social por la Universidad Anáhuac. Estudió teatro con el maestro Hugo Argüelles. Forma parte del taller literario del doctor Miguel Cossío Woodward, quien ha trabajado con toda una generación de escritores mexicanos contemporáneos. En 2012 publicó su primera novela, Las palabras perdidas. A donde tú vayas, iré es su segunda novela, con la cual trata de demostrar que sólo desentrañando los secretos del pasado podemos enfrentar el presente. A continuación reproducimos parte de los comentarios que hizo durante la presentación de esta obra.

Cada vez que se publica un libro debería ser una fiesta. Aunque hoy sea un triste día para el mundo, donde una vez más vemos triunfar el odio, el racismo y la intolerancia, estoy convencida de que sólo podremos combatirlo con las armas de la educación, la cultura y el arte. Por eso esta noche, a pesar de todo, es de fiesta. ¡Muchas gracias por acompañarme! Gracias a Miguel Cossío Woodward y a Wendolín Perla. Un mago que en cuanto toca a un alumno lo convierte en escritor y una hada madrina maravillosa que convierte en realidad los sueños. Gracias también a Michel Rubinstein y a Isaac Maya por su talento y su creatividad, por haber dado vida a los personajes de “A donde tú vayas, iré”.

Varios me han preguntado qué es verdad y qué es ficción en la novela. Eso me recuerda los comentarios de Margueritte Yourcenar en “Memorias de Adriano”. Yourcenar tiene una necesidad impresionante de transparencia, de llegar a la “verdad más verdadera”, más libre de error. Al final de la novela se puede distinguir quién es un personaje de ficción y quién un personaje histórico perfectamente documentado.

El pasado es exilio, decía con dureza Rosa Beltrán, no hay forma de volver a él. Por lo tanto, puedo comentarles con toda confianza que a pesar del intento de encontrar la verdad, no me aferro a ella, no soy historiadora ni antropóloga. Hay que dejar claro que muchos de los acontecimientos en la novela son producto de testimonios. ¿Qué tan fiel es un testimonio? ¿Sabemos si esas personas decían la verdad? ¿Imaginaron? ¿Exageraron? ¿Cómo se mide el nivel de verdad en un testimonio? De acuerdo al filósofo Jacques Derridá, por su mismo carácter, el testimonio debe mantenerse en el terreno de la ficción: “Si se intenta juzgarlo en su verdad, pierde toda la experiencia narrativa y su carácter testimonial”.

Así que volvamos a la pregunta… ¿qué es cierto dentro de la ficción de “A donde tú vayas, iré”? La historia de la abuela es cierta y está contada únicamente desde su punto de vista. Ella como niña que era, solo puede relatar lo que vio y experimentó, pero hay un trasfondo histórico: El libelo de Damasco se da en 1840 con la desaparición de un sacerdote. Se acusa a la comunidad judía de haber matado al Padre Tomás para con su sangre hacer el vino de pascua. El regreso de su padre, el gran rabino, a casa, es producto de mi imaginación… y de la abuela.

¿La historia de Feride, la madre de Latife es cierta? Si tomamos en cuenta que moría durante el parto un porcentaje muy alto de mujeres, alrededor del 50%, no debe extrañarnos que uno de los personajes muera de esa manera. Y así podríamos mencionar detalles que se dan dentro de la vida cotidiana, como la invención del fórceps. Pero ya no quiero seguir contándoles la novela porque muchos de los que pensaban comprarla ya no la van a querer, dirán… ¿para qué, si ya me sé la historia?

Los testimonios son muy pocos o al menos a los que yo tuve acceso. Algunos de los contemporáneos de la época que fueron entrevistados, contestaban de manera escueta, con una sola frase y para saber lo que realmente sucedió, arréglenselas como puedan. Es el caso del Sr. Emilio Moussali, quien declara en una sola frase: “Mi abuela se murió de hambre en Damasco”. Imagínense el dramatismo que conlleva. La gente se moría de hambre… y el problema aquí no era intentar descifrar si lo que dijo era verdad o no, lo importante es cómo llegar, a través de esa frase, que además es lo único que tengo, a lo que pudo haber sucedido y plantear ese momento con toda crudeza, con la más posible realidad, como dijo Margueritte.

No puedo dejar de agradecer el haber estado tan cerca de mi padre. El gran narrador por naturaleza, el hombre que nos introdujo con simpatía a la magia de su natal Damasco.

Pero regresemos a la literatura. Franz Kafka decía: La literatura es siempre una expedición a la verdad. ¿A qué verdad se refería? ¿A la existencia de un escarabajo? A un castillo donde es imposible llegar? ¿Al terrible juicio donde el verdugo siempre tiene la razón de no sabemos qué delito? ¿A la América que existió únicamente en su imaginación?

Se dice que la realidad rebasa la ficción. Ahora podríamos reflexionar acerca de… ¿De qué está hecha la realidad? ¿Es también ficción?

Entonces cuando me preguntan qué es verdad y qué no en la novela, reflexiono sobre ello. Están insertos en la historia testimonios, diarios, investigaciones históricas, fotografías y todo lo que caía en mi mano que dijera Damasco. Pero también está mi expedición a la verdad, de la manera en que la plantea Kafka. Viajé a mi interior y rescaté mi propia verdad, entendí a través de la mirada de otros. Porque para eso sirve la literatura: para vivir otros mundos en otras situaciones, y para entender al que es distinto a mí, con amor y respeto”.