PATRICIA SUÁREZ

Un libro reciente indaga en la frondosa biblioteca de Freud, esa que lo nutría de narraciones y lo poblaba de recursos para el tratamiento de sus pacientes.

¿Qué leía Sigmund Freud y por qué nos podría interesar los títulos que leyó Freud? ¿Es importante conocer el recorrido lector de un intelecto para comprender cómo fabricó una de las teorías del alma humana más revolucionarias de la historia? ¿Hubiera significado lo mismo para la historia del psicoanálisis si Freud en lugar de centrar su doctrina en una obra teatral de hace dos milenios y medio, escrita por Sófocles y llamada Edipo Rey, lo hubiera hecho en las fábulas de Esopo y que hoy estaríamos hablando del complejo del escorpión frente a la rana? Tales asuntos se dedica a desentrañar con aliento didáctico y erudito el psicoanalista y director de cine Carlos Gustavo Motta en su libro Freud y la literatura, editado recientemente por Paidós.

Para despejar dudas desde el comienzo: el libro está dirigido también a los legos en psicología cuya ansia lectora los hace incursionar en el mapa de libros que vivían en la cabeza de Sigmund Freud y, para que no se pierdan, cuentan al final con un glosario de psicología elaborado por el autor.

Si cada persona es una biblioteca viviente, no puede menos que suscitar curiosidad cómo sería aquel muchacho vienés que aprendió español para leer Don Quijote y que, de mayor, citaba con frecuencia parlamentos –extensos, por cierto– de Hamlet.

A través de fichas bibliográficas y en capítulos breves, Motta detalla el autor leído (Goethe, Heine, Cervantes, Conrad Meyer, Rilke, etc.) y en qué momento de la obra de Freud aparece la referencia literaria, citándolo. El lector de Motta aprende dos cosas a la vez: sobre conceptos psicológicos y sobre literatura, y une así dos disciplinas que nunca estuvieron demasiado lejos. En palabras del propio Freud: “los poetas son valiosos aliados y su testimonio debe ser tenido en cuenta, pues saben de cosas entre el cielo y la tierra (Motta apunta que ésta, tomada de Shakespeare y de Goethe, debió ser su frase dilecta), de las que nuestro saber escolástico no nos da ni un pálido vislumbre…”.

Freud no era ajeno a la red de literatos de su tiempo, y mantuvo correspondencia con Stefan Zweig, Thomas Mann y Arthur Schnitzler, el autor de La ronda y La señorita Elsa. Alguna vez en una carta, Freud había escrito a Schnitzler que él oficiaba de doble suyo¸porque solía escribir ficciones sobre sucesos tan semejantes a los que padecían sus pacientes. (La referencia está especialmente referida a la Elsa novelesca y su parecido con Dora o con Anna O.). Motta comenta que además tenían similitudes biográficas: ambas familias eran de origen judío y provenían de Hungría, los dos habían estudiado medicina (Schnitzler era otorrinolaringólogo y solía tratar especialmente a actrices y cantantes) y desarrollaron en su obra temas como la moral sexual de su tiempo.

No deja de llamar nuestra atención que el autor danés Johannes Vilhelm Jensen –tan prolífico que publicó unas ciento cincuenta novelas y recibió el Premio Nobel en el año 1944– sea recordado hoy sólo por el análisis que hizo Freud de una de sus novelas, Gradiva. Luego de la lectura –el libro de Motta es lo suficientemente exhaustivo como para que uno considere que Freud leía para escribir–, encaró el tema del artista y la sublimación en El delirio y los sueños en la Gradiva de Jensen, de 1905. No escapa a Motta el tema de la sonrisa de la Gioconda, que Freud trató en su estudio Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci, de 1910. La idea de que la sonrisa de la Gioconda fue inspirada por el recuerdo de la sonrisa de la madre del pintor, a la vez de una ternura ilimitada y una amenaza siniestra, partió de la concienzuda lectura de Dimitri Merejkovski, biógrafo de Da Vinci.

Y como si toda esta literatura que Freud leía y sobre la que escribía y que Motta trae hasta nosotros no fuera lo suficientemente asombrosa, transcribe una lista del padre del psicoanálisis recomendando diez libros en una carta, entre los que incluye los cuentos cortos de Mark Twain y El libro de la selva de Kipling. ¿Alguien podía imaginarse a Sigmund Shlomo Freud riéndose con El diario de Adán y Eva o La rana saltarina del condado de las calaveras?

Freud y la literatura se completa con una entrevista a Germán García y una biografía de Freud, esto hace que el libro se convierta en un imperdible para todos aquellos que aman la literatura y que consideran que el psicoanálisis es una de las mejores herramientas de comprensión de la mente humana.

Patricia Suárez es narradora, poeta y dramaturga. La novela Lucy es uno de sus últimos libros.

Fuente:cciu.org.uy