Todos sabemos que el chisme está mal, que criticar a los demás perjudica mucho y crea círculos viciosos. La Torá lo prohíbe y le llama “Lashón Hará” (lengua mala). Sin embargo, hay veces que estamos seguros que debemos quedarnos callados o que sentimos una necesidad imperiosa de advertir a alguien sobre un posible peligro.

¿Cómo sabemos cuándo sí lo estamos haciendo por el bien de alguien más, por una razón ética y cuándo lo hacemos por simple placer u odio? A veces un acto soberbio puede disfrazarse de una necesidad, y a veces al contrario, una necesidad queda opacada por timidez o miedo a lastimar a alguien más.

A diferencia de lo que comúnmente se cree, hay reglas en el judaísmo que permiten hablar mal de una persona si es necesario para la protección de uno mismo o un tercero. Son reglas muy específicas y puede hacerse únicamente si es verdaderamente indispensable. Para que hablar mal de alguien y que sea permitido se deben cumplir las siguientes condiciones:

Propósitos
Únicamente se puede hablar mal de un tercero si la persona que habla tiene alguno de los siguientes propósitos:

1) Discutir con un tercero las faltas de una persona para que éste (el interlocutor) pueda influir de forma positiva en las acciones y actitudes del sujeto criticado.
2) Prevenir a alguien que puede ser lastimado por el sujeto o para ayudar a alguien que ya fue lastimado por el mismo.
3) Ayudar a arreglar un desacuerdo entre dos individuos que pueda escalar al nivel de un problema comunitario
4) Ayudar a que más personas aprendan de los errores del sujeto.

Antes de empezar a hablar mal de alguien se debe de tener el propósito muy claro, debe ser evidente que el único objetivo de criticar a la persona es constructivo y se le debe de comunicar al interlocutor dicho objetivo. Claramente no se puede hablar con los enemigos de la persona criticada sobre el tema a tratar, ni con alguien difundir la información o que sería imparcial frente a los sucesos.

Las siete condiciones:
Para que la crítica sea realmente constructiva. Lo que se diga tiene que cumplir con las siguientes características:

1) La información debe de ser estrictamente verdadera, el que habla saberla de primera fuente. Es decir, debe ser el testigo directo de lo que dice, no el que escuchó otro testimonio.
2) El tema debe ser objetivamente un problema, un tema ético, no que simplemente sea algo que la persona le disgusta.
3) El que habla antes de ir con alguien más debe de tratar primero el tema con el sujeto criticado. Se debe hacer de forma amable y con el objetivo de influir en su conducta.
4) La información no puede ser maquillada ni exagerada, incluso si es la única forma de que el interlocutor escuche el discurso.
5) La intención del que habla debe ser únicamente de ayuda, no para causar vergüenza, ni para degradar al sujeto.
6) Si el objetivo del que habla puede ser logrado sin criticar al sujeto, debe recurrirse a todos esos posibles métodos antes de criticar a la persona.
7) Cualquier daño para la persona criticada que resulte de haber tenido la plática, no debe ser mayor a lo que un Beit Din (una corte rabínica) resolvería tras estudiar el caso.