A veces, cuando somos víctimas, tenemos el impulso de culpar a las personas que nos oprimieron sin considerar que también nosotros no nos defendimos. Esta característica es más marcada cuando son situaciones repetitivas a las que tendemos a acostumbrarnos. Los judíos de Egipto se negaron a la libertad, soportaron durante años la opresión del Faraón sin defenderse, al punto tal que se acostumbraron a ser esclavos. En este artículo, el rabino Mordechai Kamenetzky nos explica por qué Moisés los reprende, en la Perashá (porción de la Torá) de esta semana (Perasha Vaerá), en la misma forma que reprende al Faraón:

Negociar la redención no es un proceso simple. Uno debe lidiar con dos grupos contrarios y mandar dos mensajes a partes distintas. Primero, uno debe hablarle al opresor. Debe ser exigente y firme. No puede mostrar debilidad o duda.

Luego, tiene que informar a la parte oprimida. Eso, en teoría, debería ser sencillo: De una forma dulce y suave, debe anunciarle que está por ser liberado. Seguramente va a regocijarse ante cualquier signo de que su liberación por fin ha llegado, por más pequeño que sea.

Por eso, me sorprende el verso de la perashá de esta semana (Vaerá). En este pasaje, Moisés es dirigido por Di-s a mandar el mismo mensaje al Faraón y al pueblo judío, como si el Faraón y los judíos fueran exactamente el mismo. Éxodo 6:13 “Habló el Eterno a Moisés y a Aarón y ordenoles, para los hijos de Israel y para el Faraón, rey de Egipto, sacar a los hijos de Israel de la tierra de Egipto.”

Siempre me sorprendió este verso. ¿Cómo es posible soltar de un sólo tirón y en un mismo enunciado el mensaje que se le da a los judíos, con el mensaje que se le da al Faraón? ¿Cómo se puede comparar la exigencia fuerte que se le hace al Faraón con la dulzura necesaria para dar el mensaje a los judíos? El Faraón, que no quiere escuchar ni el nombre de la liberación, debe ser advertido y castigado. En cambio, los judíos deberían brincar de emoción tan sólo al escuchar la palabra “redención” ¿Por qué entonces, están ambos combinados en una sola declaración? Me gustaría dar una explicación un poco metafórica:

Hay una historia magnífica de un granjero pobre que vivía bajo el yugo de un terrateniente en la época medieval. El terrateniente ofrecía al granjero un alojamiento bastante mísero a cambio de la mayoría de las ganancias de este último. El granjero y su esposa trabajaban en condiciones terribles para mantener a su familia con unas pocas gallinas y una vaca que les daban huevos y leche. El sufrimiento que tenían ya era para ellos la norma. El granjero y su esposa se habían acostumbrado a su rutina y no esperaban que algún día llegarían tiempos mejores.

Un día el granjero llegó del mercado muy triste. “¿Cuál es el problema?” – le preguntó su esposa – “te ves como si hubiera ocurrido la peor calamidad”. “Es cierto, ha sucedido” – dijo el marido ansioso. “En el mercado dicen que viene el Mesías, que nos va a llevar a todos a la tierra de Israel. ¿Qué va a ser de nuestra vaca y nuestras gallinas? ¿Dónde viviremos? ¿Quién nos va a dar alojamiento? ¿Qué va a ser de nosotros?”- Su esposa que tenía fe en Di-s, le dijo tranquilamente: – “No te preocupes, el Buen Señor siempre protege a su pueblo. Nos salvó del Faraón en Egipto, nos salvó de Amán el malvado y nos ha protegido de decretos negativos durante nuestro exilio. ¡No cabe duda que también nos protegerá de ese Mesías que tú dices!”

La Perashá de Vaera es como esta historia: Di-s entendía que el pueblo judío había pasado en el exilio 210 años. Habían decidido soportar la esclavitud, en lugar de abandonarla. Moisés tenía que ser igual de duro con ellos que con los egipcios que los habían esclavizado.

Con frecuencia, en nuestra vida, ya sea por elección o por suerte, nos encontramos en situaciones en que no deberíamos estar. Conforme pasa el tiempo, nos acostumbramos a esas situaciones y nuestro peor enemigo es el cambio. Debemos decirle a nuestro faraón interno “deja libre a mi gente”. Es decir, que no nos permita continuar en el camino cómodo, sino en el correcto. Ese mensaje debemos decírselo a nuestra víctima interna, con la misma fuerza e intensidad que se le dice al abusivo.

Fuente: “Lost in Egypt” torah.org
Autor: Rab. Mordechai Kamenetzky
Traducción: Aranza Gleason