GIULIO MEOTTI

Todo el mundo en Italia y el resto de Europa será “pronto musulmán” por culpa de nuestra “estupidez”, advirtió monseñor Carlo Liberati, arzobispo emérito de Pompeya. Liberati afirmó que, a causa del ingente número de migrantes musulmanes, junto al creciente secularismo de los nativos europeos, el islam se convertirá pronto en la primera religión de Europa. “Toda esta decadencia moral y religiosa favorece al islam”, explicó el arzobispo Liberati.

 

Décadence (Decadencia) es también el título del nuevo libro del filósofo francés Michel Onfray, en el que sugiere que la era judeocristiana podría haber tocado su fin. Onfray compara Occidente y el islam: “Nosotros tenemos nihilismo, ellos tienen fervor; estamos agotados, ellos gozan de buena salud; a nosotros nos queda el pasado, a ellos el futuro”.

El arzobispo Liberati pertenece a un grupo de cada vez más líderes católicos que se niegan a aceptar que en Europa el futuro le pertenezca al islam. Hablan abiertamente contra el papa Francisco, que no parece demasiado impresionado por el colapso del cristianismo a causa del descenso de la natalidad, acompañado de una apatía religiosa y su sustitución por el islam.

La opinión oficial del papa Francisco la encarna el obispo Nunzio Galantino, nombrado por el pontífice como secretario general del obispado italiano.

El pasado mes de diciembre, Galantino dio una entrevista en la que rechazaba cualquier motivación religiosa tras los atentados yihadistas, y afirmaba que era “el dinero” lo que había detrás.

Ahora hay muchos comentaristas católicos que están cuestionando la ceguera de la Iglesia sobre el peligro al que se está enfrentando Europa. Uno de ellos es el jefe de Cultura de la revista francesa Valeurs Actuelles, Laurent Dandrieu, que escribe:

“El islam tiene todas las opciones de fortalecer masivamente su presencia en Europa con la bendición de la Iglesia. La Iglesia está contemplando el asentamiento de millones de musulmanes en Europa (…) y la confesión musulmana en nuestro continente como una manifestación inevitable de libertad religiosa. Pero la cuestión de la civilización nunca se plantea (…) Al alejarse de la población nativa de Europa y sus preocupaciones legítimas, la Iglesia no sólo está llevando a Europa a un punto muerto; también se está pegando un tiro en el pie.

Dandrieu enumera los gestos y discursos del papa Francisco a favor del islam y los migrantes:

El 1 de octubre de 2014, el papa recibió a los supervivientes eritreos de un naufragio en Lampedusa; el 8 de febrero de 2015, hizo una visita sorpresa a un campo de refugiados en Ponte Mammolo, al norte de Roma; el 18 de abril, dedicó su primera visita oficial al presidente italiano, Sergio Mattarella, a exigir “un compromiso mucho mayor” hacia los migrantes; el 6 de septiembre de 2015, al acabar el Ángelus en la Plaza de San Pedro, pidió “a cada parroquia, comunidad religiosa, monasterio y santuario de Europa que acogiera una familia” de refugiados; el 24 de marzo de 2016, decidió celebrar el Jueves Santo en un centro que albergaba a 900 refugiados, y lavarle los pies a doce solicitantes de asilo; el 28 de mayo, recibió a unos niños cuyos padres murieron al hundirse su bote, lleno de migrantes; durante la audiencia general del 22 de junio, Francisco bajó hacia la multitud para llevarse con él a quince refugiados.

Pero como demuestra el caso de Liberati, la resistencia a la visión del papa Francisco de Europa está creciendo dentro de la Iglesia Católica.
“Está claro que los musulmanes tienen un objetivo último: conquistar el mundo”, dijo el cardenal Raymond Burke.

El islam, mediante la sharia, su ley, quiere dominar el mundo y permite la violencia contra los infieles, como los cristianos. Pero nos cuesta reconocer esta realidad y responder defendiendo la fe cristiana (…) He oído varias veces una idea islámica: “Lo que no logramos hacer con las armas en el pasado, lo estamos haciendo hoy con la tasa de natalidad y la inmigración”. La población está cambiando. Si esto sigue así, en países como Italia, la mayoría será musulmana (…). El islam se realiza a sí mismo mediante la conquista. ¿Y cuál es la victoria más importante? Roma.

El primero que denunció esta drástica tendencia fue el misionero más importante de Italia, el padre Piero Gheddo, que dijo que, a causa de la caída de la fertilidad y el fervor musulmán, “el islam podría conquistar más pronto que tarde la mayoría de Europa”. Estas preocupaciones no afectan sólo al ala conservadora de la Iglesia Católica.

El cardenal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena y al que se señala como candidato a ser el próximo papa, es muy cercano al papa Francisco y centrista. El pasado septiembre, en el aniversario del Sitio de Viena, cuando las tropas otomanas de Turquía casi conquistaron Europa, Schönborn hizo una dramática defensa de las raíces cristianas de Europa. “Muchos musulmanes dicen –y desean– que ‘Europa esté acabada'”, dijo el cardenal Schönborn, antes de acusar a Europa de “olvidar su identidad cristiana”. Después denunció la posibilidad de “una conquista islámica de Europa”.

Después de que un tunecino, que llegó en una oleada de migrantes a Alemania, asesinara a doce personas en un mercado navideño en Berlín, el arzobispo católico de la capital alemana, Heiner Koch, otro líder católico “moderado” nombrado por el papa Francisco, también hizo una advertencia: “Tal vez nos hemos centrado demasiado en la imagen radiante de la humanidad, en el bien. Ahora, en este último año, o quizás también en los anteriores, lo hemos visto: también existe el mal”.

El jefe de la Iglesia Católica Romana checa, Miloslav Vlk, también advirtió sobre la amenaza de la islamización. “Los musulmanes de Europa tienen muchos más hijos que las familias cristianas; por eso los demógrafos han intentado afrontar el momento en que Europa se convertirá en musulmana”, afirmó el cardenal Vlk. También culpó a la propia Europa por la toma del islam:

“Europa pagará muy caro haber abandonado sus raíces espirituales; este es el último periodo, que no durará décadas, en que aún podremos decir que tenemos una posibilidad de hacer algo al respecto. A menos que los cristianos abran los ojos, la vida se podría islamizar y el cristianismo no tendrá la fortaleza para imprimir su carácter en la vida de la gente, y mucho menos en la sociedad.”

El cardenal Dominik Duka, arzobispo de Praga y primado de Bohemia, también cuestionó la “cultura de bienvenida” del papa Francisco.

Entre los arzobispos católicos de Oriente hay muchas voces que expresan su inquietud sobre la revolución demográfica y religiosa de Europa. Una de ellas es la del líder de los católicos en el Líbano, que pagó un precio extremadamente alto por la islamización de su propio país, incluyendo el asesinato y el exilio, y ahora ve cómo el peligro se acerca a Europa. “He oído muchas veces decir a los musulmanes que su objetivo es conquistar Europa con dos armas: la fe y la tasa de natalidad”, dijo el cardenal Bechara Rai.

Otra de las voces es la del arzobispo de origen francés Paul Desfarges, al frente de la diócesis de Constantina en Argelia: “No sorprende que el islam haya cobrado tanta importancia”, dijo Desfarges. “Es un problema que afecta a Europa”. El cardenal de Sídney, George Pell, pidió después “un debate sobre las consecuencias de la presencia islámica en el mundo occidental”. Pell fue secundado por Laszlo Kiss Rigo, jefe de la comunidad católica del sur de Hungría, que dijo que “no son refugiados; esto es una invasión, vienen aquí gritando ‘Alá Akbar’, quieren hacerse con el poder”.

Al nivel político, hay otra tendencia, la de fuertes líderes católicos que desafían al papa Francisco sobre la cuestión islámica y la inmigración. El más importante es el candidato francés a la presidencia François Fillon, uno de los primeros políticos que “no oculta el hecho de ser católico”. Fillon publicó un libro titulado Vaincre le totalitarisme islamique (Derrotar al totalitarismo islámico), y subió en las encuestas con su promesa de controlar el islam y la inmigración: “Tenemos que reducir la inmigración a un estricto mínimo”, dijo Fillon. “Nuestro país no es una suma de comunidades, ¡es una identidad!”.

Estos políticos, obispos y cardenales podrían convencer al papa Francisco de que no deje que Europa, la cuna del cristianismo y la civilización occidental, esté abocada a un lúgubre destino. Michel Onfray escribió al final de su libro: “El judeocristianismo rigió durante dos milenios. Es un digno periodo para una civilización. Ahora el barco se hunde: sólo podemos hundirnos con elegancia”. Lo urgente ahora es evitarlo.

 

Fuente:es.gatestoneinstitute.org