Una polémica frase sobre los insectos y el fin de la humanidad atribuída al físico alemán fue discutida por científicos durante años. Por qué Donald Trump podría agravar la amenaza.

En Internet hace tiempo que circula una cita falsa atribuida al físico alemán Albert Einstein: “Si las abejas desaparecieran de la faz de la Tierra, a los humanos sólo les quedarían cuatro años de vida”. A primera vista, con un apresurado análisis biológico podría suponerse que la frase tiene lógica. Después de todo, Einstein se consagró como uno de los científicos más brillantes de la historia.

Es sabido que las abejas han tenido una grave crisis de reproducción y, si la frase fuera cierta, la humanidad debería empezar a preocuparse. Sin embargo, no hay ningún registro que pueda comprobar que Einstein realmente dijo esa frase. “Nunca he visto nada que relacione por completo esta cita con Einstein”, dijo al portal de noticias VICE, Mark Dykes, jefe inspector del Servicio de Inspección de Colmenas en Texas, Estados Unidos.

La polinización, un proceso fundamental de la reproducción de las plantas es muy sencillo de comprender. Para que una planta hembra pueda reproducirse con una planta macho, necesitan de un polinizador. Las abejas, tal vez las polinizadoras por excelencia, transfieren el polen de una flor a otra y concretan el proceso.

De todas formas, las abejas no son las únicas polinizadores que existen ya que los murciélagos, los pájaros, las mariposas y algunas moscas también pueden hacerlo. La particularidad de las abejas es que necesitan polen para alimentar a sus larvas y eso es una motivación biológica para que lo recojan. “Además, la mayoría de las especies de abejas son peludas, y esos pelos atraen granos de polen, lo que hace que las abejas sean aún más propensas a polinizar”, señaló Jessica Beckham, investigadora postdoctoral que estudia los abejorros en la Universidad del Norte de Texas.

Por otro lado, si las abejas dejaran de existir, también impactaría gravemente en la alimentación de algunas especies de aves impactando directamente de forma grave en la cadena alimentaria.

Un parásito y Donald Trump: las dos grandes amenazas

Si bien la incidencia del problema de colapso de colonias de abejas o la aniquilación nocturna de colmenas se ralentizó en los últimos años, según Elina L. Niño, que dirige un laboratorio de investigación de abejas en UC Davis, California, “eso no significa que las abejas estén bien”. “Hay muchos otros factores que las abejas melíferas y apicultores tienen que tratar y todavía estamos perdiendo miles de colonias por año”, añadió. Dos de las mayores amenazas actuales a las abejas es la plaga del parásito llamado ácaro varroa y, sorpresivamente, Donald Trump.

En 2013, el gobierno de Barack Obama en Estados Unidos implementó un Plan de Investigación de Protección de Polinizadores, que establecía que todas las agencias gubernamentales debían revisar los métodos de protección de aves, murciélagos, mariposas y abejas. Esta información se utilizó luego para implementar el Plan de Protección de Polinizadores en 2016 y, aunque es un plan nuevo y ambicioso (busca aumentar el hábitat y disminuir el uso de plaguicidas), se consolidó como el primer paso para ayudar a poblaciones de polinizadores vulnerables.

La administración Trump, sin embargo, llegó con la promesa de reducir o eliminar la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) y de revertir las regulaciones ambientales de la era Obama. Es decir, el Plan de Protección del Polinizador en 2016 puede dejar de ser una alternativa.

“Los polinizadores podrían verse afectados de manera negativa por las regulaciones reducidas para mantener nuestras aguas y otras áreas naturales libres de contaminación”, dijo Niño, que indicó que el trabajo que realiza la EPA para probar y regular los pesticidas es vital para mantener a las abejas vivas y productivas. Beckham añadió por su parte: “La administración actual y el Partido Republicano no tienen en mente los mejores intereses para el medio ambiente o para los polinizadores, y están proponiendo una política que tendrá un impacto negativo en ambos”.

Al igual que en el sexo humano, en la reproducción de las plantas hay diversas formas de lograrlo. “La mayoría de nuestras fuentes de alimentos son polinizadas por el viento”, explicó Dykes, lo que significa que la brisa hace mayormente el trabajo de pájaros y las abejas. El maíz y el trigo por ejemplo, dos alimentos básicos de una dieta occidental común, son polinizados por el viento y no se verían afectados por una catástrofe masiva de polinizadores.

Pero, no obstante, ese tipo de reproducción vegetal sí limitaría la diversidad alimenticia de los humanos. Alimentos como las almendras, los durazno, las ciruelas, las manzanas y cerezas, dependen estrictamente de la polinización asistida por abejas. Niño indicó incluso que “un análisis del mercado global de cultivos encontró que los polinizadores son esenciales o ligeramente necesarios para 91 cultivos consumidos por los humanos”. Y agregó: “Definitivamente perderíamos muchos de los alimentos que hacen que nuestras dietas sean energéticas, sanas y nutritivas”.

En ese caso, las plantas podrían ser polinizadas a mano o con nuevas tecnologías. En China, por ejemplo, en el condado de Hanyuan hay personas polinizando a mano, probablemente en consecuencia de las reducciones masivas de población de abejas. Sin embargo, según expertos del MIT el costo de ese trabajo puede ser muy elevado, oscilando entre los 5 mil y 7 mil dólares. Eso naturalmente elevaría el precio de la fruta, dejándola fuera de alcance de las franjas más vulnerables de la sociedad. Luego los productores tendrían récords de baja cosecha y dentro de seis meses muchos deberían rendirse. Al final del primer año, “tendríamos una dieta muy suave y aburrida”, predijo finalmente Dykes.

Aunque eso no equivale al fin de la humanidad, Dykes prefirió señalar que es prudente pensar un poco en la cadena de acontecimientos que se sucedería si desaparecen las abejas y en las formas de evitarlo.

 

 

Fuente:infobae.com