Con el establecimiento del Estado de Israel, la soberanía del pueblo judío sobre su tierra se recuperó y la halajá ahora debe adaptarse a las nuevas condiciones.

MARCOS GOJMAN

El Talmud nos cuenta que, durante el cerco de Jerusalem por los romanos (año 70 EC), Rabi Yohanan Ben Zakai logró sacar de la ciudad a los sabios y a los líderes del pueblo judío y llevarlos a Yavneh. Con todo, su acción no pudo evitar que, con la destrucción de Jerusalem y del Templo, se terminara la soberanía judía sobre la Tierra de Israel.

Evelyn Gordon y Hadassah Levy nos dicen: “La Torá estaba claramente destinada a un pueblo soberano en su propia tierra: numerosos mandamientos, como los relacionados con el servicio del Templo o la agricultura, sólo pueden realizarse en la Tierra de Israel. Muchos otros, como cuestiones de comercio hasta cuestiones jurídicas, sólo son ejecutables en un Estado soberano”.

Gordon y Levy continúan: “Con el paso del tiempo quedó claro que el exilio sería prolongado. Los rabinos comenzaron, por lo tanto, el proceso de convertir al judaísmo en algo capaz de sobrevivir fuera de su tierra. El servicio del Templo fue reemplazado por la oración. Las fiestas fueron reinterpretadas. Se estableció un calendario fijo. El estudio de la Torá se convirtió en el valor supremo. Y la importancia de la soberanía, el ser una nación independiente, fue minimizada: por el bien de la supervivencia judía, el mensaje era que la soberanía no era esencial siempre y cuando el liderazgo rabínico permaneciera.” Este proceso de conversión se materializó al poner por escrito la ley oral, primero en la Mishna y finalmente, después de cuatro siglos, en el Talmud. Con esto aseguraban la uniformidad en los principios de la halajá y la autoridad de los rabinos.

Pero con el establecimiento del Estado de Israel, la soberanía del pueblo judío sobre su tierra se recuperó y la halajá ahora debe adaptarse a las nuevas condiciones. Así como Ben Zakai y sus sucesores transformaron el judaísmo de una religión de soberanía a una religión del exilio, el judaísmo debe ahora revertir el proceso y reconstituirse como la religión de una nación soberana. ¿Cómo debe funcionar un país y un ejército judíos? ¿Cómo debe un Estado judío regular el matrimonio y el divorcio? ¿Cuáles son las reglas para adquirir la ciudadanía? Los empleados de los servicios públicos, como la electricidad, el ejército, la policía, los hospitales: ¿Pueden trabajar en shabat? ¿Cómo deben funcionar la agricultura, la educación y el sistema legal? Las respuestas no son obvias.

La halajá ahora debe crear nuevas formas de interpretar la Torá en el Estado de Israel. Rabi Eliezer Berkovits nos dice: Creo que podemos decir que la halajá tiene la sabiduría para poder adaptar, con inteligencia y sentido común, la palabra escrita de la Torá, a la nueva circunstancia del pueblo judío. Esta sabiduría y su implementación no pueden estar rígidamente restringidas a ningún código. Ninguna palabra escrita puede contemplar de antemano las innumerables situaciones y cambios de circunstancias que ocurren en la historia de los hombres y las naciones. Pero este cambio no se ha dado. Como dice Berkovits, todos los años de diáspora nos hicieron perder la capacidad para resolver situaciones como nación. Todavía tenemos la halajá del shtetl, la del exilio, cuando deberíamos ya tener la halajá del Estado de Israel.

 

Bibliografía: Evelyn Gordon, Hadassah Levy “Halacha’s Moment of Truth” y Eliezer Berkovits “Not in Heaven, The Nature and Function of Halakha”.

Fuente: alreguelajat.com