YAIR LAPID

En un artículo de opinión lleno de historias de terror inventadas, el Times no dijo a sus lectores que el autor es un asesino, condenado por múltiples cargos en un tribunal civil.

Lo que se destaca – y es aún más irritante – del artículo de opinión publicado por Marwan Barghouti en el New York Times es el enunciado que aparece después del mismo que identifica al autor. “Marwan Barghouti es líder y parlamentario palestino,” dice. Ese no es un error, sino un engaño intencional.

Todo el que lea la columna sin conocimiento previo de los hechos llegará a la conclusión de que Barghouti es un luchador por la libertad encarcelado por sus opiniones, pero esto está muy lejos de la verdad. La columna no menciona que Marwan Barghouti es un asesino, que fue condenado en un tribunal civil (no militar) por cinco cargos de asesinato de civiles inocentes, que estuvo involucrado en decenas de intentos de ataques terroristas e hizo que otros perdieran a sus familias o que fueran mutilados. Que destruyó vidas.

Barghouti no sólo cree en la violencia, sino que está convencido que está permitido mentir. Él cree en el enfoque, típico de las organizaciones terroristas, que el occidente es débil e ingenuo y que por lo tanto puede abusar cínicamente de nuestros medios de comunicación y de nuestras buenas intenciones para atacarnos desde dentro.

El intento del New York Times de “ser un medio equilibrado” divierte a Barghouti. Él entiende que este intento sagrado de conservar un equilibrio crea una igualdad entre el asesino y el asesinado, el terrorista y la víctima, la mentira y la verdad.

Así que Barghouti cuenta historias de terror sobre torturas sufridas durante los interrogatorios de las fuerzas de seguridad israelíes. Esas son historias sin fundamento. La tortura que él describe está prohibida por la ley israelí e incluso los más grandes oponentes de Israel reconocen que respetamos nuestras leyes.

La realidad es que un terrorista convicto está inventando historias sobre los que lo encarcelan, como lo hacen otros prisioneros en todo el mundo, incluso en Estados Unidos.

En lugar de decirle que sus historias no podrán ser publicadas a menos de que tenga pruebas que las sustenten, cómo lo haría todo medio responsable, el New York Times las publicó en sus páginas de opinión y ni siquiera se molestó en explicar a sus lectores que el autor es un asesino convicto de la peor clase.

La cúspide de la violenta ‘carrera’ de Barghouti llegó durante la Segunda Intifada, que estalló inmediatamente después de que Ehud Barak, primer ministro de Israel, ofreciera a los palestinos una oferta que el mundo entero, incluido el presidente Clinton, pensaba que era imposible rechazar: la retirada israelí a las líneas de 1967, la división de Jerusalem, una solución humanitaria a la cuestión de los refugiados. Yasser Arafat rechazó la oferta y envió a Barghouti y a su pueblo a asesinar a israelíes en atentados suicidas contra autobuses y centros comerciales.

Es por eso que Barghouti está en prisión. No por sus opiniones, no por su deseo de un Estado palestino, no por su derecho a la libertad de expresión. Él y los otros prisioneros podrían haber sido ciudadanos libres de un Estado palestino independiente hace mucho tiempo. Sin embargo, Barghouti eligió el camino del terrorismo, el asesinato y la violencia.

Pero el New York Times no se lo dijo a sus lectores.

Yair Lapid es miembro de la Knesset y presidente del partido Yesh Atid.

Fuente: The Times of Israel / Reproducción autorizada con la mención siguiente: © EnlaceJudíoMéxico