No hay nada más estadounidense que un carrusel. En el país del Norte, casi cada pueblo tiene el suyo, es el centro de reunión y el distintivo del lugar; el equivalente a nuestro kiosco mexicano. Tienden a ser obras de arte bastante apreciadas que cuentan con todo tipo de criaturas exóticas: desde tigres feroces, leones dorados y caballos enjoyados hasta monstruos marinos, sirenas y tritones coloridos. Son figuras que sólo se encuentran en Brooklyn, Nueva York, Coney Island o California. Durante años varios intelectuales se preguntaban cuál sería el origen de este imaginario tan peculiar y distintivo. Para varios fue una sorpresa descubrir que es judío.
Resulta ser que varios años antes de la inmigración judía a Estados Unidos, en los pueblos se seleccionaba a los artesanos más calificados para construir el arca de las sinagogas que cubriría la Torá. Estos mismos artesanos cuando se vieron obligados a inmigrar a un país nuevo, tuvieron que buscar una forma de sustento. El mundo del arte y el entretenimiento supo aprovechar sus talentos. Y así como antes tallaban en madera los leones de Judá que acompañaban el arca de la Torá; ahora, los construían majestuosamente para que niños y niñas probaran su valentía domando monstruos.
Esculturas y figuras que traen el legado de milenios, hoy en día se encuentran en distintas ciudades y pueblos. Algunas de ellas permanecen en los carruseles, todavía pueden usarse, pero varias se encuentran en museos, galerías o colecciones privadas.
La exposición aparte del arte cuenta la historia de esos mismos artesanos judíos, muchos de ellos inmigrantes que llegaron en 1870 u 80 y pusieron sus propias tiendas.