Cuando se firmó el acuerdo de Sykes – Picot en 1916, y se planteó la reconfiguración de Medio Oriente como deseaban los imperios británico y francés. La región del actual Iraq quedaría bajo dominio de los primeros, lo mismo que las zonas que actualmente posee Jordania y el territorio de la Palestina Británica (zona internacional según el acuerdo bilateral), lo que les permitiría trasladar petróleo desde las regiones del Golfo Pérsico y hasta el puerto de Haifa en el mediterráneo con mucha facilidad. No por nada, Sir Maurice Hankey informó al secretario de la Oficina de Exteriores, Arthur James Balfour, que los recursos petroleros de Persia y Mesopotamia resultaban ser objetivos de guerra de la Corona de primera línea.