Recordando a mi padre, Elie Wiesel, en la víspera de Rosh Hashaná

Enlace Judío México.- Esta época del año era una época difícil para mi padre.

ELISHA WIESEL

¿Cada septiembre — o más precisamente, cada mes de Elul en el calendario hebreo – cada uno se volvía progresivamente más difícil para él a medida que se hacía mayor? ¿O sólo se volvía más sintonizado con sus sentimientos a medida que yo me hacía mayor? Tal vez era ambas cosas.

A medida que se acercaba Rosh Hashaná cada año, yo podía ver su atención extraviarse. Podía verlo pasando más tiempo en el Sighet Shel Maalah, el Sighet de Arriba, el Sighet que fue. Podía verlo revisando la totalidad de su vida ante Di-s y preguntando si él había hecho lo suficiente, realmente incómodo en el pensamiento de cómo debía ser juzgado. ¿Y cuando yo me sentaba al lado de mi padre en la sinagoga, mi abuelo estaba de cierta forma a su otro lado, de alguna manera justo detrás del muro contra el que mi padre se apoyaba?

Pero hubo una vez en que ésta fue también una época emocionante del año para mi padre. Tengo recuerdos de él en mi niñez apresurándose a la puerta de salida del departamento para tomar un avión a Boston, ansioso por sus encuentros con sus amados estudiantes en la Universidad de Boston. En los años desde que mi padre dejó de enseñar, fue bendecido con otras relaciones académicas fructíferas — pero ninguna otra institución tuvo empuje tan poderoso en esta estación, ninguna otra fuerza presentaba tal ritmo de excitación en estos meses donde los días comienzan a acortarse.

Ustedes tienen alguna sensación, pienso que todos la tenemos — de esa tensión entre pasado y presente que acompaña esta transición de estaciones. El verano llega a un final. La ciudad y el campus zumban de actividad — hay trabajo urgente a ser hecho en ambos. Y los rabinos desde sus púlpitos en la sinagoga nos recuerdan que hay trabajo urgente que hacer dentro de nosotros mismos, que el tiempo se está agotando a medida que se acercan Rosh Hashaná y Yom Kipur, que debemos correr para reparar nuestras relaciones con Di-s y nuestro prójimo.

Es una época altamente cargada, también, en el ciclo anual de la Torá, las lecturas de la parashá semanal que cuentan la historia del pueblo judío.

Esta semana pasada en la sinagoga leímos las porciones de Nitzavim y Vaielej. El pueblo judío está a punto de cruzar el Río Jordán hacia Israel después de décadas en el desierto. A Moisés se le está agotando el tiempo y él lo sabe. Él se está preparando para componer un poema final, para cantar una canción final. El nombra a Josué como su sucesor, y dice al pueblo de Israel que tenga confianza — que ellos pueden seguir adelante con una nueva generación de líderes, y vivir vidas significativas, si permanecen fieles y mantienen el mensaje de Di-s cerca de sus corazones. ¿Cuál fue ese mensaje?

Y recuerdo una tarde de otoño hace dos años, sentados afuera con mi padre. Estábamos sentados tranquilamente, sin hablar, sólo estando uno en presencia del otro. Y él comenzó a llorar porque sabía que se iría pronto y quería tanto caminar más lejos con nosotros. Él no pudo llegar a decir esas palabras, así que las susurró.

¿Cuál fue el mensaje de mi padre?

Escuchen al profeta Isaías en la haftará de ayer, la lectura de los profetas:

למען ציון לא אחשה, ולמען ירושלים לא אשקוט, עד-ייצא כנוגה צדקה, וישועתה כלפיד יבער

“Por el bien de Sión, no estaré callado, y por el bien de Jerusalén no descansaré, hasta que su justicia salga como brillantez y su salvación queme como una antorcha.”

No estar callados, no descansar. Cuando veo a amigos defendiendo a los soñadores DACA, o rehusándose a aceptar la falsa equivalencia moral en Charlottesville, Virginia, o exigiendo el reconocimiento del mundo del derecho a existir del Estado judío de Israel, yo escucho el mensaje. Y lo siento a él con nosotros.

Pero había algo acerca de mi padre que corría aún más profundo que sus campañas humanitarias y activismo social, algo que era una fuente para esas manifestaciones exteriores.

Escuchen ahora las palabras de Parashat Nitzavim, la propia porción de la Torá:

כי המצוה הזאת, אשר אנוכי מצווך היום—לא-נפלאת היא ממך, ולא רחוקה היא. לא בשמיים, היא: לאמור, מי יעלה-לנו השמיימה וייקחהא לנו, וישמיענו אותה, ונעשנה. ולא-מעבר לים, היא: לאמור, מי יעבור-לנו אל-עבר הים וייקחהא לנו, וישמיענו אותה, ונעשנה. יד כי-קרוב אליך הדבר, מאוד: בפיך ובלבבך, לעשותו.

“Porque este mandamiento que te ordeno este día, no está oculto de ti, ni está lejano. No está en el cielo, que tú debas decir, “¿Quién subirá al cielo para nosotros y lo recuperará para nosotros, para decírnoslo para que podamos cumplirlo?” Tampoco está más allá del mar, que debas decir, “¿Quién cruzará al otro lado del mar por nosotros y lo tomará para nosotros, para decírnoslo para que podamos cumplirlo?” Más bien, esto está muy cerca tuyo; está en tu boca y en tu corazón, para que puedas cumplirlo.”

El mensaje de mi padre no era tan divinamente intrincado que requería interpretación rabínica; sus métodos no eran tan complejos que eran necesarias conferencias académicas internacionales. Su mensaje es una manifestación del imperativo categórico de Kant: que toda acción que emprendes debe ser una acción que quieres ver repetida en todo el mundo.

No era sólo lo que él decía. Así es como mi padre vivía su vida. Él trataba a los demás como querría ser tratado. Con dulzura. Mi creencia es que en ese sentido, el mensajero era el mensaje.

Las acciones, palabras y conducta de mi padre — éstas eran las emanaciones de un ser dolorosamente humano y profundamente espiritual. Y en el respeto, cortesía e interés y compasión que mostraba a todos los que tocaba — de estas maneras él nos enseñaba lo que todos nosotros ya sabíamos pero habíamos olvidado: que somos chispas divinas, todos y cada uno de nosotros.

Y conectarse al nivel de una chispa divina con otra no es una idea que está en el cielo, o sobre el mar. Está con ustedes ahora. Está en su boca y en su corazón, en la forma en que ustedes tratan a otros.

El mensajero era el mensaje.

¿Alguna parte de él permaneció en ustedes?

¿Caminan con su amigo hasta el elevador o el lobby y no sólo hasta la puerta de entrada, en la forma en que él lo haría?

¿Ponen ustedes a un lado lo que están haciendo cuando un ser humano, niño o adulto, tiene una historia que él o ella quiere compartir?

Si fuiste su estudiante, y ahora eres un maestro, ¿tratas a todo estudiante como un alma a ser escuchada cuidadosamente y alimentada durante tu tiempo con cada uno?

Si recordar a mi padre les deja un poco menos cínicos, un poco menos absortos en sí mismos, un poco más abiertos a otras personas que lo que habrían estado de otra manera, entonces el mensaje está siendo recibido aún. Siendo transmitido todavía. Y el mensajero está aún aquí.

Yo puedo sentirlo con nosotros aquí hoy.

¿Ustedes pueden?

 

 

*Elisha Wiesel es el hijo de Marion y Elie Wiesel. Este ensayo está adaptado de un discurso dado en la Universidad de Boston el 17 de septiembre del 2017, en recuerdo de John Silber, ex presidente de la universidad.

 

Fuente: Forward

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México

Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudíoMéxico

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