Enlace Judío México.- Desde niña, recuerdo salir corriendo de la última comida anterior a Kol Nidrei para llegar puntualmente, aunque siempre corriendo y ocupar los asientos que alguna vez se vendieron a las familias que vivían en Monterrey, y que quizás con el tiempo y los cambios dentro de la comunidad ya no nos corresponden, pero con el solo hecho de estar allí, situados en el mismo espacio, es como invocar a la memoria a traer los años de felicidad, prosperidad, aprendizaje, hermandad y cercanía entre los miembros de la comunidad.

THELMA KIRSCH EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Recuerdos que, invariablemente, nos traen a la memoria al Rabino Moisés Kaiman, que con su canto y su voz única invocaba al silencio y a la introspección durante el tiempo que esta melodía se mantenía.

Kol Nidrei, una fórmula legal que nos recuerda que todos somos iguales o que tenemos la oportunidad de ser mejores seres humanos. De dejar atrás las promesas que no hemos cumplido, ya sea porque no tuvimos la oportunidad de lograrlo en el momento justo o porque el tiempo de pedir perdón no se cruzó en nuestro camino.

Kol Nidrei, una melodía que poco a poco se clava en el corazón de aquellos que la escuchamos, que sentimos cómo el corazón sangra al recordar las promesas incumplidas desde el Yom Kipur pasado hasta este día de Yom Kipur. Y en el cual, como judíos, siempre se nos otorga, nace una nueva oportunidad.

Kol Nidrei, palabras que han recorrido el tiempo. Palabras que nacieron en la Edad Media y siguen conmoviendo, palabras que traspasaron los cortinajes de la historia para situarse hasta nuestros días a pesar de todos los obstáculos que la historia ha venido dictando, historia en la cual el pueblo judío ha participado, casi siempre y por desgracia, como víctima inocente de guerras sin fundamentos o extremismos inaceptables.

Kol Nidrei, presente desde aquella época en la cual los hombres y las mujeres daban su vida por Kidush Hashem u optaban por convertirse al cristianismo cuando la inquisición no les dejaba otro camino. Hombres y mujeres que escondían su fe. Que realizaban los actos litúrgicos a pesar del peligro al cual se exponían. Llamados criptojudíos, conversos, marranos, infieles, traicioneros de su fe y que de una forma u otra lograron continuar con las creencias que les fueron inculcadas desde el día que nacieron.

Y me pregunto nuevamente… ¿Cómo visualizar en este Shul, en esta, mi Sinagoga, donde crecí y maduré escuchando entonar Kol Nidrei solamente al Rabino Kaiman? A ese hombre delgado y de poca estatura que parecía agigantarse al pronunciar las palabras de esta petición al Todo Poderoso. De poder dejar de verlo girar su cuerpo constantemente hacia los lados, como si esto fuese una metáfora viviente que incluía a todos los presentes. ¿Cómo reconocerlo hoy en día en la voz de otro Jazán?

Y sin embargo, lo afirmo con conciencia y convencimiento, los hombres poseemos un don: la memoria.

Memoria que parte desde aquella, la llamada memoria colectiva que ha sido reunida por generaciones, que no podemos evitar pues nos pertenece y va convirtiéndose en un deseo selectivo de acuerdo a las necesidades del momento.

Ningún pueblo como el pueblo judío.

Como el que trajo al mundo las primeras nociones de justicia, estudio, respeto y por sobre todas las cosas, la creencia en un solo D´s.

Ningún pueblo como el pueblo judío.

Que en cientos de oportunidades ha tratado de ser exterminado y ha atravesado por todas las luchas de la humanidad… y quizá, sea esta la respuesta por lo que lo llamamos el pueblo elegido. Su capacidad de supervivencia.

Y me pregunto… ¿El Pueblo Elegido para sobrevivir a pesar de los hombres mismos?

Así lo creo, así lo siento y deseo compartirlo porque los únicos a los que no podremos sobrevivir será a: “nosotros mismos, a nosotros mismos judíos del mundo”, los integrantes de aquel pueblo a quien en la nada del desierto alguna una vez recibieron las Tablas de la Ley, y que todos, en espíritu, nos encontrábamos allí acompañando a Moshé en Har Sinaí.

¿Luchar? ¿Contra qué o contra quién?

¿Qué lucha ha logrado borrar de las puertas de nuestras casas el Shema?

¿Qué motivo nos ha hecho perdernos dentro de otra fe, de otra creencia, de otro espacio? ¿En qué momento hemos negado la importancia y la existencia eterna de Jerusalem?

Solo a través del libre albedrío del que fuimos dotados y del que hacemos uso sin temer a las consecuencias.

Luchar contra nosotros mismos.

Esta sería la frase que yo utilizo para describir, no a las masacres y a las oportunidades de erradicar al único pueblo milenario que existe sobre la tierra, al único pueblo que literalmente ha resurgido de entre las cenizas para convertirse en una nación de principios, de moral, de conocimientos, capaz de ayudar al prójimo y al mundo, además de poseer una fe perpetua.

¿Cómo estar seguros que las generaciones venideras creerán en las palabras recibdas en el Sinaí y entregadas tras un estremecimiento de la tierra misma, un sismo que escindió la mente de los pueblos y fue redactada y dictada por la misma voz del Creador?.

¿Seremos capaces de luchar nuevamente por Kidush Hashem? ¿Mostraremos a nuestros hijos, nietos, y bisnietos… el camino que ya fue trazado con sangre o con la cal de los huesos desaparecidos por los senderos recorridos dentro de historias inverosímiles?

Nosotros, generaciones que vivimos en un mundo donde ser judío no representa un peligro inminente, pues afortunadamente contamos con el Estado de Israel. Generaciones que tenemos una sola responsabilidad: asegurarnos de la continuidad que se ha ido rompiendo, como una cadena que se ha estado oxidando por la elección misma de los que viven en el desprendimiento de sus costumbres, de sus memorias, de las memorias de sus antepasados que intentan salir adelante fingiendo que aún persiste en su alma la aseveración o la posible confirmación de sus creencias y de su fe, y que sin embargo se alejan cada vez más. ¿Serán capaces de lograrlo, de educar a sus hijos dentro de un margen que no apague la flama esencial?

¿Acaso la historia no ha sido maestra fiel, precisa, auténtica, literal y constante?

Kol Nidrei, momento de reaccionar, de recapacitar, de decidir. Momento de saber si encontramos en nuestras manos el cetro que nos indicará nuestro futuro. Que nos dará la oportunidad de regresar y de seguir adelante por el camino del retorno a las bases que nos fueron otorgadas milenios atrás.

Imposible olvidar a un padre, a una madre recitando el “Shemá Israel” al lado de la cuna de su hijo, al abuelo esperando a su nieto abrir por fin los ojos, todavía lagañosos, por la mañana para recitar juntos “Modé Ani Lefaneja, aquí estoy, parado nuevamente ante ti” ¿Y qué mejor día para convertir esta aseveración en una realidad imposible de anular?

Gracias por esta melodía, gracias por estas palabras que tienen la magia de conmover hasta los corazones más indómitos.

Gracias… por una oportunidad más.