Enlace Judío México – Cada letra dentro de la Torá es una forma de expresar más que palabras. Cada una representa un concepto que nos permite traer al entendimiento abstracciones e ideas que empujan nuestro análisis, mientras incitan a nuestra imaginación.

El alfabeto para cada escritor y librepensador representa la posibilidad de grandes, increíbles e incluso imposibles ideas. Sería absurdo que teniendo un libro que incita tanto al diálogo entre maestro y pupilo – padre e hijo, el pueblo judío no encontrara más que una prosa de un texto que se transforma momento a momento y que cuenta miles de historias a través de una.

También se dice que cada letra de hebreo escrita en la Torá tiene su razón de ser. Ninguna está de más y ninguna de menos. Hoy en día, escribiendo cientos de mensajes en WhatsApp al día, fallamos en encontrar la belleza de la importancia en las palabras, pues no hay una que realmente mantenga su valor, cuando abusamos de ellas.

En el hebreo cada letra importa, incluso su forma y pronunciación importan. Al grado que hay letras para todo, inclusive para el vacío. La primer letra del alfabeto hebreo es la Alef, una letra que no tiene sonido, sino que representa el espacio. Esto, aunque contraproducente para los idiomas occidentales, es lo que hace del hebreo una de las lenguas más avanzadas que existen, al tomar las vocales y ponerlas debajo de las letras. Así permite que las palabras puedan ser más cortas en extensión y que su raíz permita el dominio de las definiciones a cualquier neófito del lenguaje, ya que con sólo saber la raíz de las palabras, su conjugación puede ser dominada con solamente algunas reglas.

En el caso de la Hei, la quinta letra del abecedario hebreo, su uso denomina individualidad (al plantear los artículos determinados e indeterminados) y universalidad al presentarse como el nombre de Dios, logrando mostrar el cosmos, con todo lo que contiene, a través de dos simples formas de tinta, que a su vez, hacen una sola letra.

Su expresión es como la de un suspiro. Al igual que Dios se encuentra y no se encuentra ahí. Se pronuncia como un suspiro, que representa a su vez un momento de amor, de despedida, de pasión o inclusive de nostalgia.

Y al igual que un suspiro, ésta letra es parte esencial de la individualidad de cada sustantivo, como los momentos privados de cada quién, y al mismo tiempo, su porte es el vehículo de las vocales sobre las que se encuentra, pero su presencia hace toda la diferencia en cada momento. Le plantea su peculiaridad, su definición al ser un ente único.

Por más que la religión ha sido tanto excusa para fines, como la razón máxima del descontento de muchos (debido a ser “el opio de las masas”), en varias ocasiones se nos olvida que también es la culpable de palabras y conceptos abstractos como por ejemplo, el vocablo de “esperanza”. Algo esencial para el ser humano, debido a su certero conocimiento de la muerte.

La esperanza está repleta de suspiros y aunque ha sido creada y satanizada por el ser humano, es más necesaria para el hombre, que en sentido contrario, pues la esperanza sin el hombre no existiría, pero el hombre sin esperanza es un simple mortal esperando la muerte, sin escalas, ni propósito.

Decía Antoine de Saint Exupery que las cosas más esenciales para el hombre son aquellas que se muestran invisibles a la vista. Por lo que las palabras, la esperanza y los suspiros, son decisiones que deben ser tomadas; pues rara vez llegan solas por arte de magia.

El judaísmo tiene muchas reglas sobre hablar mal de nuestro prójimo, pues se sabe desde hace milenios en nuestra tradición que hasta existen palabras que matan en vida. Lo que denota lo crucial que es escoger las palabras correctas.

Nuestras palabras son el inicio de nuestras vidas. Cada palabra que sale de nuestros labios tiene una importancia y cada una tiene un impacto. Las palabras correctas, en el momento correcto pueden llevarnos al cielo y hacer de nosotros personas que empujen positivamente a la sociedad, pero las incorrectas nos pueden hacer todo lo contrario.

Depende de cada uno de nosotros cómo tomar esta reflexión. Si queremos usar la Hei para definir nuestros suspiros más íntimos y así reclamar nuestra individualidad con belleza, poesía y amor, o usarla para gritarle a Dios y reclamarle una existencia que lleva a la muerte. La decisión es nuestra.


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