Enlace Judío México.- Enfrentando amenazas de Irán y Turquía, ellos quieren paz y estrangular a Hamás.

WALTER RUSSELL MEAD

En la superficie todo estaba normal en la Franja de Gaza. Hamás llevó en autobuses a miles de residentes a la frontera con Israel para iniciar una campaña de protesta de seis semanas antes del 70° aniversario de la independencia de Israel–o, como la llaman los palestinos, la nakba, o “catástrofe.” Esta protesta marcaría “el inicio del retorno de los palestinos a toda Palestina”, según el líder de Hamás, Ismail Haniyeh.

No lo fue. Fueron arrojadas piedras, fueron encendidas cubiertas, y se efectuaron tiros. Cuando se disipó el humo, las fronteras estaban aún en pie y 15 palestinos yacían muertos, con tres más sucumbiendo más tarde por las heridas. Mientras las familias soportaban sus tragedias privadas, se arremolinaron las controversias conocidas. La gente usual denunció a Israel en las formas acostumbradas, contrarrestada por los defensores usuales planteando los argumentos acostumbrados.

Pero lo que está sucediendo en Gaza hoy no es normal. Las placas tectónicas se están corriendo en el Medio Oriente mientras el mundo árabe suní contabiliza el costo de la fallida Primavera Árabe y la derrota de los árabes suníes por parte de las fuerzas respaldadas por Irán en Siria.

En épocas de más liderazgo, nacionalistas panárabes como Gamal Abdel Nasser y figuras menores como Saddam Hussein soñaron con crear un estado panárabe unido que pudiera mantener lo propio entre las grandes potencias del mundo. Cuando el nacionalismo chisporroteó, muchos árabes recurrieron en su lugar a movimientos suníes islámicos. Aquellos, también, han fallado por el momento, y hoy los estados árabes buscan protección de Israel y Estados Unidos contra un Irán ascendente y una Turquía inquieta y neo-otomana.

Pero la protección estadounidense de la cual dependen los árabes no puede ser dada por hecho, como demuestra la determinación evidente del Presidente Trump de retirar las fuerzas estadounidenses de Siria. Bajo estas circunstancias, el acceso sin par de Israel a Washington hace a Jerusalén aún más importante para los cálculos árabes. Tal vez sólo Israel puede mantener a Estados Unidos involucrado en la región.

Es contra este contexto que la antigua alianza palestina con las naciones árabes se ha erosionado. La mayoría de los gobernantes árabes ven ahora las demandas palestinas como un obstáculo inconveniente para una alianza estratégica necesaria con Israel. Los principales estados del Golfo y Egipto aparentemente han concordado en dos objetivos.

El primero es estrangular a Hamás en Gaza para restablecer la autoridad de la Autoridad Palestina liderada por Fatah. El segundo es presionar a la autoridad para que acepte el tipo de paz que Israel ha ofrecido repetidamente y que Yasser Arafat y su sucesor hasta ahora han rechazado.

Mahmoud Abbas y la Autoridad Palestina están tratando de ganar tiempo. Ellos apoyan el primer objetivo rehusándose a pagar los salarios de empleados del gobierno en la Franja de Gaza dirigida por Hamás aun cuando resisten la presión de hacer la paz con el estado judío. No está aún claro cuál será la respuesta final de la autoridad a la presión por la paz. Incluso si ésta finalmente decide aceptar un compromiso patrocinado por los árabes, hacer un espectáculo de resistencia puede mejorar su credibilidad con el público palestino y, tal vez, extraer mejores términos.

Hamás está en una dificultad aún más complicada. El bloqueo árabe y huelga de donantes incapacita a Gaza en formas que los israelíes nunca podrían. El alimento es cada vez más escaso, la electricidad es errática, el desempleo excede el 40%, y las aguas residuales corren dentro del mar.

Muchos residentes de Gaza quieren presuntamente lo único que Hamás no puede ofrecer: alivio.

Históricamente, Hamás ha reaccionado a este tipo de presión iniciando guerras contra Israel, confiando en que sus amigos en el exterior fuercen al estado judío a cesar el fuego antes que éste pueda infligir daño serio sobre el liderazgo de Hamás. Pero en la guerra del 2014, la reticencia árabe dio a Israel tiempo de asestar una seria derrota sobre Hamás. Otra guerra sería igualmente ruinosa y por la misma razón: Los gobiernos árabes quieren a Hamás aplastado, y ellos no impedirán a Israel hacer el trabajo.

Hamás espera que las manifestaciones actuales puedan agitar una ola global de furia e indignación contra Israel sin provocar una guerra completa. Eso podría debilitar la coalición árabe contra él. Pero el primer público para la actuación de Hamás esta vez no es el mundo árabe; es Turquía e Irán, cuyo apoyo necesitará Hamás para sobrevivir si es expulsado de Gaza (como Arafat fue echado una vez de Jordania y Líbano).

Las disputas entre los palestinos y otros árabes no son nada nuevo. Pero el colapso del nacionalismo árabe y el fracaso del radicalismo suní han debilitado a las fuerzas políticas que concentraron el apoyo árabe para la causa palestina. Con millones de nuevos refugiados árabes en Siria, y amenazas crecientes para la independencia árabe por parte de vecinos poderosos, priorizar a Palestina es un lujo que muchos árabes sienten que ellos no pueden darse.

 

 

Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México

 

 

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