Enlace Judío México.- Las explosiones políticas se caracterizan, como nuestra edad, o la erupción de un volcán, o nuestros enojos, por ejemplo, por el hecho de ser inevitables, debido a un fenómeno que se llama acumulación. Este proceso, además, nos va deformando. Cuando veo después de mucho tiempo a ciertas amistades o a mí misma en el espejo, no puedo creer que soy la misma que conquistó en la prepa a éste o aquél, que me gradué en antropología y letras, que luché por los pobres, que tuve dos hijos, que solita levanté una finca de café y que aprendí a bailar salsa a los cuarenta años de edad.

SHULAMIT BEIGEL PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Lo mismo pasa con los cambios políticos, las revoluciones y su caída, o el advenimiento de líderes que nunca imaginaste que “la harían”. Quién hubiese imaginado que algún día se creara un Estado judío, Israel, que se derrumbaría el bloque soviético, o que Venezuela llegara a la situación económica y social en la cual se encuentra. Son solo unos ejemplos.

Eso, y mucho más, fue lo que pasó con el PRI. Quisieron mantenerse, mostrar que seguían jóvenes, como una vieja que no acepta que el tiempo ha pasado y que ya no es igual como lo fue en su juventud, tratando de volver a ella con cirugías y rellenos, y ropa juvenil y pintura de pelo que esconda las canas, y maquillaje, pero su contenido se hizo viejo. Ya nadie le cree. Ya ni quien se acuerde de cómo fue en sus comienzos juveniles. Y la palabra revolución que usaron para conquistar, y en la que tal vez creyeron en un comienzo, perdió su valor, se volvió hueca, porque hace tiempo que no hay justicia en México ni bienestar; no hay nada revolucionario.

El partido que fundara Plutarco Elías calles y que luego fue refundado por Lázaro Cárdenas, y nuevamente por Manuel Ávila Camacho, desde 1929, que logró que todos los presidentes fueran miembros del PRI hasta la alternancia en 2000 cuando ganó Vicente Fox representante de la oposición, ha perdido.

Fue el partido que durante las primeras décadas logró un crecimiento económico; y la estabilidad política y económica del país, fue el origen del llamado milagro mexicano. En la tercera parte de la década del siglo XX, su poder, el del partido, fue disminuyendo a consecuencia de episodios como la matanza de Tlatelolco el dos de octubre del 68. Luego vinieron a sumarse las crisis económicas, con sus devaluaciones, desempleo y ampliación de la pobreza. Pero lo que lo hizo perder del todo fue su corrupción. Cuesta mucho recordar cómo fue en sus inicios. O como era México mismo, que tanto ha cambiado de ser “la región más transparente del aire”, a lo que es hoy. A estas alturas ya ni sabemos quiénes fueron los buenos en la película de su historia. Dónde han quedado Zapata y Villa, y todos los próceres en este contexto histórico que solo sirve para hacer películas, westerns… donde los pobres luchan contra los ricos… ¿una simplificación?: tal vez. Pero siempre ha sido así en todos lados: pobres y ricos, malos y buenos, triunfadores y vencidos.

Claro que los buenos siempre ganan y por eso el PRI no podía ganar. Tenía la batalla perdida antes de empezar. Por los errores que ha cometido durante tantos años, garrafales en realidad.

Ojalá no nos equivoquemos

Tal vez nos equivoquemos, pero eso no lo sabemos ahorita y quizá solo haya que pedir cuentas mirando el pasado reciente de México, el rumbo de un país secuestrado por la corrupción de su sistema político, por la criminalidad de sus narco gobiernos, narco política, y narco policía. Aquello es horrible si miramos apenas lo reciente. Las desapariciones y muertes de mujeres, de estudiantes, la criminalización y persecución de maestros, etcétera, etcétera.

No me gusta opinar sobre los asuntos internos de un país en el que no he vivido ya muchos años, pero pareciera que el grito reclamando por el imperio de justicia, en cualquier lugar del mundo, se está convirtiendo en un grito universal.

Los gobiernos, la clase política y la sociedad de cómplices, llevaron a México a esta condición fracasada y desesperanzadora que ayer le dio paso a AMLO. Quizá sea una magnífica oportunidad para poner en práctica, allí dentro, en el México de mi infancia y adolescencia, experiencias de una izquierda renovada, madura, que desactiven el cerrojo actual. Encender una luz en la oscuridad es una actitud muy prudente y sabia. ¿Por qué no podría el México multicultural escribir una nueva etapa de su historia y de nuestra historia latinoamericana que sea ejemplo regional y universal?

La América Latina, inscrita en la marcha de los gobiernos de izquierda o de derecha, no ha encontrado hasta ahora, marcas representativas de un éxito ejemplar en la construcción de un Estado de bienestar. Hay evidentes y suficientes ejemplos de logros digamos promedio en el continente, que deberían sugerirnos que la izquierda tiene una materia pendiente por defender. No digo que la izquierda sea el camino de México. La izquierda histórica es un cañaveral profundo y tan diverso, donde cabe la derecha completa, con todas sus expresiones demócratas, de centro, de centro izquierda, socialismo “light” y las formas radicales de esta expresión del pensamiento revolucionario. Personalmente no lo veo, a López Obrador, comprometido con el pensamiento de la izquierda que amenaza al sistema capitalista. Me parece, a un día de haber sido elegido, que su oferta más importante es acabar con la corrupción y la criminalidad. Ese es un paso que, si lo logra, le conviene a México y al mundo entero.

Si fracasa AMLO, (como fracasó Maduro en Venezuela), se perderá una oportunidad más, un tiempo más, y se frustrará un procedimiento por otra vía, la de la utilización de la izquierda pero también viceversa, pero igual la historia de México continuará su marcha, como lo ha hecho hasta ahora.

Estudiamos la historia, no como un continuum, sino como nos la enseñaron, por etapas. Que si el México precortesiano, la Colonia, la Independencia, la Revolución, etcétera. Pero la gradualidad de los cambios suele ser más larga que nuestras expectativas de vida. Tan larga, que pocas separaciones reales pueden advertirse, incluso, entre el fin de una época y el comienzo de otra. Un solo árbol no hace un bosque. Esto es imprescindible para sustentar que los cambios, los buenos resultados, el éxito o el fracaso, son frutos de ciclos largos que se cosechan en colectivo. Si fracasa López Obrador será porque continuaría en los errores históricos del PRI y del PAN. Entonces el fracaso será de México y de nadie más.

En lo personal, deseo que tenga mucho éxito. Ojalá y él pudiera acabar con las pesadillas de ese extraordinario país que es México. Los horrores que han sufrido los mexicanos son los mismos de todos los latinoamericanos, sin excepción. Claro, magnificados por el número de una población que supera los 127 millones de habitantes.

Si en México se quita la violencia y se da un golpe noble a la corrupción, se eliminarán los focos de maldad que allí se dan en términos brutos. ¡Qué perspectivas no tendría este gran pueblo! ¡Qué optimismo renovador no crecería en nuestros pueblos de Latinoamérica!

 

 

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