Enlace Judío México.- En la Perashá de esta semana Moshé le dice al pueblo judío, un poco antes que lleguen a la tierra de Israel (traducción libre):

“Cuando Hashem tu Dios te haya traído a la tierra que juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob, te encontrarás que en esa tierra ya hay poderosas ciudades, que ya están edificadas y amuralladas, y tú no tendrás la necesidad de construir. Encontrarás casas llenas de todo tipo de cosas buenas, que tú no tuviste la necesidad de lograr con tu propio esfuerzo: encontrarás pozos de agua potable, que tú no cavaste; viñedos y árboles de olivos, que tú no plantaste, etc. Solo recuerda y presta mucho atención: cuando comas, disfrutes y te sientas satisfecho, no olvides a Hashem tu Dios; y recuerda que fue Hashem, tu Dios, quien te sacó de Egipto de la casa de esclavos y te cedió esta tierra que hoy puedes disfrutar.”

Deut. 6: 10-12

RAB YOSEF BITTON

El pueblo de Israel está listo para entrar a la Tierra Prometida. Es cierto que va a tener que luchar por ella. Pero Hashem ya les prometió que los acompañará en el campo de batalla y nadie duda, ni Israel ni sus enemigos, que en el plano militar Israel tendrá éxito y conquistará la tierra. Es muy interesante ver que la Torá no está preocupada por la guerra. Y eso que la guerra va a ser dura y muy larga. Pero Moshé no invierte su discurso, el extenso y último discurso que dará en su vida, motivando a sus soldados a matar sin piedad al enemigo.

A Moshé no le preocupa la guerra. Le preocupa la paz. Más especialmente: los efectos secundarios de la prosperidad.

Los Yehudim van a tener todo en bandeja; heredarán ciudades construidas y habitarán casas que ya están funcionando. Con árboles que ya están dando sus frutos.

Al no tener la necesidad de esforzarse materialmente para construir sus vidas desde cero, van a disponer de mucho tiempo libre. Y de una mente sin preocupaciones. Y esto, que es el mayor sueño material de cualquier individuo normal, Moshé lo describe como una posible pesadilla. ¿Por qué? Porque la paz, la abundancia y la afluencia material puede convertirse en una trampa mortal para el espíritu de un hombre. Moshé advierte al pueblo de Israel contra los riesgos de aquello que los norteamericanos llaman “affluenza” (=los efectos negativos que aveces acompañan a la riqueza).

La “affluenza” se puede contraer cuando uno tiene, o puede tener, no sólo todo lo que necesita sino también todo lo que quiere y todo lo que desea. Una persona con “affluenza puede volverse arrogante, egoísta y desagradecido.

Hay diferentes grados y tipos de “affluenza”. El nivel más grave afecta a las personas que en lo material lo tienen todo ¡por herencia! Es decir: que no tuvieron que esforzarse y trabajar duro para alcanzar su fortuna. Hay muchos casos típicos. Por ejemplo, el de los hijos (o nietos) de inmigrantes. Los padres llegan al nuevo país sin dinero.

Empiezan desde abajo, pasan innumerables desafíos y privaciones, y al final, tienen éxito. Pero la inteligencia comercial que les permitió alcanzar su éxito, no les ayuda para educar a su hijos. Muchos padres, guiados por un instinto paternal engañoso, se convencen a sí mismos que no quieren que sus hijos pasen por las privaciones que ellos pasaron, quieren que sus hijos “disfruten” de los sacrificios que ellos, los padres, ya hicieron. Y entonces muchos cometen el error de sus vidas: ¡nombran a sus hijos vicepresidentes de su compañía!

Los hijos, que no tuvieron que “ganar” lo que tienen, por lo general no terminan bien.… Porque los logros sólo se aprecian cuando uno tuvo que esforzarse para conseguirlos. Para los padres, es una pesadilla. Porque creyeron que al inundar a sus hijos de riqueza gratis, y lograr así que nunca les falte nada, sus amados hijos iban a experimentar la felicidad eterna. Y obviamente, sentirán un tremendo amor y aprecio hacia sus padres.

Algunos padres descubren entonces, quizás cuando ya es demasiado tarde, que lejos de haber educado a sus hijos a ser felices y agradecidos, han criado seres no sólo incapaces de valorar lo que recibieron, sino también insaciables, que siempre demandan más y rehúsan hacer el mínimo esfuerzo de su parte.

Hace 3500 años atrás, Moshé Rabenu advierte al pueblo de Israel, y quizás a la humanidad entera, sobre los peligros de la “affluenza”. Por primera vez alguien dijo: “Tengan cuidado con la riqueza”. Especialmente, cuando es heredada.
Nunca se olviden quién les ha dado todo lo que tienen. No dejen de apreciar y agradecer por lo que tienen, mientras lo tienen.

Por encima de todo, la Torá nos enseña a vivir correctamente el privilegio de la paz y la prosperidad. Nos enseña que cuando tenemos exceso, lo debemos compartir con el que tiene menos. Nos educa a aprovechar cada momento libre de preocupaciones materiales para crecer en lo espiritual.

Y reconocer que el privilegio de la abundancia es una bendición de Hashem, cuyo beneficio principal es que nos permite tener más tiempo y cabeza para acercarnos a Él.

 

 

 

Fuente:halajá.org