Hoy es 6 de agosto 2018.

Enlace Judío México.- Cuando vi la película Hiroshima mi amor, hace muchos años, pensé que era una historia inventada, que no podía ser verdad tanta crueldad. Lamentablemente me equivocaba.

SHULAMIT BEIGEL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Muchos jóvenes tal vez no lo sepan, pero el 6 de agosto de 1945, cuando estaba por terminar la Segunda Guerra Mundial, una bomba de uranio llamada “Little Boy” fue lanzada por los norteamericanos desde un avión sobre Hiroshima, en Japón, destruyendo la ciudad.

Tres días después, los norteamericanos lanzaron otra bomba sobre Nagasaki, una bomba de plutonio. La orden de lanzarlas las dio Harry Truman, presidente de Estados Unidos en aquellos momentos, quien se mantuvo después que ambas bombas atómicas ayudaron a poner fin a la Segunda Guerra Mundial.

Se estima que hacia finales de 1945, las bombas habían matado a 166.000 personas en Hiroshima y 80.000 en Nagasaki. Entre las víctimas, del 15 al 20 % murieron por lesiones o enfermedades atribuidas al envenenamiento, o por radiaciones. Desde entonces, algunas otras personas han fallecido de leucemia y distintos cánceres atribuidos a la exposición y a la radiación liberada por las bombas. En ambas ciudades, la gran mayoría de las muertes fueron de civiles.

Seis días después de la detonación sobre Nagasaki, el 15 de agosto, el Imperio del Japón anunció su rendición incondicional frente a los «Aliados».

Mucho se ha debatido sobre la justificación de la utilización de las bombas. Hoy día se sabe que la bomba no era necesaria o no estaba justificada, porque Japón ya estaba listo para rendirse antes de los bombardeos. Una explosión de demostración sobre la Bahía de Tokio habría servido para convencer a los líderes japoneses acerca de los efectos de la bomba, sin muertes innecesarias. Las ciudades tenían casi nulo valor militar, y fueron los civiles quienes más sufrieron de esta esta innombrable, horrible atrocidad.

Por esto que sucedió pienso que el mundo es un lugar peligroso para vivir. ¿Por qué? La respuesta es muy sencilla: porque hay misiles atómicos emplazados en muchos países. Algunos presidentes han decidido mostrarse firmes al respecto, y no aguantar la mala conducta de otros países, o de otro país, pero hasta la fecha no han hecho nada. Tal vez no puedan hacer nada.

En 1945, el 6 de agosto, esa explosión, al destruir Hiroshima, inauguró la era atómica y, al dividir en dos partes la historia de la humanidad, mandó el pasado al rincón de los recuerdos ingenuos, al mismo tiempo que lanzó el futuro hacia cualquier parte, la parte incierta en la cual vivimos hoy en día.

Nos ha tocado vivir plenamente insertos en la parte atómica de la historia humana. Nos ha tocado, contra nuestra voluntad, pertenecer a esta generación, que sabe que el hombre es capaz de destruir la tierra y modificar el cosmos. Y no solo en las películas de Hollywood.

Porque los de antes de 1945, los de la historia dorada y tranquila anterior a la Segunda Guerra Mundial, nunca pensaron que una guerra podía ser la última, o que la capacidad destructora del hombre podía llegar a ser tan elaborada, tan enorme. Las envidiables generaciones de antes no tuvieron a la bomba y a la destrucción radioactiva consecuente, como una pesadilla infantil, y tal vez por eso han gastado mucho menos dinero del que hemos gastado nosotros en psicoanálisis.

Pertenezco, yo, Shulamit, y muchas de mis amistades, a una generación pacifista, por elemental instinto de conservación. Una generación enemiga de los galardones y las medallas hasta la paranoia. De cualquier país.

Los hombres de mi generación se dejaron el pelo largo, aunque sus mismos padres los criticaban, porque los soldados que habían conocido esos mismos padres andaban rapados. Por eso mismo pusieron también inútiles flores en la boca de los fusiles.

De mi generación, de la cual me siento orgullosa, surgió el feminismo y las primeras luchas de las minorías sexuales, no así nomás ni porque sí, sino como una oposición definitiva al machismo de los militares. De todos los países.

Fue la misma generación que incineró sus cartillas de reclutamiento en Estados Unidos, se escapó a Canadá y denunció la Guerra de Vietnam. La generación que floreció en la primavera de Praga y lloró de rabia e impotencia cuando los tanques soviéticos llegaron a violarla.

La generación que fue agredida y torturada por el Poder militar en Chile, Uruguay y Argentina. La generación que ha hablado de todas estas cosas tantas veces, que ha sido acusada de obsesiva y anacrónica y de ser niños bien, hijos de burgueses jugando a ser revolucionarios.

Pero fuimos una generación humanista, ingenua tal vez, que propuso la paz y el amor a una mayoría silenciosa que, al revés de nosotros, nunca ha dejado de llevar el espíritu uniformado y lleno de medallas de guerra.

Fuimos Piedras Rodantes, Rolling Stones, así nos llamaron y de ahí la canción, o niños de las flores, porque bailamos con ellas desnudos en Woodstock y otros lugares del mundo, pidiendo cosas tan absurdas como sobrevivir. Sí, tan absurdas como sobrevivir.

Luego crecimos e intentamos continuar con nuestros sueños pacifistas, pero no hemos conocido la Paz. Vietnam, las matanzas en Latinoamérica, las ocupaciones soviéticas, las guerras en Israel, la guerra del Golfo, Sarajevo, Siria, Gaza, siempre bombas contra nuestros sueños en diferentes partes del mundo.

Misiles, siempre misiles.

Todos sabemos lo que la guerra ha hecho a los grandes movimientos del espíritu humano. La forma en que los años Weimar fueron borrados del mapa por la guerra, la forma en que el espíritu de la República española fue crucificado por la guerra, la forma en que la guerra consolidó al estalinismo y desbarató el aliento de la Revolución de Octubre, la forma en que la guerra aniquiló el alma a nuestros hermanos en las cámaras de gas.

La guerra que continúa de varias maneras en distintos lugares. Supimos y sabemos siempre que la guerra era y es nuestro enemigo, ¿pero que podíamos hacer?

Soñamos que la Paz se convertiría de silencio temporal en un silencio definitivo. No estábamos seguros. No lo sabemos tampoco ahora.

El programa nuclear de muchos países sigue adelante. ¿Sabrán algo que nosotros, simples mortales, no sabemos?

Esta generación bombardeada desde Hiroshima a la que pertenezco pide paz, una vez más, como lo ha pedido siempre, sin ningún resultado, como lo seguirá pidiendo, obsesivamente, hasta que nos borren del mapa, porque no, nunca aprendimos a pedir otra cosa.

 

 

 

 

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