Enlace Judío México – No es sólo una cuestión feminista: tiene profundas repercusiones sobre la seguridad, la igualdad y la dinámica social de Israel.

NOAMI HAZAN

Recientemente, el ejército israelí nombró a su primera comandante de un escuadrón aéreo el mismo día en que unos 30 paracaidistas religiosos dieron la espalda a su instructora. Más de mil mujeres fueron reclutadas para el combate en unidades de campo este verano (el doble que hace seis años), justo cuando las combatientes recibieron órdenes de no usar camisetas blancas durante los ejercicios y de abstenerse de meterse a albercas en traje de baño “para no molestar a soldados religiosos”. Una vez más, el tira y afloja entre las mujeres activistas y los líderes ortodoxos sobre la igualdad de género en el ejército está escalando, desencadenando una creciente confrontación en diversos sectores.

En medio de continuos enfrentamientos en la frontera con Gaza y el intenso debate sobre la Ley del Estado-Nación, ¿qué tan importante es este tema? ¿Por qué sigue despertando tales pasiones y suscitando tanta controversia? La respuesta, simplemente, es que la igualdad de género en las FDI es sintomática de las grandes cuestiones que actualmente preocupan a la sociedad israelí y cuya determinación afectará su identidad en los próximos años.

El alistamiento de mujeres en el ejército es uno de los indicadores más precisos de los tres principios entrelazados proclamados por David Ben-Gurión hace más de 70 años. El primero es la capacidad de Israel de proteger a sus ciudadanos al optimizar sus recursos humanos. La creación de un ejército unificado bajo el control del Estado se entendía entonces, como debía ser ahora, como una condición indispensable del Estado: el símbolo incontrovertible de la independencia soberana. De todas las instituciones del Estado, las FDI se han convertido en una estructura oficial casi consensual. Como tal, con pocas excepciones, se han considerado por encima de la política heurística (que explica la decisión aún debatida de unir a todas las milicias previas a la independencia bajo el estandarte del ejército).

La exclusión de las mujeres de ciertos puestos en las FDI, le negó a Israel la capacidad de utilizar a algunos de los ciudadanos más talentosos para su propia defensa. Después de años en los que las mujeres fueron reclutadas para el servicio obligatorio pero fueron dejadas de lado en lo que es innegablemente una de las instituciones más jerárquicas y dominadas por hombres en el país, durante las últimas dos décadas, la mayoría de los puestos en el ejército (actualmente más del 92 por ciento) se abrieron a todos los reclutas independientemente de su raza, religión y sexo. El razonamiento detrás de este movimiento – impulsado por varias decisiones históricas de la Corte Suprema de Justicia (entre ellas la petición de Alice Miller para competir por un puesto en la escuela de pilotos) y por la exitosa legislación para garantizar la igualdad de género – ha sido que las FDI deben colocar a “la persona adecuada en el lugar correcto” para optimizar su eficacia.

La mayor parte de los ultraortodoxos y algunos líderes religiosos nunca aceptaron estos cambios de política, argumentando que no hay lugar para las mujeres en el ejército. Otros insisten en que las mujeres debilitan a las FDI en nombre de principios ajenos y que la proximidad a las mujeres distrae a los soldados en sus deberes. Por lo tanto, negocían con las FDI para garantizar que sus preocupaciones religiosas se tomen en cuenta, por lo que su servicio depende de que se acepten sus condiciones. El protocolo de “integración apropiada” de 2004 y los acuerdos del “servicio conjunto” de 2017 abordan la interacción de hombres y mujeres en el ejército. Sin embargo, no existe una interpretación de estos acuerdos que explique las constantes disputas sobre el servicio militar de mujeres, especialmente en puestos de combate.

Esta negociación socava al ejército en dos aspectos importantes: primero permite que fuerzas externas interfieran en la política de las FDI (en este caso, poderosos rabinos del movimiento nacional-religioso); y en segundo lugar, permite eliminar la autonomía del ejército de diversas corrientes sociales. Los soldados están sujetos a las órdenes de sus oficiales superiores, no a las de sus líderes civiles. El jefe de la Dirección de Recursos Humanos de las FDI, general Moti Almoz, lo expresó acertadamente hace varias semanas: “Ningún comandante puede decidir, por sí solo, incrementar o disminuir las órdenes militares”. Esta advertencia es más sobresaliente en el caso de las mujeres; también se aplica a los intentos de infiltrarse en el ámbito de las normas militares (como en el caso de Elor Azaria).

Romper con la independencia de las FDI debilita sus capacidades. Ningún país, como bien saben las altas esferas del Estado, puede permitirse tales infracciones sobre su control del uso de la fuerza sin sufrir graves consecuencias a través del tiempo.

El servicio de las mujeres en el ejército también es, en segundo lugar, indicativo del papel de las FDI como “el ejército del pueblo”, que se rige por el principio de igualdad. El alistamiento obligatorio siempre se ha visto como el boleto de entrada a la sociedad israelí. La excepción de los ultraortodoxos y la no inducción de los ciudadanos árabes, a diferencia de los drusos y circasianos, se ha utilizado tradicionalmente para justificar su inclusión cívica parcial.

Esta percepción de las FDI como el abanderado de la igualdad ha existido a lo largo de la historia de Israel. Por lo tanto, el logro de la igualdad de género en las filas de las fuerzas armadas, ha sido ampliamente visto como la prueba de su capacidad de asegurar la igualdad de la población en general. Esta afirmación es explícita. El último memorándum sobre el tema explica: “Las FDI son el ejército del Estado y sus puertas están abiertas a todos los sectores de la sociedad israelí: laicos y religiosos, mujeres y hombres, ultraortodoxos, miembros de grupos minoritarios y voluntarios. Todos”. Este es el motivo por el que las FDI no pueden tolerar que no se acaten sus órdenes en asuntos de disciplina y apariencia.

No todos aceptan este vínculo entre la igualdad y la preservación del ejército del pueblo. Los líderes religiosos afirman que el ejército no puede ser usado como instrumento para promover la agenda de las mujeres a expensas de otros grupos. También sugieren que se ha convertido en una herramienta de feministas radicales (en el proceso, irónicamente, muestran su inmensa ignorancia de esta corriente del feminismo, que evita el servicio militar en general). Otros rechazan la primacía del ejército en el fomento de la igualdad cívica. Esta complejidad es significativa.

Es también por esta razón que la igualdad de género en las fuerzas armadas, en tercera instancia, irradia mucho más allá de los límites del ejército. El estatus de las mujeres en las FDI, no sólo refleja las normas sociales, sino que también afecta a estos preceptos. El ejército israelí se ha definido en los últimos años como el “abanderado de la integración de las mujeres”. Sin embargo, aunque ha apoyado la igualdad de género, también ha cedido a los flagrantes ataques contra la posición de las mujeres en sus filas y se han registrado varios casos de flagrante discriminación y sexismo que tienen graves repercusiones en la sociedad en general.

En los últimos años, abundan los ejemplos de segregación de género en las instituciones del Estado, en el mundo académico y en el sector privado (la exclusión de las mujeres de la producción de vino kosher es una de las más atroces). También existe la intolerancia hacia las mujeres en la esfera pública: en el transporte público, en carteles publicitarios, en las calles y en los códigos de vestir. El silenciamiento de las voces de las mujeres en ciertos lugares públicos se ha convertido en norma, así como la exclusión de algunas mujeres de puestos de poder a nivel local y nacional. Cuando las mujeres están ausentes del panorama civil, la igualdad está en riesgo. Los espacios democráticos, que no sólo protegen la igualdad, sino que también permiten que se haga justicia en este ámbito, se están reduciendo. Esto es especialmente cierto en Israel hoy en día, donde la lucha por la igualdad se ha convertido en el centro de la definición del propio ser de Israel.

El servicio de las mujeres en las FDI no es meramente una cuestión feminista. Tiene profundas repercusiones sobre la seguridad de Israel, su igualdad y su dinámica social. Quienes eligen ignorarlo o menospreciarlo lo hacen bajo su propio riesgo.

Fuente: The Times of Israel / Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico

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