Enlace Judío México e Israel.-Celebro la disposición de Mario Shejtman para este intercambio de ideas. Especialmente, porque sé que los dos lo hacemos por un sincero amor a Israel y un compromiso con la búsqueda de paz y justicia en todo sentido, y para todos.

IRVING GATELL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Tal y como establecimos en un compromiso privado Mario Shejtman y yo, este es el inicio de un intercambio de ideas en relación al conflicto israelí-palestino que estaremos publicando en Enlace Judío, con tanta frecuencia como nos sea posible.

Ambos decidimos que un ejercicio como éste no valía la pena hacerlo en privado, sino que tenía que estar accesible a todos los lectores. Justo porque Mario y yo mantenemos perspectivas diferentes sobre los mismos fenómenos. Y eso es lo más urgente: la contrastación de ideas. Las grandes aportaciones o soluciones a los grandes problemas nunca han surgido de una perspectiva unilateral de las cosas.

El reto que Mario propone en este sentido es tan interesante como relevante: un diálogo abierto, franco, que no tenga por objetivo minimizar o descartar las opiniones del otro, sino –en un obligado clima de respeto y tolerancia– busque construir o reforzar los puentes justo donde hay diferencias.

En esa línea de ideas, Mario nos pone frente a dos disyuntivas: agrandar el conocimiento y la comprensión de las complejidades, o intimidar al contendiente para achicar su capacidad de argumentar. Y, por supuesto, apela a que la ruta es la primera, no la segunda.

Es el primer punto donde debo proponer un contrapunto. En realidad, yo contemplo también otra alternativa que surge de nuestro esfuerzo de comprender las complejidades que nos rodean, y nos pone frente a la parte más compleja del diálogo. Y es la de realmente achicar las cosas que tienen que ser achicadas. Es decir, las que realmente estorban o son un problema en este asunto tan complejo.

Mario y yo tenemos una ventaja que nos hará debatir desde una postura muy cómoda: los dos somos judíos, y los dos estamos interesados en encontrar una solución al conflicto israelí-palestino. Incluso ser parte de ella en la medida de nuestras posibilidades.

Eso significa que aún con todo y nuestras perspectivas distintas sobre ciertos temas, estamos en el mismo bando. Tenemos como objetivo final algo demasiado similar (me atrevo a decir que idéntico).

Pero no todo en el panorama es así. Ojalá este conflicto fuese tan sencillo como “personas con objetivos similares pero con opiniones y perspectivas diferentes”.

Lamentablemente es un conflicto donde ambos bandos (israelí y palestino) tienen sus entidades extremistas, y a esas hay que presentarles debate en otros términos, en otro nivel. A ellos sí hay que achicarles los argumentos, justo porque sus objetivos van en una ruta diferente y que, casi por regla general, hace de la violencia una estrategia importante. Incluso, a veces es la estrategia principal.

El riesgo principal en el proceso de presentarle combate a esas ideologías es querer ver la situación en blanco y negro. Me parece que hay un dejo de ello cuando Mario se expresa de Menájem Beguin en términos antagónicos a los que usa en relación al actual gobierno israelí.

En mi experiencia personal, no existen blancos ni negros. Hay muchos matices, y ello nos obliga a tratar las cosas sin caer en los excesos de la generalización.

La necesidad y utilidad de esto es fácil de explicar. Por ejemplo, Mario apela a que debemos evitar lo que llama “esa dualidad nociva” en la que se contrastan “argumentos claros, lógicos y contundentes” contra “las patrañas incoherentes, indefendibles e ingenuas de aquellos que no entienden nada”. Y tiene razón en un punto: jugar demasiado con esas etiquetas nos pone en el riesgo de descalificar con demasiada facilidad al otro.

Pero entonces, también debemos evitar etiquetas como “el actual gobierno que no tiene tapujos en sembrar divisiones y discriminar de manera alevosa”. Implica el mismo riesgo: ante una situación incómoda, de inmediato ponerle al otro la etiqueta de ser parte de la propaganda de ese gobierno, algo tan sencillo y falaz como poner la etiqueta de ser un traidor a la patria sionista.

Lo que me queda claro después de más de 20 años participando en este tipo de debates, es que no existen situaciones unilaterales. Todo es causa y efecto de algo más, y la situación en la que estamos ahora –incluyendo las posturas del gobierno y la oposición– son resultado de algo que está allí como trasfondo, como contexto, como causa. Y, para complicar más las cosas, es obvio que no existe una causa primera. Todo es parte de una compleja cadena de eslabones que nos remiten a otras épocas e incluso a otros lugares, y que confluyen en el aquí y ahora para enfrentarnos al reto que tenemos delante: ponerle fin a la violencia entre Israel y Palestina.

El objetivo –y creo que Mario estará de acuerdo– es que haya una paz segura, permanente y justa para ambos pueblos. Menos que eso, sería fracaso.

Por lo tanto, aprovecho el momento para establecer dos posturas o ideas básicas que estaré defendiendo a lo largo de esta charla. La primera es mi rechazo absoluto a ese eco del posmodernismo francés según el cual no tiene caso buscar discursos omniabarcantes, y debemos centrarnos en las realidades pequeñas, inmediatas.

No. El conflicto israelí-palestino ha llegado a este momento como resultado de muchos factores que tienen que ser cabalmente entendidos si se quiere lograr una paz justa. Es, por lo tanto, nuestra obligación hacer un análisis integral y buscar una explicación coherente con todos los elementos del problema, con todas sus aristas.

La segunda es que, cuando sea pertinente, seré muy puntual en criticar una postura que he detectado como recurrente y sistemática en los grupos israelíes de izquierda o de oposición al actual gobierno: la tendencia de sólo dirigir sus críticas hacia lo que hacemos o dejamos de hacer como israelíes y/o como judíos.

Siempre que he debatido estos asuntos he insistido en que hay que reconocer a los palestinos como seres humanos con sus propias ideas, sus propios objetivos, sus propios reclamos legítimos, pero también con sus propias taras culturales. Rechazo tajantemente que tengamos que adoptar una posición buenista y comprensiva sin sentido, y pensar que todo lo que pase en el conflicto –su solución o su perdición– está únicamente en nuestras manos, como si los palestinos sólo fueran entes sin criterio propio atenidos a reaccionar a lo que nosotros mandamos como estímulos.

En el momento en que detecte esta postura, la señalaré y criticaré rigurosamente. Por supuesto, con el compromiso ya hecho con Mario de que todo debe hacerse en el clima de respeto.

Porque –repito– se trata de imaginar soluciones viables para todos. Y si digo imaginar es porque, lamentablemente, Mario y yo no somos los líderes políticos que tienen en sus manos el manejo del conflicto. Apenas somos dos personas charlando y discutiendo el tema en un espacio virtual.

Pero por algo hay que empezar, y celebro que Mario y yo ya estemos aquí, con este año que termina, imaginando cada uno a su modo que este próximo 5779 no es nada más otra vuelta al sol, sino una oportunidad para construir cosas buenas. Muy buenas.

Así que por el momento concluyo con un abrazo cordial para Mario como interlocutor, para todos nuestros lectores –a quienes agradezco su interés–, y a los pueblos israelí y palestino, que sin duda merecen una mejor vida. Tranquila, segura, justa y en paz.

Hacia eso queremos dirigirnos.

No hay que conformarnos con menos.

¡Shaná Tová!

 

 

 

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