Enlace Judío México e Israel.- Este Shabat terminaremos de leer el libro de Bereshit (Génesis). El primero de los cinco libros de la Torá incluye una fascinante historia, entre las líneas de la narrativa principal, que vale la pena analizar. Se trata de la historia de la fraternidad, la relación entre hermanos. A lo largo de Bereshit esta relación se va desarrollando, va evolucionando, desde el asesinato hasta la armonía.

RABBI YOSEF BITTON

DE LA HERMANDAD AL FRATRICIDIO

La historia de los primeros hermanos de la Torá, como ya sabemos, terminó muy mal. Abel ofreció un sacrificio a Hashem, en agradecimiento a todo lo que recibió del Creador. Abel ofreció lo mejor que tenía. Y su sacrifico fue aceptado. Caín, por el otro lado, se comportó con más avaricia y fue menos apreciativo. Su ofrenda a Hashem consistió en ofrecerle lo que a él le sobraba. Y su sacrificio fue rechazado (Aclaremos por las dudas que el Todopoderoso “no necesita” las ofrendas humanas; es el hombre el que se beneficia con lo que le ofrece a Dios, ya que gracias a ese gesto de gratitud, aprende a valorar y a identificar de quién le llega todo lo que tiene). Cuando Caín vio que su ofrenda no fue recibida, se deprimió. Hashem trató de hacerle entender a Caín su error. Y para evitar que repitiera el error de su padre Adam, la transferencia de culpa, le explicó lo qué tenía que hacer, “halo im tetib, se’et“, “Si te esfuerzas más, tu sacrifico será aceptado”. Pero Caín no quiso escuchar. Y en lugar de reflexionar en lo que él había hecho mal, ¡se enojó con Abel!, como si su hermano tuviera la culpa de su propio fracaso. Su frustración personal se trasformó en una profundísima envidia que llevó a Caín a asesinar a su hermano Abel.

UNA RELACION DIFICIL

En las próximas generaciones, la relación entre hermanos no mejoró mucho. En realidad, en el libro de Bereshit la fraternidad parece la relación humana más difícil de mantener…. especialmente por el tema de la primogenitura. Ishmael envidió –y de acuerdo a los Sabios, intentó matar– a su hermano Yitzhak. Las situación no mejoró con Ya’acob y Esav, quienes se enfrentaron desde el vientre materno. Luego llegan los hijos de Ya’acob, donde nuevamente encontramos conflictos parecidos. Celos, envidias y una nueva lamentable dimensión: “vaisneu oto”, “y los hermanos odiaban a Yosef”. Aquí la amenaza del fratricidio (=el asesinato entre hermanos) fue parte de un plan real, que Hashem providencialmente evitó.

YOSEF CIERRA EL CICLO

La semana pasada leímos como Yosef, luego de recrear un escenario en el cual sus hermanos tuvieron que optar una vez más por abandonar o proteger a uno de sus hermanos (Biniamin) está vez se rectificaron y actuaron diferente. Hicieron Teshuvá y Tikún (reparación), como lo explica Ramban. Yosef, por su lado, demostró el altruismo a su máximo nivel, donde no sólo no existieron reproches, sino el perdón total: “No se sientan mal (=culpables). No fueron Ustedes quienes me enviaron aquí. Fue Hashem. Ustedes fueron parte de un plan Divino para evitar que mucha gente muriera de hambre.”. Estas palabras de Yosef cambiaron para siempre el tema de la fraternidad, y llevaron a la conclusión del ciclo de celos, odio y competencia entre hermanos que desencadenó Caín. Las palabras de Yosef cicatrizaron las viejas heridas y abrieron la posibilidad de una nueva sana relación entre hermanos.

El altruismo de Yosef tuvo su efecto inmediato. Cuando Yaacob llama a los hijos de Yosef, bendijo al menor antes que al mayor. Este acto podía haber abierto nuevamente el ciclo de celos, envidias y fratricidio entre Efraím y Menashé. Sin embargo, no escuchamos celos, reproches ni tensiones de parte de Menashé, el hermano primogénito que ahora quedó “en segundo lugar”. Bereshit comienza con un acto de fratricidio y termina con dos hermanos que viven en paz, armoniosamente.

LA BENDICION A NUESTROS HIJOS

Cuando bendecimos a nuestros hijos, la costumbre es desearles que Hashem los bendiga como a Efraím y Menashé. ¿Por qué? ¿Por qué no los bendecimos como Abraham, Yitzhak, Yaacob, Yosef, o Yehuda? Una vez escuche que la razón es justamente porque por un lado queremos que nuestros hijos sean tsadikim, rectos e íntegros hacia Hashem. Pero también queremos que sea buenos hermanos, como Efraím y Menashé. No solo que no se envidien, sino que aprendan a estar felices, uno por el éxito del otro.

Shabbat Shalom.