Enrique Rivera para Enlace Judío México e Israel- “Shuky” es el nombre que con cariño, admiración, recelo o respeto se refiere a un hombre que ha hecho de la carne Kosher su lucha, su vida y una fuente de trabajo. Shuky, mucho menos conocido por Aharón, su nombre real, nació en Fez, Marruecos, pero creció y se desarrolló en Israel, en el seno de una familia ortodoxa. Él estudió en yeshivot hasta entrar al ejército.


Después de la Tzavá (servicio militar), como todo buen israelí que se precie de serlo, quiso conocer el mundo y así llegó a una de los puntos que deseaba conocer en un largo viaje que lo llevaría desde México hasta Brasil. Sin embargo, el destino tenía otros planes para este hombre de grandes y expresivos ojos, que de joven se le reconocía rápidamente por la pipa que fumaba.

Shuky visitó en México a algunos amigos y a una novia de antaño, se fue Acapulco y ahí se le acabó el dinero y la posibilidad de alcanzar Centroamérica y Brasil. Recurrió a la comunidad judía de ese tiempo, y nadie le tendió una mano, por lo cual tuvo que empezar a construir su futuro. Con unas amistades comenzó a cargar bultos de cemento. Así, como albañil inició su futuro en México. Ganaba sólo el salario mínimo y para que el dinero rindiese se iba de “mosca” en un trolebús para ahorrarse unos pesos.

Pero Aharón Choukroun, necesitaba más: más trabajo, acción, ponerle sabor a la vida. Primero, se le ocurrió hacer unas “palas” de madera para replicar un juego de raquetas de playa que se usa en Israel. Pero como él señaló en esta entrevista exclusiva para Enlace Judío: “Aquí en la playa sólo se sientan a beber un tequila o un coco loco”. El negocio no funcionó y Shuky se quedó con un montón de madera. Con ello, construyó un carrito y se le ocurrió vender en él falafel, un platillo típico del Medio Oriente.

Shuky sonríe al recordar que “primero me puse en Tecamchalco, de donde me corrieron los Colonos por ser una zona residencial. Me puse al lado del Deportivo Israelita, ahí me echaron a los de la Delegación. El de la Delegación me dijo, vete a Mazaryk, de ahí nadie te va a correr”. Así fue, pero entonces el temor era interno: “Iban estacionándose en Mazaryk en una, dos o tres filas. Tenía miedo de que las patrullas llegaran, pues los autos obstruían la vialidad”. Su falafel era algo un platillo inédito en 1979 y lo consumían algunos judíos, pero también libaneses no judíos y algunos curiosos.

Tal vez como parte de su juventud o del arrojo que muchos israelíes poseen, especialmente después de la Tzavá. Shuky se decidió por poner un restaurant con Falafel. “Fueron muchos gastos: las mesas, cocina, etc. Y tuve que dormir tres meses en el auto. Pero valió la pena”, recuerda.

Fue ahí, donde empezó también su aventura con la carne Kosher, la cual necesitaba para su restaurante. Ahí se topó con la supervisión de la Kehilá Ashkenazi y los altos costos que suponía para un joven emprendedor. Un tiempo trabajó sin supervisión, pero sacrificaba acorde al ritual judío. Advertía de esta situación a sus clientes y casi todos confiaban en él.

Al paso del tiempo, se unió al Kashrut Maguén David y él mismo diseñó una carta de certificación para que el rabino la sellara. Pero además de satisfacer a la Comunidad Judía de México, había que enfrentarse a las autoridades mexicanas, ya que no estaba permitido el sacrificio a la usanza kosher, no por lo menos en los rastros TIF (Tipo Inspección Federal). Por ello la matanza se llevaba a cabo en rastros municipales, donde las reglas eran más flexibles y el ganado no era todo lo bueno que él deseaba para su restaurante.

Shuky, de la mano de la otrora de SAGARPA (Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación) promovió y demostró que el ritual judío de sacrificio de ganado iba acorde a la protección de animales. Es decir, al sacrificar con los métodos kosher el animal sufría menos y se evitaba la crueldad de que el animal fuese procesado aún con signos de vida, como sucedía con otros métodos.

A pregunta expresa, Shuky responde: “No sentí que hubiese antisemitismo en el rechazo a la matanza Kosher, sino más bien ignorancia. Además, muchos piensan que el ritual judío es lento”.


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