Enlace Judío México e Israel – Un ícono arquitectónico de la cultura occidental sufrió un atroz incendio este lunes y el suceso conmocionó al mundo entero, uno que entre sus múltiples detalles centenarios mantiene hasta hoy día efigies antisemitas que recuerdan una terrible época pasada para los judíos en Europa.

La vistosa fachada de la Catedral de Notre Dame ostenta grandes arcadas sobre sus tres pórticos principales, representando cada uno una escena cristiana de relevancia: el portal de la Virgen María, el portal del Juicio Final y el portal de Santa Ana. Ninguna zona de esta parte posterior del edificio, cuya construcción comenzó en 1160, se vio afectada en el siniestro de hoy.

Y justo en ambas esquinas del portal central que muestra a la escatológica figura de Jesús juzgando sobre la humanidad acorde a la iconografía cristiana, se encuentran dos figuras femeninas que representan al cristianismo y al judaísmo.

La primera de ellas, a la derecha, porta el nombre de Ecclesia, la palabra para iglesia en latín, la cual está coronada y luce un amplio vestido. En su mano derecha porta un cáliz y en la izquierda porta un asta cuya punta termina en una cruz. Su rostro se muestra hierático y alzado. La religión del Evangelio encarnada en piedra.

En tanto que la segunda, Synagoga, la palabra en latín para sinagoga, a la vez de portar un vestido similar, se muestra con una serpiente, la cual le bloquea la vista con su reptante cuerpo, y aparece con el rostro agachado, en comparación a Ecclesia. En su mano izquierda porta un bastón aparentemente roto, mientras que en la mano derecha porta las Tabla de Moisés, que parecen a punto de írsele por los dedos.

De esta manera, la Iglesia Católica trataba de expresar por medio del arte escultórico lo que consideraba la supremacía de la fe cristiana por encima del judaísmo, al cual mostraba como cegado por el demonio y derrotado ante la “verdadera religión”.

Las esculturas de Ecclesia y Synagoga en Notre Dame no son las únicas existentes. A lo largo de Europa, este par se vio colocado en las estructuras de iglesias, miniaturas o vitrales como un poderoso mensaje religioso que demonizaba al judaísmo, entre otros tantos símbolos a lo largo del continente cuyo objetivo hostil fue la figura del judío, tal como el Judensau en las iglesias de Alemania, que representaba a hebreos estereotipados succionado leche de una cerda y que aún hoy día pueden observarse.

Pero la marca antisemita grabada en piedra en la majestuosidad de Notre Dame no se queda ahí.

El arquitecto galo Eugène Viollet-le-Duc, encargado de la vasta restauración que se llevó a cabo en la Catedral entre 1844 y 1864, montó en una de sus torres, entre las decenas de gárgolas y quimeras de aspecto vil que se volvieron las nuevas pétreas inquilinas del sitio sagrado en este proceso, la de una figura humana con un sombrero puntiagudo y largo, una barba prominente que toca con los dedos de su mano izquierda y cuyo rostro apunta hacia el horizonte: un judío.

La intención de su creador, de acuerdo a la obra The Gargoyles of Notre Dame del fallecido historiador del arte Michael Camille, era mostrar en piedra a la mítica figura del “judío errante”, conocido popularmente como Asuero, leyenda nacida en el cristianismo como parte del antisemitismo religioso que perduró en Europa desde el medioevo, cuya popularidad aumentó en esferas como la del arte a lo largo del siglo XIX en Europa.

Silenciosos testigos de un aciago período lejano para los judíos que hicieron de Europa su hogar, hoy, además de serlo de eventos cumbre en la historia de Francia y de unas imprevistas llamas que sacudieron al orbe, lo son de una lucha actual por evitar que nunca más el veneno del odio se propague de nuevo en sus alrededores.

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