Enlace Judío México e Israel – Mientras la mayor parte de la sociedad europea contempló con indiferencia las atrocidades cometidas por los nazis, unos pocos arriesgaron sus vidas para impedirlas. A estos pocos y valientes seres humanos se les llamó “Justos entre las naciones”. 

Desde que Adolfo Hitler subió al poder el 30 de enero de 1933, los judíos comenzaron a sufrir las distintas medidas discriminatorias: boicot económico, despidos laborales masivos e injustificados, expulsión de estudiantes judíos del sistema educativo alemán, y un sin fin de medidas racistas, las cuales se fueron incrementando día con día, mes con mes, año con año.

Para 1939 aquellas leyes discriminatorias ya se habían convertido en medidas de persecución; había que aislar de la sociedad a todo lo que no fuera considerado parte de la raza aria, así que con una metodología sumamente veloz, los judíos comenzaron a ser arrestados y enviados a guetos y a campos de concentración.

En aquellos infrahumanos lugares, judíos y otras minorías padecieron la más tortuosa hambre, abundaban diversas infecciones y enfermedades. Las muertes se comenzaron a sumar, hasta que en 1941 llegó la orden de aniquilar a todos los judíos de manera oficial. A aquel proyecto de genocidio se le llamó “la solución final”, lo que en términos prácticos significaba el plan de exterminio de los judíos en su totalidad.

Fue ahí, en estos tiempos oscuros de violencia y brutalidad que surgieron personas nobles, personas dispuestas a ayudar.

Algunos facilitaron documentos de escape, como credenciales falsas, pasaportes, visas, certificados de bautismo y cualquier documento que liberara al judío en su condición de perseguido.

Otros tomaron el riesgo de esconder a uno o a varios judíos en sus casas, negocios o establos; para los que huían no importaba permanecer en un espacio demasiado reducido por largos meses, cualquier espacio era perfecto para escapar de la muerte.

Hubo gente que no escondió, pero si trasladó: utilizando sus medios de transporte particulares, llevaron a uno o a varios judíos a un lugar más seguro, ayudándoles a encontrar una ruta de escape que les brindara la posibilidad de huir, y otorgándoles con este arriesgado favor, una pequeña oportunidad de sobrevivir.

El Holocausto judío fue envuelto por la Segunda Guerra Mundial, y así como cada país tomó su postura, cada individuo tomó la decisión de elegir su propia conducta. Al ver las atrocidades de los nazis la mayoría de la población europea se mantuvo pasiva, otros, entusiasmados por la fuerza alemana, se convirtieron en colaboracionistas, y muy, pero muy pocos, se apiadaron de los apanicados y perseguidos judíos, que sólo suplicaban un escondite para protegerse a sí mismos y a sus seres queridos.

Para cuando todo terminó la guerra había quedado en el pasado. Ahora cada nación tenía la titánica labor de iniciar su difícil y costosa reconstrucción; sin embargo, también existía la tarea de hacer una importante evaluación individual, pues durante la guerra se aplicaron millones de pruebas de calidad humana, de esas que nadie califica, pero que tienen un gran peso en la conciencia y en el alma.

Tres años después del final de la Segunda Guerra Mundial, gran parte de los sobrevivientes del Holocausto se encontraban en Israel, un recién creado estado judío, que más que brindar oportunidades se encontraba en un escenario lleno de adversidades; sin embargo, aún con una inmensa lista de retos nacionales por enfrentar, el entonces primer ministro de Israel, David Ben Gurión volvió la mirada hacia atrás. Pues en aquellos años de nazismo había personas a las que se les debía de honrar.

Se trataba de los miles de individuos que ayudaron a los judíos en tiempos de persecución, muchos de ellos lograron su cometido de salvar una o varias vidas, otros no; pero sin importar el resultado final de su esfuerzo y aunque habían pasado los años había que encontrarlos, sí, a ellos, a los que arriesgaron su vida para salvar la de alguien más, a los que tendieron la mano al más necesitado asumiendo el riesgo que ello podía implicar, a ellos que no pidieron nada a cambio, sí, a ellos, a ellos había que encontrarlos y honrarlos.

Así pues, la organización Yad Vashem emprendió el proyecto de encontrar a lo que fue nombrado como “Justos entre las naciones”.