Enlace Judío México e Israel.- ¿Bondad? En nuestra cultura occidental la bondad, al igual que la compasión no es por cierto un bien valorizado de promoción social. En nuestro modelo competitivo, en donde se antepone la eficiencia y la rentabilidad, la bondad puede ser aun una desventaja para el éxito social y profesional.

DANIEL KRIPPER

Sin embargo, sabemos por experiencia que, como dice Henri David Thoreau, “la bondad es la única inversión que nunca falla”, que los valores humanistas no son un lujo, y que la vida continua porque existen sustratos de bondad en nuestra convivencia diaria.

Hay una inspiradora historia de la Biblia en la cual se destaca el motivo de la ternura y el afecto en las relaciones humanas. Durante toda la trama histórica en que se desarrolla, sus personajes van manifestando un sentimiento único de entrega y compasión hacia el “otro”. Se trata del libro de Rut, y esta es la síntesis de su historia:

Un encumbrado personaje de Judea, llamado Elimelej, en la antigua tierra de Israel, abandona su terruño en tiempos de hambruna para radicarse, junto con su mujer, Naomi, y sus dos hijos, en la tierra vecina de Moab. En poco tiempo la esposa queda viuda y pierde a sus dos hijos. Al encontrarse en la indigencia decide regresar a su tierra natal. Una de sus nueras, Rut, elige no abandonarla, y la acompaña en la travesía de regreso, hacia una tierra para ella desconocida, sin saber qué le deparará el destino allí. Es en ese momento cuando Rut expresa una de las más emotivas palabras de compromiso y fidelidad de todos los tiempos: “No me ruegues que te abandone y me vuelva, porque yo iré adonde tú vayas y viviré donde tú vivas. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios. Moriré donde tú mueras y allí seré enterrada.
Que el Eterno me castigue más de lo debido, si logra separarme de ti algo que no sea la muerte…”.

A su llegada a Bet–Lejem (Belén) en tierras de Judea, Rut se acoge a una de las leyes sociales más fundamentales de la Biblia: no desamparar ni a la viuda, ni al huérfano, ni al extranjero, ni a ningún menesteroso. Por tal motivo, todo dueño de tierras tenía la obligación de conceder parte de su cosecha para los necesitados, esta quedaba a disposición de quien lo necesitaba. Rut, pues, se dirige a tierras de Boaz, un pariente lejano de la familia, a recoger espigas detrás de los segadores, tanto para ella como para Naomi. Al enterarse el hacendado de la actitud piadosa de Rut hacia su suegra y su lealtad con el pueblo de Israel, ordena que esta sea protegida y atendida con especial atención y la invita a comer junto con sus segadores. Naomi, en otro acto de ternura, urde un hábil plan para que todo llegue a un final feliz, y lo logra. La historia culmina con el matrimonio entre Boaz y Rut. Ellos se convertirán en bisabuelos de uno de los más grandes reyes de Israel, el mismísimo rey David, de quien descenderá el futuro Mesías.

Me parece altamente significativo que en la festividad de Shavuot, en que se conmemora la entrega de la Torá en el monte Sinaí a la nación de Israel, la protagonista principal es una mujer extranjera, perteneciente a un pueblo idólatra, los moabitas.

Esta emotiva historia es un paradigma de la inefable virtud de la bondad, sin barreras. Su mensaje es sin duda siempre relevante, particularmente en nuestro tiempo, en el cual el cuadro de millones de refugiados y desplazados en el mundo es motivo de un horror que grita al cielo.

 

 

*Autor de ¨Vivir con Mayúscula”

 

Fuente: radiojai.com