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Enlace Judío México e Israel.- Abro mi ordenador y cada día encuentro mi correo lleno de ofrecimientos extraños que no alcanzo a borrar, pues me pongo a leerlos y a responder por la curiosidad de ver qué son: “Shulamit, con el Método Silva de control mental conseguirás la autoayuda y desarrollo cerebral que necesitas”. Me emociono pensando que un tal José Silva seguramente me conoce, pues me asegura que podré desarrollar mis habilidades mentales, tales como la capacidad de la clarividencia o la sanación. Me anoto inmediatamente y a los pocos días de haber pagado, hago los ejercicios que, supuestamente, me llevarán a conseguir entrar en un estado de relajación profunda, y desde ese nivel (ondas alfa lo llaman) lograré auto programarme para conseguir un mejoramiento personal.

SHULAMIT BEIGEL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO

Pasan dos semanas en que no logro nada y más bien siento que me estoy volviendo religiosa. Todo lo que me habían prometido no lo consigo. No controlo mi estrés negativo, (sigo peleándome con la vecina de al lado), no me concentro en nada, (sobre todo si el tema es estadísticas de la población pobre en África en 1977), me echan del trabajo pues comentan que no tengo una actitud positiva; no resuelvo los problemas que tengo con mi esposo, y mi salud, en vez de mejorar, se deteriora, ya que mi autoestima llega tan bajo que pierdo la poca confianza que tenía en mi misma, por lo cual no tengo ya ninguna fuerza de voluntad para controlar mis malos hábitos que lamentablemente son muchos.

Al día siguiente de haber dejado este método y sentirme una piltrafa humana, una amiga me convence que la solución a todos mis problemas la encontraría en la meditación, que a ella la salvó del suicidio etc. etc.

Es así que me inscribo en un taller de “eso”. Ya había oído hablar acerca de “eso”, pues varias de mis amigas estuvieron, aunque yo no veía que ninguna fuera más feliz que antes. El primer día nos explican que Vipassana, esa meditación, significa ver las cosas tal como son, siendo una de las técnicas más antiguas de la India. Claro que yo no soy hindú, pero igual me someto a la tortura de sentarme en posición de flor de loto durante horas hasta que no puedo más por el dolor de mi rodilla, observando mi respiración (o tratando de observarla), y esperando ver lo que aseguran que se vería: la ausencia del ego, o algo así. Este proceso de purificación: el conocimiento de la verdad a través de la experiencia directa, al igual que con el método Silva, no logré plasmarlo para erradicar mi sufrimiento (tal vez no funciona para el mal de amores). Tampoco me sentí autopurificada. Si se trataba de ‘ver las cosas tal como son’, pues con ello me fue muy mal, precisamente por eso.

Después intenté muchas cosas, todas aquellas que llegaban no sé cómo a mi celular, y que me prometían la felicidad, la reencarnación espiritual, la dicha a través de la lectura del tarot, la iluminación, los consejos de Deepak Chopra para alcanzar el yo, etcétera. Fue entonces que en un momento de “verdadera” iluminación, comprendí que todo era puro negocio, es decir, la utilización de la metafísica, la religión y la magia, para hacer negocios.

Todo esto comenzó en Estados Unidos, donde las amas de casa y hasta los altos ejecutivos de las grandes corporaciones, se someten a esta moda desde hace muchos años, a través de todo tipo de cursos como hipnosis colectiva, iniciación a la medicina antigua china, hindú, vietnamita, qué sé yo. Gente que hasta hace poco admirabas, figuras públicas reconocidas, hablándote estúpidamente a través de los medios, de su creencia en la reencarnación, el fin del mundo, Nostradamus, y otras cosas raras. Miles de jóvenes, (muchos israelíes), recorriendo la India en una búsqueda desesperada por hallar su “conciencia cósmica”, vestidos con harapos, tratando de encontrarse a través de su Buda interior, buscándose en religiones ocultas, haciendo yoga y cantando ommmss de distintos gurús, felices éstos seguramente, pues los negocios espirituales con ingenuos siempre han sido exitosos.

Pues eso fue lo que me pasó a mí también, por andar haciendo preguntas que no tienen respuesta, tales como querer saber el significado de la vida (casi nada).

Todo es más fácil ahora que en un pasado. Por el internet. Constantemente se abren inscripciones para métodos de autogestión, meditación, yoga, relajación, ofreciendo tratamientos metafísicos de todo tipo, como si en verdad alguien, curas, rabinos, imanes, psicólogos o todo tipo de “chopras” nos pudieran explicar el significado de la vida. Ya Jesucristo trató de hacerlo y lo crucificaron.

Para relajarnos y conocernos a nosotros mismos, debemos pagar una millonada a un psicólogo, rabino o cura, con cara de que le importamos, para que nos escuche y nos hable, para salir de ahí (después de pagar claro está), contentos y tranquilos por un día o dos.

Leí el otro día que piezas de arte moderno y clásico, pero también yoga y meditación, componen la nueva oferta de varios museos estadounidenses que agregaron programas de “bienestar”, como parte de su experiencia de apreciación artística. ¿No me lo creen? En Nueva York, el Museo de Brooklyn ofrece sesiones de yoga y meditación. El Museo Metropolitano de Arte contó el año pasado con rutinas de ejercicio impartidas por bailarines profesionales, y el Museo de Arte Moderno dispone de algo que se llama “mañanas tranquilas”, en las que los visitantes pueden disfrutar del arte en una atmósfera más contemplativa, sin los ruidos ambientales comunes. Mundo raro el nuestro.

Pero existen otras modalidades de control y relación. Se comenta que detrás de las ceremonias privadas del régimen cubano, se esconden ritos de santería, con extraños seguimientos a números cabalísticos. La santería no le fue ajena a Fidel. Celia Sánchez, su compañera, era devota de Obatalá, una de las deidades de la religión yoruba, que utiliza la santería. Y fue así que después Fidel Castro aconsejó a su discípulo Hugo Chávez que se hiciera santo, ceremonia que se llevó a cabo en La Habana. Varias investigaciones han revelado la obsesión del desaparecido presidente venezolano por consultar videntes, hacer sesiones de ‘ouija’ y practicar rituales de santería. Se comenta que los santeros cubanos han recibido puestos clave en organismos y empresas, para crear una red de espías, y que obtienen información a través de sus labores como guías espirituales. Yo no sé si esto será verdad, pero se sabe que Maduro siguió también la práctica de la santería. Fue fiel discípulo del gurú indio Sathya Sai Baba, y hasta lo visitó. Cuando el gurú murió, el parlamento venezolano declaró luto nacional.

Estamos bien si a eso conducen las revoluciones, que terminan creyendo en santones que nos protegen mientras queman incienso.

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Yo había leído acerca de Sai Baba así como de Babaa Sali. Ambos me interesaban, pues los dos se habían hecho famosos por sus curaciones y fenómenos luminosos. Sathya Sai Baba había atraído a seguidores asombrados ante sus milagros. Lo mismo que Baba Sali. Picada por la curiosidad decidí conocer a este último y viajar a la ciudad de Netivot, donde vivía, una especie de santuario, donde me curaría (tal vez), de todos mis males existenciales con oraciones del rabino.

Para quien no lo sabe, el rabino fue descendiente de una distinguida familia de estudiosos de la Torá y de los tzadikim, que también eran conocidos como obradores de milagros. Muchas personas venían a buscar su ayuda, ya que sus oraciones (aseguraban), habían traído grandes milagros. Uno de los casos más famosos fue de un soldado herido durante la Guerra de Yom Kipur que había entrado a la casa del rabino en una silla de ruedas, cojo, no podía ponerse en pie, y salió caminando.

Llegué asustada al lugar, que recuerdo oscuro. Y ahí estaba, Baba Sali.

-¿Guardas los preceptos de kashrut? -Me preguntó el rabino.

– No- le respondí.

-¿Guardas el Shabat?

-No, tampoco -le contesté.

El rabino, con semblante muy serio, me dijo: -Si yo te bendijera, observarías las mizvot?

-Sí- le respondí con algo de nerviosismo, pues en realidad ya me quería ir de ahí.

El rabino entonces me bendijo.

Eso fue todo.

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Si de algo estoy convencida es que las supersticiones, brujería, meditación y búsqueda interior, todo es lo mismo y se da en todos lados del mundo.

Hace unos años me encontraba visitando a un viejo amigo, Ronai, actor del teatro Habima en Tel Aviv, cuando divisé en su mesa de maquillaje una larga fila de amuletos, animales, y una antigua foto de lo que supuse algún miembro de su familia; todo esto, según me dijo, “para alejar el mal de ojo y asegurar la buena suerte”.

Los jugadores de básquet del equipo Macabí Tel Aviv, visitan antes de cada partido, a la madre de uno de ellos quien, según dicen, posee fuerzas mágicas; y los futbolistas del Beitar Yerushalayim solían desparramar polvo (obtenido frente al Muro de los Lamentos), delante de su arco, antes de cada partido.

Mi vecina Dalia me asegura que si descubres un gato negro en la casa, déjalo que se quede, porque trae buena suerte; yo siempre pensé lo contrario, así que ahora ya no sé qué hacer con el gato negro que anda rondando por el jardín, tenerle miedo o hacerlo mi cuate y darle un poco de leche.

Mi mamá que en paz descanse, siempre buscaba alguna llave oxidada, pues consideraba que eso simbolizaba que era afortunada y que recibiría una herencia considerable. Nunca la encontró.

Tampoco soy capaz de abrir un paraguas dentro de la casa. ¿Cómo puedo vivir así? El mundo de los miedos y la búsqueda de relajación son macabros, y las claves para la felicidad tienen secretos que encierran poder y dinero.

Las personas como yo, en una búsqueda perpetua, pensamos que ciertas acciones tales como rezos, conjuros, hechizos, maldiciones, actos o rituales, influyen de manera trascendental en nuestra vida.

Cada vez hay más exorcistas, de todo tipo, llámense como se llamen, a quienes buscamos para que nos protejan. Es un mecanismo de defensa. Todo esto tiene una función de curar la mente, es un pensamiento mágico, una forma de pensar y razonar que genera opiniones carentes de fundamentación o de lógica, desde el punto de vista científico, pero que nos ayuda si creemos en ellas.

Es más, estoy segura que la visita que hacen antes de las elecciones, medio séquito del gobierno israelí, a la tumba de Baba Sali, no sólo conlleva propósitos propagandísticos.

La superstición, la magia, el control mental, etc., obviamente no son un monopolio judío, como piensan algunos, quienes también creen que lo son tantas otras cosas como el humor, la genialidad, el sufrimiento y la riqueza.

Podemos estar tranquilos. Existen ahora centenares de rabinos, magos y expertos en estos asuntos, que nos pueden ayudar si creemos en ellos, ya que toda la historia de la humanidad está llena de creencias, leyendas y mitos, que han aterrorizado o conmovido a los hombres.

Pero yo, personalmente, sigo sin entender ¿por qué debo tenerle miedo a un pobre gatito negro que nada me ha hecho?

TODAVIA