Enlace Judío México e Israel.- Queridos amigos.

En el verano de 1967 decidí cambiar de ambiente. Estaba sufriendo las consecuencias de un amor fallido con una mujer que conocí en la Universidad de las Américas. Por esas fechas había yo terminado mis estudios de licenciatura y no sabía cómo enfrentar el futuro. Escogí viajar a Israel.

ANDRÉ MOUSSALI PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Me fui a la Agencia Judía y saqué una visa de residente temporal. Arreglé mis papeles sigilosamente y preparé mi maleta con la ropa que tenía, y me fui a pasar la última noche en casa de un amigo. El único que estaba enterado de mi viaje era mi hermano Lazare, que estaba estudiando la carrera de medicina en la UNAM. Le rogué que a la mañana siguiente me llevara algunas cosas que se me habían olvidado, y Lazare me las llevó. Se me salieron las lágrimas cuando me abrazó para despedirme.

El vuelo hacia Israel hacía una escala en Pittsburgh, donde residía un amigo estadunidense que conocí en México, y que solía vivir en un edificio que pertenecía a mi padre, cerca de la Ciudad Universitaria. Llegué y pasé la primera noche en casa de una amiga de él, en la que por casualidad vivía un muchacho cristiano sirio que era pariente de la novia de Donald Sprague.

Durante mi estancia en esa casa conocí en un restaurante cercano a una muchacha judía, y le conté que había decidido viajar a Israel en esos momentos de gran peligro, ya que la patria de los judíos se veía amenazada por Gamal Abdel Nasser, el presidente de Egipto, que quería acabar con
su existencia. Día con día la situación se volvía más tensa y las amenazas llovían sobre el único Estado judío en el mundo. Se avecinaba otro Holocausto. Había un aire de condenación para los que sobrevivieron al Holocausto judío hecho por los nazis en Europa.

A esa muchacha judía le dije que tal vez nunca regresaría de Israel, porque en ese momento yo estaba seguro de que era el fin del sueño sionista.

Durante esos días conocí también a un judío amigo de Donald, que trabajaba en un hospital, y le expuse lo mismo. Sin embargo él no se sintió
muy identificado con mi desesperación; lo único que me dijo fue que sentía simpatía hacia los israelíes, y eso fue todo. Me di cuenta de que los judíos de Estados Unidos no compartían mis sentimientos. Parecía que estaban muy ajenos a la situación.

Años más tarde conocí en México a otro judío americano que estaba completamente desconectado de su judaísmo. Él era estadounidense y ser judío no era algo que lo identificara. Sus padres eran judíos, pero él ya no se sentía así y su religión no era una parte importante de su
persona.

Esa desconexión de la juventud estadounidense con el judaísmo y con Israel es algo sui generis.

Los jóvenes de Estados Unidos no sufrieron de la discriminación y la agresión que nosotros los judíos nacidos en el Medio Oriente habíamos padecido. Ellos vivían en una sociedad multicultural y habían estudiado en escuelas públicas donde no se enfatizaba en la procedencia de cada uno de
los estudiantes. Eran aceptados simplemente como personas y formaban parte de un país de esencia democrática, donde todos los ciudadanos eran iguales.

En su gran mayoría, los judíos no se sienten diferentes a los demás estadounidenses y, por eso, es que hay una asimilación muy importante. Y aunque el judaísmo local se divide en conservadores y reformistas, Israel no es considerado como el Hogar Nacional del pueblo judío.

Ellos nacieron en los Estados Unidos y forman parte de ese pueblo; la cultura y la religión no es algo que los diferencie de los demás.

La asimilación es tremenda. De cada tres matrimonios, dos son interreligiosos; es decir que uno de los conyugues no es judío. En términos de comunidad la asimilación está siendo similar al Holocausto. La población judía de EU está reduciéndose a pasos agigantados: de los 6 millones que había, al cabo de los años se está reduciendo a un par de millones, que en su enorme mayoría son ultra religiosos.

Para frenar la desaparición de la mayor parte de la comunidad judía estadounidense, y presintiendo la tormenta que se avecina, varios de sus miembros más destacados decidieron tratar de rescatar a aquellos jóvenes que no han sido educados en escuelas judías ni han tenido participación ni membresía en una sinagoga. Establecieron un fondo para incorporar a esos jóvenes a un programa llamado Taglit-Birthright, cuyo objetivo es reducir la división que hay entre Israel y la diáspora judía alrededor del mundo, y fortalecer la identidad judía de los participantes, así como su conexión con la historia y la cultura judías.

El programa Birthright-Israel fue creado en 1994 por el ex-ministro de Justicia israelí Yossi Beilin, con la cooperación de Charles Bronfman y Michael Steinhardt. Es financiado por el gobierno israelí, filántropos privados y la Agencia Judía para Israel, y cuenta con el apoyo de la diáspora
judía en el mundo. También recibe dinero por parte del gobierno alemán.

El programa Birthright-Israel ha invertido más de 400 millones de dólares estadounidenses en viajes educativos a Israel, y hasta ahora han participado en ellos más de 600.000 jóvenes.

Educadores de alto nivel, historiadores y profesionales del turismo han sido contratados para planear sus actividades. La demanda es muy alta y los viajes se llevan a cabo en invierno y en el verano. El registro es online y para cada viaje hay más solicitantes que plazas disponibles.

En 2007, Miriam y Sheldon Adelson se comprometieron a donar 25 millones de dólares estadounidenses a Birthright-Israel. En ese año había muchos interesados inscritos en listas de espera, y por ello se tuvo que incrementar la capacidad anual del programa, pasando de 25.000 a 37.000 participantes de 2007 a 2008. La fundación de la familia Adelson ha entregado más de 100 millones de dólares estadounidenses a la organización desde el año 2000, y sigue contribuyendo cada año desde esa fecha.

Debido al éxito de Birthright-Israel, varias comunidades de la diáspora como la armenia, la irlandesa, la griega, la húngara y la cubana crearon programas similares para conectar a los jóvenes judíos locales con sus raíces.

Hasta la próxima.

 

 

 

Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.