Enlace Judío México e Israel.- Hace justamente 30 años, México vivía sus primeros días de conexión a Internet. Pocas personas se enteraron de la noticia, y muchas menos supieron que fue gracias a la perseverancia de una mujer. Se trata de Gloria Koenigsberger, astrofísica que durante la década de los 80’s se percató que era necesario descentralizar la ciencia mexicana. Gloria se dedica a la astrofísica estelar, es decir, estudia las propiedades y los procesos físicos en las estrellas. Es investigadora del Instituto de Ciencias Físicas de la UNAM, y en 2014 publicó el libro Los inicios de Internet en México.

CARMINA DE LA LUZ RAMÍREZ

Reportera (R): ¿Cuál era el espíritu de la comunidad científica mexicana en 1989?

Koenigsberger (K): La mayoría de los investigadores residían en el entonces Distrito Federal y sus alrededores. Había esfuerzos por descentralizar la ciencia, pero eran pocos los casos exitosos. Uno de los problemas más serios era la pésima infraestructura de comunicaciones, tanto carreteras como telefonía; los científicos en provincia estaban muy aislados de la capital y del resto del mundo.

R: ¿De qué manera Internet contribuyó a resolver las necesidades de estos investigadores?

K: En el caso del Instituto de Astronomía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), una parte de los investigadores se encontraba en la ciudad de Ensenada, Baja California. Desde ahí se operaba, y sigue operándose, el Observatorio Astronómico Nacional de San Pedro Mártir. Una vez que se instalaron las primeras conexiones de la red satelital Ensenada – Cuernavaca – Ciudad Universitaria – Boulder en 1989, comenzaron a conectarse otras instituciones de educación pública a través de la UNAM. Casi instantáneamente, fue posible intercambiar archivos con artículos, acceder a las bases de datos alrededor del mundo, hacer un login remoto a computadoras ubicadas en otras ciudades o países; también, desde luego, comenzamos a utilizar el correo electrónico para enviarnos mensajes y tener una comunicación eficiente.

R: ¿Por qué la primera conexión fue entre el Instituto de Astronomía y la ciudad de Boulder, Colorado, en Estados Unidos?

K: Nosotros teníamos el equipo de cómputo y una necesidad más clara: conectar nuestras diferentes sedes y, eventualmente, el Observatorio; además, requeríamos acceder a datos astronómicos que habíamos obtenido durante nuestras visitas de trabajo a la NASA. Por otra parte, en Estados Unidos tenían problemas para poder conectar todas las universidades a la red usando cable, por lo que a muchas de ellas la National Science Foundation les financió estaciones terrenas, como las que nosotros instalamos en México. El centro de operación de esta red satelital en EUA estaba ubicado en el National Center for Atmospheric Science en Boulder, bajo la dirección de Joseph Choy. Lo más sensato era, entonces, establecer la comunicación con México ahí mismo.

R: Pero antes, usted tuvo que tocar muchas puertas…

K: Así es. Iniciamos el proceso con la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. En aquella época había una red llamada TELEPAC, pero sus capacidades eran muy limitadas; por ejemplo, no permitía un login remoto, ni acceso a muchas de las bases de datos de la NASA. Además, tardaron como 3 años en darnos una conexión… Sí, ¡dije 3 años! Compáralo con lo que nos lleva hoy en día conectarnos a la red. Después contactamos a redes privadas en Estados Unidos, para saber si nos podían dar servicio. Finalmente, hablamos con contactos que teníamos en el mundo astronómico: en el Observatorio Nacional de Kitt Peak, Arizona; el observatorio International Ultraviolet Explorer, de la NASA; el Instituto del Telescopio Espacial en Baltimore. Ellos nos fueron encaminando hasta que le hablamos a Steve Wolf, el encargado de echar a andar el NSFNet en la National Science Foundation.

R: Habían pasado casi 20 años desde que el computólogo Leonard Kleinrock consiguió enviar el mensaje “Lo” desde una máquina en la Universidad de California Los Ángeles a otra en la Universidad de Stanford, conectadas con cables. ¿Cómo había cambiado la tecnología para 1989?

K: Dado que las líneas telefónicas en México estaban en condiciones desastrosas, la única tecnología viable era la satelital. Entonces la UNAM adquirió tres estaciones terrenas que instaló en Ciudad Universitaria, Ensenada y Cuernavaca. Cada una consistía en una antena parabólica, un transmisor y un receptor, conectadas a una computadora; y la condición para formar parte de NSFNet era que todas las computadoras debían tener como lenguaje común el llamado TCP/IP. La National Science Foundation y la NASA compartieron el costo de la estación terrena ubicada en Boulder. Estos equipos se intercomunicaron a través de los satélites Morelos I y II, que México había adquirido en 1985.

R: ¿Y cómo le hicieron las otras instituciones educativas en México para conectarse?

K: Muchas de ellas utilizaron equipos de microondas; y ojo, todo esto era usando la línea de comando, es decir, tecleando comandos. Una de las primeras interfases para acceder al Internet sin teclear comandos, como lo hacemos actualmente, fue Mosaic, inventado hasta 1993, seguido por el Netscape, inventado en 1994.

R: La primera conexión de México a Internet ocurrió el 20 de julio de 1969, 20 años después de la llegada de la humanidad a la Luna, ¿a quién se le ocurrió enviar “este primer mensaje es un pequeño paso para nosotros y un gran paso para la Universidad”?

K: Ese día yo no estaba en México; el crédito es para Susana Biro, Marco Ambriz y Adriana Marroquín. Ellos tres fueron quienes configuraron la computadora y el ruteador en el Instituto de Astronomía de Ciudad Universitaria para poder establecer esa primera conexión, y fueron ellos quienes enviaron el mensaje [muy al estilo Neil Armstrong] a Joseph Choy, quien estaba en Boulder.

R: Una vez que se logró esta primera conexión, ¿cuáles fueron sus expectativas como científica?

K: Para mí era evidente que el poder conectarnos a Internet nos abriría numerosas puertas. Establecer una comunicación y transferir grandes volúmenes de datos entre centros científicos nacionales abriría las posibilidades de colaboración entre científicos mexicanos y con colaboradores en el extranjero; permitiría hacer uso de equipo extraordinariamente especializado y caro. Por ejemplo, varios de mis colegas, como José Franco y Luis Aguilar, que empleaban supercomputadoras en Estados Unidos y Alemania, podrían acceder a ellas sin viajar a esos países; colegas como Luis Felipe Rodríguez, quien utilizaba el radiotelescopio VLA de Nuevo México, podría programar sus observaciones y traerse los datos directamente a su oficina.

R: Fuera de la academia, si tuviera que elegir tres de las puertas que Internet abrió para México, ¿cuáles serían?

K: Acceso a la información, modernización tecnológica en materia de telecomunicaciones, y modernización en todo lo que se refiera a trámites y servicios.

R: ¿Existe un lado negativo sobre el uso de Internet?

K: Lamentablemente, algunos hacen uso de las redes sociales para agredir, propagar información falsa y tratar de cometer fraudes. Creo que la única manera de combatir estos aspectos negativos es con la educación y estando a la frontera en la tecnología. Hay que convencer a los usuarios de mantener una mentalidad abierta, crítica y cautelosa para defenderse de los ataques cibernéticos.

R: La compañía de consultoría The Competitive Intelligence Unit calcula que en México existen 86.6 millones de internautas, ¿qué opina sobre este alcance actual?

K: El Internet a la que nos conectamos en 1989 era exclusivamente para transmisión de información científica y académica; estaba prohibido usar la red para cualquier propósito comercial. Hoy en día es todo lo contrario. Jamás me hubiera imaginado al Internet de hoy.

 

 

 

Fuente:tangible-eluniversal.com.mx