Enlace Judío México e Israel.- Se ha reportado que Netanyahu trata de lograr el apoyo de Trump, antes de las elecciones de septiembre, para que sea reconocida la soberanía israelí en algunas zonas donde hay asentamientos israelíes. ¿Qué tan sensata es la medida de anexionar estos territorios?

IRVING GATELL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO

El problema israelí-palestino es, antes que nada, un problema territorial. Independientemente de la narrativa falaz y manipulada que ha construido la propaganda pro-palestina, la realidad es que hay dos grupos humanos bien diferenciados (israelíes y palestinos), y la alternativa de un Estado binacional no le resulta atractiva a los israelíes. En primer lugar, porque sería un riesgo para la integridad de Israel; y en segundo, porque de golpe habría que cargar con territorios y población empobrecidos, a costa de la estabilidad económica y social de Israel. Es decir, sería un arreglo en el que Israel saldría perdiendo por todos lados.

Pero la solución de dos Estados —durante mucho tiempo, la máxima apuesta de la Comunidad Internacional— tampoco parece atractiva, aunque en este caso el problema lo tienen los palestinos. En primer lugar, porque eso implicaría la aceptación del derecho a existir de Israel como Estado judío, algo que la mayoría de los palestinos simplemente no quieren. En segundo lugar, porque sería el fin del jugoso negocio que han mantenido los jerarcas palestinos usando el estatus de “refugiado” que tiene toda la población; si esos mismos palestinos pasaran a ser ciudadanos de un Estado formalmente organizado, las ayudas disminuirían y las obligaciones se incrementarían, algo que parece no estar en los planes de Abbas y su gente. Finalmente, la creación de un Estado palestino independiente en este momento generaría una guerra civil entre Hamás y Al Fatah, con la muy probable victoria del primero. Por ello, la gente de Al Fatah no parece estar interesada en hacer ningún movimiento que lleve a la independencia real de Palestina.

Mientras tanto, la situación demográfica sigue cambiando.

¿Cuál es el estatus del territorio en cuestión? A muchos les tomará por sorpresa el dato, pero la realidad es que si nos basamos en el Derecho Internacional y en las resoluciones de la ONU, se trata de territorio en litigio. Es decir, no es territorio palestino.

Nunca en la historia ha existido una soberanía palestina, y menos en los términos de una soberanía protagonizada por el grupo que hoy es identificado como “pueblo palestino”. Lo único que existe es la convicción de que dicho grupo, eventualmente, tendrá un Estado propio. Pero sus límites no están definidos. No existe ninguna frontera oficial.

Frecuentemente se habla de “las fronteras de 1967”, es decir, los límites que Israel tenía antes de la Guerra de los Seis Días. Pero es falaz hablar de esos límites como “fronteras”. En realidad, sólo fueron la línea de armisticio con la que concluyó la guerra de 1948-1949, y si funcionó como frontera de facto fue por mero pragmatismo. Dicha situación cambió con los resultados de la Guerra de los Seis Días. A esta frontera informal también se le conoce como Línea Verde.

El momento en que se logró lo más parecido a una frontera fue la firma de los Tratados de Oslo en 1993. Sin embargo, la vigencia de dichos tratados está más que sobrepasada. Se suponía que el objetivo era la creación del Estado palestino para 1998, pero después de la firma de los acuerdos, los palestinos no volvieron a firmar un solo compromiso. En cambio, en 2000 desataron el episodio de violencia más severo que haya habido con Israel (la Segunda Intifada).

Mientras tanto, la demografía de la zona sigue cambiando.

Cuando se hizo el Plan de Partición de 1947 y se propusieron las fronteras originales que, se supone, tenían que diferenciar los dos Estados post-palestinos, uno judío y el otro árabe, se siguió la lógica más elemental: La demográfica. Se le asignó al Estado judío el territorio donde había mayoría judía, y al Estado árabe el territorio donde había mayoría árabe. El territorio vacío se repartió del modo más coherente posible.

Los árabes —como bien se sabe— rechazaron el Plan, declararon y perdieron la guerra, y la realidad demográfica comenzó a cambiar. David Ben Gurión ofreció una negociación inmediata, cuyo objetivo sería la firma de un tratado de paz entre Israel y los países árabes, y la devolución inmediata de todo el territorio conquistado entre 1948 y 1949. Los árabes se rehusaron a cualquier negociación, y con el paso de los siguientes años se consolidó la presencia israelí en dichos territorios anexionados. Hoy por hoy, es prácticamente indiscutible que dichos territorios se van a quedar en Israel. Ya nadie habla de las fronteras de 1947, y en cambio se habla de la Línea Verde o Fronteras de 1967 (en realidad, línea de armisticio de 1949), lo cual presupone que el territorio conquistado en esa primera guerra árabe-israelí se ha anexionado irremediablemente a Israel.

El problema ahora es que la evolución demográfica continúa. Las poblaciones no dejan de evolucionar sólo porque no haya negociaciones entre dos bandos contrincantes. En los últimos 26 años, desde la firma de los Tratados de Oslo, la presencia judía se ha consolidado en amplias zonas de Cisjordania, y el problema se ha recrudecido por la negativa palestina a sentarse a una negociación.

Los palestinos exigen que haya una retirada israelí antes de cualquier negociación; los israelíes insisten en que no tiene sentido una retirada si antes no se han definido fronteras oficiales.

La consecuencia de este estancamiento en las negociaciones ha sido la radicalización de un amplio porcentaje de la sociedad israelí, y de los gobiernos de centro-derecha. Cada vez son más proclives a hablar de anexionar ese territorio que, en la realidad, ya es parte de Israel.

En términos prácticos, sería una medida relativamente fácil. Los palestinos no tienen, ni remotamente, la capacidad para contrarrestar una medida unilateral por parte de Israel. Los países árabes no parecen tener ningún interés en apoyar a los palestinos. Rusia prefiere hacerse de la vista gorda con ese tema, y la actual administración Trump tal vez hasta estaría de buenas ante una medida así.

¿Sería una medida provocadora que complicaría más la ya de por sí difícil negociación entre Israel y los palestinos? Difícilmente. Los palestinos no han tenido ninguna disposición a negociar nada en los últimos años (reitero: Desde 1993 no han vuelto a firmar ningún otro compromiso). Todo parece indicar que su rechazo a negociaciones definitivas va a seguir, independientemente de lo que haga o deje de hacer Israel.

Por ello, cada vez más políticos israelíes de derecha están más dispuestos a considerar como viable la opción de la anexión. Seguro que eso provocaría fuertes críticas internacionales, especialmente en Europa y la ONU. Pero son las críticas que de todos modos existen, incluso en el nivel de lo ridículo (como la reciente condena a Israel en la ONU como el único país donde las mujeres viven en condiciones de violencia). La situación para Israel no cambiaría mucho, acaso nada.

Por eso urge una negociación. Y con ello me refiero a que los palestinos dejen de poner condiciones para regresar a la mesa de negociación (y es que es absurdo; se supone que es en esa mesa donde se van a revisar las condiciones de cada quien, por lo que poner condiciones previas para luego negociar otras condiciones es, simple y llanamente, trampa).

Si los palestinos dejan pasar más tiempo, las transformaciones demográficas seguirán avanzando y llegará el punto en el que Israel simple y sencillamente no esté dispuesto a negociar el retiro de sus colonos en ciertas zonas. Por supuesto —así lo ha expresado siempre el gobierno— se buscará compensar a los palestinos con territorio. Pero esa no es la manera más recomendable de negociar la paz. Sería preferible que primero se sentaran los dos grupos, se definieran las fronteras entre uno y otro, y luego se decidiera qué hacer con la población judía en territorio palestino, o la población palestina en territorio israelí.

Por el momento, la idea de anexionar territorio cisjordano parece un delirio expansionista de Netanyahu. Pero si no hay una reacción palestina que lleve las negociaciones hacia la firma de un acuerdo de paz, la anexión de amplias partes de Cisjordania se va a convertir en una idea natural para el gobierno israelí.

¿Será posible que los palestinos reaccionen a esta situación?

Imposible saber. Lamentablemente, la historia ha demostrado que los palestinos nunca pierden la oportunidad de perder una oportunidad.

 

 

 

 

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