Enlace Judío México e Israel – ‏ Mientras esperaba el autobús, un policía israelí se detuvo y me preguntó si hay un cuchillo en mi mochila ¿Por qué debo arriesgar mi vida por este país?

FKADU KFALLEH

Estudié en escuelas religiosas hasta que convencí a mi madre de que me dejara ir a una escuela secular.

Allí, ingresé al programa de Estudios de la Tierra de Israel, trabajé duro, obtuve distinciones y mi certificado de bachillerato.

Hasta el décimo grado, nunca había pensado en ser soldado de combate. Estaba muy delgado y pensaba que era demasiado débil. Pero cuando comencé a participar en las ceremonias en memoria de los soldados caídos, me dije: “No está bien que otras personas arriesguen sus vidas por mí a menos que yo haga lo mismo por ellos”.

Un año después, cuando el ejército me dio un perfil físico bajo por tener bajo peso, mi maestro me animó a correr con él una vez a la semana y considerar ir a una mejiná [curso de entrenamiento previo al ejército], y lo hice. El año que pasé allí, hasta junio, amplió mis horizontes y me convirtió de un niño tímido en alguien con una opinión propia y confianza para expresar mi punto de vista.

En enero, en medio de la mejiná, Yehuda Biadga (24) fue asesinado a tiros en Bat Yam. Había recibido un impacto de proyectil mientras servía en el cuerpo de ingeniería de combate y fue enviado a casa mientras se recuperaba. Cuando salió ese día, vestido con un tallit y con un cuchillo, la familia le dijo a la policía que estaba mentalmente enfermo. El oficial que le disparó a Yehuda estaba lo suficientemente lejos de él como para que su vida no corriera peligro. Pero los investigadores de la policía afirmaron que había estado en peligro y había actuado de acuerdo con la ley.

Fue entonces cuando comencé a preguntarme si debía luchar para entrar en una unidad de combate, en lugar de aceptar el trabajo de conductor de camión que el ejército quería darme.

El asesinato de Solomon Tekah el mes pasado fue la gota que derramó el vaso.

El Departamento de Asuntos Internos de la Policía, al que llamamos Departamento de “Encubrimiento” Interno de la Policía (en hebreo, es un juego de palabras) se niega a publicar las imágenes de la cámara de seguridad tomadas en la escena porque dice que la investigación aún está en curso. El oficial que apretó el gatillo fue enviado a arresto domiciliario, no a la cárcel, y los medios dicen que es probable que se salga con una ofensa disciplinaria. Me da asco.

He visto publicaciones en redes sociales que dicen que Solomon Teka “lo merecía”, que todos los etíopes deben ser fusilados o regresar a África. En Facebook, la mitad del país nos llama violentos o bárbaros.

Durante dos días después de la muerte de Teka, temía salir de mi casa.

No sabía lo que era el racismo hasta cuarto grado, cuando presioné el botón de un elevador, y una niña de 3 años le dijo a su padre que “los negros” ya lo habían presionado.

En noveno grado, fui al supermercado con mi madre. Ella me pidió que trajera un sartén, que se exhibía afuera. Cuando salí, el guardia de seguridad me ordenó que me subiera la camisa para demostrar que no había robado nada. Estaba frente a una gran multitud y fue totalmente humillante.

Durante las vacaciones de Janucá en diciembre, esperaba el autobús después de clases adicionales en la escuela. Llevaba un capuchón y tenía las manos en los bolsillos porque hacía frío. Un policía se detuvo para preguntar qué estaba haciendo allí y si había un cuchillo en mi mochila.

Recientemente, fui con amigos a un centro comercial. Cuando salimos, nos recibieron cuatro patrullas de la policía, cada una bloqueaba una salida diferente. Salieron siete oficiales, incluido uno que tenía una carabina M4 en mano. El que se quedó adentro bajó la ventanilla, preguntó qué estábamos haciendo allí y nos pidió ver una identificación. Sabemos no hacer un escándalo.

Este es mi país, y lo amo. Pero ahora me pregunto por qué debo servir en una unidad de combate para proteger a los ciudadanos israelíes, cuando ellos no me protegen.

Fkadu Kfalleh, nacido en 1999 en Etiopía, emigró con su familia a Israel en 2003. Después de vivir dos años en un centro de absorción en Mevasseret Sión, la familia se mudó a Jerusalén durante tres años, y luego a Beit Shemesh, para estar más cerca de sus abuelos maternos Allí, la familia compró un departamento de cuatro habitaciones en un bloque de viviendas ocupado principalmente por otros israelíes etíopes. Fkadu vive con su madre tras el divorcio de sus padres. Ella trabaja en la fábrica que prepara comida para la cadena de cafeterías Aroma. Fkadu tres hermanas, una de ellas espera estudiar derecho.

Fuente: The Times of Israel / Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico

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