Enlace Judío México e Israel- Jonathan Peled ha dejado mucha huella en nuestro país pero hoy, en las páginas de El Universal, devela un aspecto suyo desconocido: el del poeta y del viajero.

Amante de México, donde conocería el amor; lector asiduo de su literatura; conocedor de su arte. Rara vez tuvimos un Embajador de Israel que dijera: “México: me enamoré de tu cultura, de tus paisajes y de tu gente”.

Éste es el poema que dejó Jonathan Peled como despedida antes de su viaje de regreso a casa:

“Viajero: has llegado a la región más transparente del aire.

Así me lo habían anunciado tus viajeros y tus hijos. Alejandro von Humboldt, aquel viajero perceptivo de tu geografía, de tus alcances y carencias.

El México que Alfonso Reyes y Carlos Fuentes revelaron y describieron en palabras poéticas con perspectiva de viajeros, construyendo tu perfil y tus desafíos.

Hace 4 años inicié mi propio viaje; una expedición y una aventura a esta gran tierra mexicana; llegué como diplomático y como viajero, queriendo conocerte y entenderte. Fue un amor a primera vista.

Valle del Anáhuac. Volé hacia ti equipado de un bagaje variado, con las canciones de Juan Gabriel, los poemas de Octavio Paz y la historia penetrante de Carlos Fuentes en La muerte de Artemio Cruz; y al aterrizar, me asombré de los murales de Diego Rivera, de los retratos de Frida Kahlo y del trazo y la pluma de tantos otros hijos prodigiosos de tu patria.

México: me enamoré de tu cultura, de tus paisajes y de tu gente. Cada día, un nuevo hallazgo, una pieza más de tu enorme mosaico histórico. Tienes un pasado dignificado y una modernidad que define tus vanguardias.

Siendo representante de una antigua cultura, tuve un encuentro fascinante con tu cultura milenaria. Encuentro de civilizaciones, podría decir, en la que cada una hizo de la tradición un factor de atracción e impulso.

Me atrajeron tus mil pirámides, siempre buscando otra por descubrir y escalar; tus pueblos mágicos, tus hermosas playas, tus aguas verdes y azules, tus volcanes y rincones con nombres impronunciables. Incluso encontré el amor en una de tus bellas hijas.

Y por supuesto tu comida y costumbres, abundantes en colores, sabores y olores. Aprendí a comer picante y a brindar con un tequilita. Cada mercado que recorrí fue una fiesta a mis sentidos.

En estos cuatro años he cultivado muchas amistades. Tierra generosa no sólo en cultivo agrícola. Amistades que encontré viajando por distintos rincones de tu país, donde siempre me recibieron con los brazos abiertos, aun sin conocerme a mí, ni a mi tierra.

Descubrí un pueblo noble, sonriente, cálido, con vocación de servir y agradar y tuve el honor de acompañarte en las buenas y en las malas, celebrando juntos momentos de alegría y compartiendo y apoyándote en momentos difíciles.

Me atrapaste con tu sentido del humor tan especial, me enseñaste a admirar tu perspectiva y a luchar por la vida, así como celebrar el Día de los Muertos.

Si bien fui enviado a trabajar, fue una experiencia tan maravillosa, que me sentí como si estuviera en un fantástico sueño que no quisiera que llegue a su fin.

Nuestro encuentro no pudo haber pasado en un mejor momento para mí, profesional y personalmente. Pudiste sacar lo mejor de mí y juntos logramos estrechar la relación y la amistad entre nuestros pueblos.

Me llevo a mi tierra muchos recuerdos inolvidables, la memoria y la presencia de muchas valiosas amistades; pero sobre todo una gran admiración y amor por este tu país.

México, recuerda que cuentas con un verdadero y eterno amigo en Israel. Te reconoceré en cada una de tus canciones y de tus platos típicos. Estaré esperando a reconocer a tus viajeros que busquen descubrir mi país, la Tierra Santa.

Gracias México. Ciertamente eres lindo y querido, y siempre estarás en mis pensamientos y en mis rezos. Gracias por recibirme con apertura y gran sensatez.

Me despido de ti hoy. Shalom México y hasta pronto”.