Enlace Judío México e Israel – El pueblo judío se reúne no sólo en momentos de crisis, catástrofe y guerra inminente, sino también por una celebración colectiva que incluye a todos.

RABINO JONATHAN SACKS

Si tuviéramos que preguntarnos cuál es palabra la clave que representa a la sociedad judía en la Tierra Prometida, nos vendrían a la mente varios conceptos: justicia, compasión, reverencia, respeto, santidad, responsabilidad, dignidad, lealtad. Sin embargo, sorprendentemente, otra palabra destaca en los discursos de Moshé en Deuteronomio. Es una palabra que aparece sólo una vez en cada uno de los otros libros de la Torá: Génesis, Éxodo, Levítico y Números.[1] Sin embargo, en Deuteronomio aparece 12 veces, siete de ellas en la parshá Re’e. La palabra es simjá, alegría.

Es una palabra inesperada. La historia de los israelitas hasta ahora no ha sido alegre. Por un lado ha estado marcada por el sufrimiento, la rebelión y el disenso por el otro. Sin embargo, Moshé plantea claramente que la vida de fe en la tierra prometida se trata de alegría. He aquí siete instancias en esta parashá, y sus contextos:

  1. El Santuario central, inicialmente Shilo: “Ahí, en presencia del Señor vuestro Dios, vosotros y vuestras familias comerán y se regocijarán por todo aquello sobre lo que han puesto su mano, pues el Señor vuestro Dios los ha bendecido” (Deuteronomio 12:7) .
  2.  Jerusalén y el Templo: “Y allí se regocijarán ante del Señor vuestro Dios, ustedes, vuestros hijos e hijas, vuestros servidores y servidoras, y los levitas de vuestras ciudades” (Deuteronomio 12:18).
  3. La comida sagrada que se puede comer sólo en Jerusalén: “Coman en presencia del Señor vuestro Dios en el lugar que Él elegirá – ustedes, vuestros hijos e hijas, vuestros servidores y servidoras, y los levitas de vuestras ciudades y deberán regocijarse ante el Señor vuestro Dios en todo lo que han puesto su mano” (Deuteronomio 12:18).
  4. El segundo diezmo: “Utilicen plata para comprar lo que quieran: ganado, ovejas, vino, cualquier otra bebida fermentada, o cualquier cosa que deseen. Entonces ustedes y sus familias comerán allí en presencia del Señor vuestro Dios y se regocijarán” (Deuteronomio 14:26).
  5. La festividad de Shavuot: “Y regocíjense ante el Señor vuestro Dios en el lugar que Él elegirá como morada para Su nombre: ustedes, vuestros hijos e hijas, vuestros servidores y servidoras, y los levitas de vuestras ciudades y los extranjeros, los huérfanos. y las viudas que viven entre ustedes” (Deuteronomio 16:11).
  6. La festividad de Sucot: “Alégrense en vuestra fiesta: ustedes, vuestros hijos e hijas, vuestros servidores y servidoras, levitas, extranjeros, los huérfanos y viudas que viven en vuestras ciudades” (Deuteronomio 16:14).
  7. Nuevamente en Sucot: “Durante siete días, celebren la festividad del Señor vuestro Dios en el lugar donde el Señor vuestro Dios los bendecirá en todas vuestras cosechas y en toda la obra de vuestras manos, y vuestra alegría será completa (vehaita aj sameaj)” (Deuteronomio 16:15).

¿Por qué ֵMoshé enfatiza la alegría específicamente en el libro de Deuteronomio? Quizás sea porque en los discursos del último mes de su vida, escaló a alturas de visión profética que nadie más había alcanzado antes. Es como si, desde la cima de una montaña, viera desenvolverse el curso de la historia judía, y desde esa altura vertiginosa trajera un mensaje al pueblo reunido a su alrededor: la próxima generación, los hijos de aquellos a quienes guió al salir de Egipto, el pueblo que cruzará el Jordán que él no podrá cruzar y la tierra a la que no entrará y sólo podrá ver desde lejos.

Lo que les dice es inesperado, contradictorio. En efecto, dice lo siguiente: “Ustedes saben lo que sufrieron vuestros padres. Han escuchado sobre su esclavitud en Egipto. Ustedes mismos han sabido lo que es deambular por el desierto sin un hogar, refugio ni seguridad. Pueden pensar que esos fueron los mayores desafíos, pero están equivocados. Están por enfrentar peores desafíos. La verdadera prueba es la seguridad y la satisfacción”.

Aunque parezca absurdo, esto ha demostrado ser cierto a lo largo de la historia judía. Durante los siglos de dispersión y persecución, desde la destrucción del Segundo Templo hasta el siglo XIX, la continuidad judía nunca se puso en duda. No se preguntaron “¿Tendremos nietos judíos?”. Sólo desde que los judíos lograron la libertad y la igualdad en la Diáspora y la independencia y soberanía en el Estado de Israel ha surgido esa pregunta. Cuando los judíos tenían pocos motivos para agradecerle a Dios, lo hicieron, rezaron a Él, acudían a la sinagoga y a las casas de estudio para escuchar y obedecer su palabra. Cuando tuvieron todos los motivos para agradecerle, muchos le dieron la espalda a la sinagoga y a las casas de estudio.

Moisés estaba dando una expresión profética a la gran paradoja de la fe: es fácil hablarle a Dios con lágrimas. Es difícil servir a Dios en alegría. Es la advertencia que hizo al pueblo cuando la Tierra Prometida estaba a la vista. Una vez allí, corrían el peligro de olvidar que la tierra era suya sólo por la promesa que Dios, y sólo mientras recordaran su promesa a Dios.

Simjá se traduce habitualmente como alegría, regocijo, felicidad, placer o encanto. De hecho, simjá tiene un matiz intraducible. Alegría, felicidad, placer son estados mentales, emociones. Pertenecen al individuo. Podemos sentirlos solos. Simjá, por el contrario, no es una emoción privada. Significa alegría compartida. Es un estado social, un predicado de “nosotros”, no “yo”. No existe tal cosa como sentir simjá en la soledad.

Moshé elabora este concepto repetidamente. Cuando te regocijes, dice reiteradamente, deben ser “ustedes, vuestros hijos e hijas, vuestros servidores y servidoras, los levitas, los extranjeros, los huérfanos y viudas que viven en sus ciudades”. Un tema clave de la parashá Re’e es la idea de un Santuario central “en el lugar que elegirá Dios”. Como sabemos por la historia judía posterior, durante el reinado del rey David, este lugar era Jerusalén, donde Salomón, el hijo de David, eventualmente construyó el Templo.

Lo que está articulando Moshé por primera vez es el concepto de simjá como regocijo comunitario, social y nacional. La nación debía unirse no sólo en momentos de crisis, catástrofe o guerra inminente, sino por celebración colectiva en presencia de Dios. La celebración en sí debía ser profundamente moral. No sólo debía ser un acto religioso de acción de gracias, sino también una forma de inclusión social. Nadie debía quedar fuera: ni el extranjero, ni el servidor, ni el solitario (el huérfano y la viuda). En un pasaje destacado de Mishné Torá, Maimónides destaca este punto enfáticamente:

Y mientras uno come y bebe, es su deber alimentar al extranjero, al huérfano, a la viuda y a otras personas pobres y encarecidas, pues el que cierra las puertas de su casa, come y bebe con su familia, sin dar algo de comer y beber al pobre y al de alma amargada, su comida no será un regocijo del mandamiento divino, sino un regocijo de su propio estómago. Es de tales personas que las Escrituras dicen: “Sus sacrificios serán para ellos como el pan de los deudos, todo lo que comen de él será viciado; porque su pan es una desgracia para su propio apetito” (Hoshea 9:4). Este tipo de regocijo es una vergüenza para aquellos que lo practican, como dicen las Escrituras: “Y arrojaré estiércol sobre vuestros rostros, aún el estiércol de vuestros sacrificios” (Malají 2:3). [2]

La visión de Moshé sigue vigente hoy. El occidente es más rico que cualquier sociedad anterior. Nuestra expectativa de vida es más larga, nuestros niveles de vida son más altos y nuestras opciones son más amplias que en cualquier otro momento desde que el Homo Sapiens pisó la tierra. Sin embargo, las sociedades occidentales no son más felices. Los índices más evidentes de infelicidad – el exceso de alcohol y drogas, las enfermedades depresivas, síndromes relacionados con el estrés, desórdenes alimenticios, entre otras cosas – han aumentado del 300 al 1000 por ciento en el lapso de dos generaciones. ¿Porque?

En 1968 me reuní por primera vez con el Rebe de Lubavitcher, Rabino Menajem Mendel Schneersohn, de bendita memoria. El Jasid me contó la siguiente historia. Un hombre le escribió al Rebe: “Yo estoy deprimido. Yo estoy solo. Yo siento que la vida no tiene sentido. Yo trato de rezar, pero las palabras no salen. Yo cumplo con las mitzvot pero no encuentro paz. Yo necesito la ayuda del Rebe”. El rabino envió una respuesta brillante sin escribir una sola palabra. Simplemente subrayó la primera palabra de cada oración y envió la carta de regreso. La palabra subrayada en cada caso era “yo”.

Nuestro consumidor contemporáneo está construido en base a la primera persona singular: yo quiero, yo necesito, yo debo tener. Hay muchas cosas que se pueden lograr en primera persona del singular, excepto simjá, porque simjá es la alegría que compartimos, la alegría que logramos sólo porque la compartimos. Eso, dijo Moshé antes de que los israelitas entraran a su tierra, sería su mayor desafío. El sufrimiento, la persecución, un enemigo común, une a un pueblo y lo transforma en nación. Pero la libertad, la riqueza y la seguridad hacen de una nación un conjunto de individuos, mientras cada uno persigue su propia felicidad, a menudo indiferente al destino de aquellos que tienen menos, los que están solos, los marginados, los excluidos. Cuando esto sucede, las sociedades comienzan a desintegrarse. En el pico de su buena fortuna, comienza el largo y lento proceso de desintegración.

La única manera de evitarlo, dijo Moshé, es compartir tu felicidad con otros y, en medio de esa celebración colectiva y nacional, servir a Dios. [3] Las bendiciones no se miden por cuánto poseemos, ganamos o gastamos, sino por cuánto compartimos. Simjá es la marca de una sociedad sagrada. Es un lugar de la alegría colectiva.

Shabat Shalom

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[1] Génesis 31:27; Éxodo 4:14; Levítico 23:40; Números 10:10.

[2] Maimónides, Mishneh Torá, Hiljot Iom Tov 6:18.

[3] El gran sociólogo francés Émile Durkheim (cuyo padre, abuelo y bisabuelo eran todos rabinos) argumentó, en The Elementary Forms of the Religious Life (Las formas elementales de la vida religiosa). Traducción de Karen E. Fields [Nueva York: Free Press, 1995]) , que la religión nace en la experiencia de “efervescencia colectiva”, que está muy relacionado con simjá en el sentido bíblico.

Fuente: The Times of Israel / Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico