Enlace Judío México e Israel.- Ella es hija de un soldado alemán y él, de un judío muerto en Auschwitz: los Klarsfeld se enamoraron y se volvieron famosos cazadores de nazis.

JUAN BRODERSEN

Junto a Serge, su marido, Beate Klarsfeld escribió sus memorias cruzadas. En entrevista con el diario Clarín dijo que “la Argentina fue contradictoria respecto del nazismo”.

Beate y Serge Klarsfeld suelen ser presentados como “cazadores de nazis”. Pero esta pareja es mucho más que eso: representan una buena parte de la historia de la Europa de la desnazificación, que aún hoy con el resurgimiento de la ultraderecha en el viejo continente cobra más significado que nunca.

De contextos tan disímiles como unidos por la historia de la posguerra, Beate era hija de un soldado de la Wehrmacht -las fuerzas armadas nazis- y Serge, de un judío rumano muerto en Auschwitz. Pero un viaje de juventud como niñera de Beate a París hizo que se conocieran -sí, como en una película- en una estación de tren y se enamorasen inmediatamente.

En ese amor encontraron algo similar a una misión: a través de escraches y un constante señalamiento de nazis en cargos públicos, la pareja recorrió el mundo esquivando amenazas y situaciones peligrosas para dar con nazis que ocuparon altos cargos en el régimen que se extendió entre 1933 y 1945.

Entre los casos más conocidos se encuentra Klaus Barbie, alto oficial de la SS que cometió incontables crímenes de lesa humanidad. Oculto bajo el apellido Altmann, fue llevado en Francia desde Bolivia ante los tribunales por su intervención. O un viaje que realizó en 1984 a Chile para pedirle a Augusto Pinochet que extraditara a Walter Rauff, otro jerarca de las SS.

Y, claro, el episodio más recordado: el 7 de noviembre de 1968, durante un congreso de la Democracia Cristiana alemana (CDU) en Berlín, Beate se hizo pasar por periodista y le dio tremenda bofetada al canciller de la entonces República Federal Alemana, Kurt Georg Kiesinger, vicedirector de propaganda radiofónica del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) de Adolf Hitler.

Además, lograron llevar a juicio en Alemania, en 1979, a Kurt Lischka, Ernst Heinrichsohn y Herbert Hagen, tres nazis responsables de la deportación de miles de judíos de la Francia ocupada. En mayo de 1977, Beate visitó Argentina durante la dictadura para condenar las violaciones de los derechos humanos y advertir sobre el aumento del antisemitismo en el país.

Beate y Serge publicaron una biografía cruzada, donde uno habla del otro: resulta un libro atrapante que no es sólo una historia de una época, sino un relato de amor, odio, pérdida y, por supuesto, de conciencia histórica. Beate, de visita en Argentina junto a su hijo Arno, fue declarada junto a Serge ciudadana ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.

─Suelen presentarlos como los “cazadores de nazis”. ¿Qué sienten ante esta etiqueta?

─Al principio la gente pensó que todos los criminales de guerra del nazismo habían escapado a Sudamérica, por ejemplo, Adolf Eichmann o Josef Mengele, a quienes denunciamos. La mayoría de ellos conservaban sus viejos nombres de Alemania y se los cambiaban al llegar a estas latitudes. E intentaban reproducir los valores nazis desde el exilio. Por eso había que “cazarlos”. Alemania necesitaba gente que le diera buena información sobre dónde estaban, y ahí vimos la oportunidad de asumir ese rol con Serge. Alemania tuvo muchos problemas para reconstruir su país.

─ ¿Qué noticias tenían ustedes en Europa sobre los nazis que habían escapado a Sudamérica?

─Bueno, te puedo decir algo: no era un secreto. De hecho, había denuncias y en Alemania se sabía qué había pasado con sus criminales de guerra. Pero Argentina es un caso particular, sucede que luego de la guerra, Perón no sólo les abrió la puerta a los criminales nazis -y los encubrió-, sino también a una gran cantidad de inmigrantes en general, y de inmigrantes judíos en particular. Argentina fue un país contradictorio con sus políticas respecto del nazismo.

─ ¿Qué te generó París, en contraposición a Berlín, cuando llegaste de joven?

─Yo nací en Berlín en 1939. Mi padre era militar y yo fui criada en las ruinas de Alemania, de Berlín, principalmente, dividida en su parte capitalista y comunista. Para mí ya de por sí el otro lado era una incógnita, y soñaba con una Berlín unificada. En Berlín no te enseñaban nada en la escuela de la Segunda Guerra, y sobre todo de lo que había hecho Alemania, que estaba más concentrada en reconstruirse. También estaba la división entre lo que quedaba del nazismo y el comunismo. Llegar a París como au pair (niñera) desde Alemania era bastante común en la época, pero fue realmente estimulante: de las calles grises de Berlín a una ciudad hermosa por donde se la mirara. Y allí, en el andén de un tren un día de mayo, a las 13.15, conocí a Serge.

─¿Y qué impresión te generó él?

─Empezamos a salir y me enteré de que a su padre lo habían matado en Auschwitz, así que tuve la sensación no de que era culpable, pero sí de que tenía la oportunidad de elegir. Que, como alemana, podía y tenía que hacer algo. Sentía responsabilidad. Cuando me contó la historia de su padre para mí fue terrible. Pero al conocernos él también vio que había buenos alemanes y me aceptó inmediatamente.

─ ¿Qué dirías que aportaron con Serge a la historia de la Shoá?

─Serge es historiador, escribió libros para mantener la conciencia y la memoria. La primera vez que él fue a Auschwitz, en los años 60, teniendo en cuenta que a su padre lo habían matado en la cámara de gas, lo impactó mucho. Por eso escribió tantos libros. Y también contamos historias de los judíos, en muchos casos recolectando cientos de fotos, para que esas historias y esos documentos tuvieran cara.

─En el libro hay varias cartas que se mandaban ustedes cuando empezaban a salir. ¿Qué sienten al releerlas hoy?

─Diría que fue el principio de un gran amor. Nos encontramos en el subte y al poco tiempo estábamos saliendo… Fue como una película. Y nos influimos el uno en el otro de una manera muy fuerte.

─También cuentan en el libro que cuando se casaron “tenían todo listo para llevar una vida ordenada y estable”. ¿Fue así?

─Mi vida fue muy ordinaria, porque tuvimos una familia, a Arno y Lida, tenemos nietos. Pero bueno, sí, tuvimos muchos enemigos alrededor y oposición a nuestro trabajo. Pero valió la pena.

─ ¿Qué piensan de la ola derechista que hay en Europa hoy? ¿Hay un riesgo de un resurgimiento del antisemitismo?

─Es lamentable, y la democracia va perdiendo fuerza. Hay una derecha pujante que ve a la inmigración como un problema. Este domingo, la extrema derecha alemana, la Alternativa para Alemania (AfD), ganó elecciones regionales en Sajonia y Brandeburgo y esto es realmente preocupante.

─ ¿Qué papel tiene la Unión Europea en este escenario?

─En Alemania hay un problema con la inmigración y hay una crisis en la legislatura. Si la gente va hacia la derecha con las coaliciones es algo para estar alertas, sobre todo si esto viene con componentes antisemitas y antieuropeos, esto es muy peligroso. Vuelven las ideas de sangre, de nación. Muy peligroso.

─Ustedes educan sobre el Holocausto: ¿qué más queda por hacer?

─Hemos hecho mucho, sobre todo si miras los libros que Serge publicó. El esfuerzo fue muy grande, y hoy en Europa hay mucha conciencia sobre el Holocausto, hay muchísimas películas, el tema está imbricado en la cultura. Se hizo mucho, pero es un trabajo constante y, en alguna medida, aún inconcluso.

─¿Qué mensaje quisieras dejar en Argentina?

─Bueno, yo estuve acá en los 70 para denunciar a la Junta Militar y creo que ese mensaje se mantiene. Que nunca se debería volver a eso, a un gobierno como el militar: el camino es la democracia. Acá y en el mundo.

 

 

Fuente: clarin.com