May Samra y Béla Braun para Enlace Judío México e Israel – Luego de presentar un libro que no existe, el escritor y director del Fondo de Cultura Económica, Paco Ignacio Taibo II, habló con este medio sobre el proceso que lo ha llevado a explorar la historia de un “héroe judío, un héroe adolescente, un héroe socialista y un héroe universal”: Mordejai Anilevich. 

Hace algunos minutos, Paco Ignacio Taibo II, director del Fondo de Cultura Económica y autor de varias decenas de libros, ha hecho algo que jamás había hecho: presentar un libro que no existe. Un proyecto, si se quiere, avanzado y que va tomando forma entre sus manos pero que ni él sabe si habrá de terminar. Se trata de un relato épico que nada tiene de ficción pero que tampoco será un libro de historia sino, más bien, una especie de reportaje histórico.

Tras su ponencia, al mismo tiempo abatida y apasionada, Taibo se encuentra con el equipo de Enlace Judío en los pasillos del Centro Cultural Bella Época, donde se lleva a cabo la Feria Internacional del Libro Judío 2019, y lo conduce a su oficina, ansioso por encender un cigarrillo. Conversaremos sobre ese libro inexistente, sobre su pasión por los personajes revolucionarios y hasta sobre un pasaje de su adolescencia que lo llevó a encontrarse con el sionismo de izquierda.

“Cuando tenía 15 años andaba persiguiendo a una adolescente judía y terminé yendo a la Hashomer Hatzair (movimiento juvenil judío), sin ser judío, y ahí pasé un año de mi vida, y además, era una biblioteca maravillosa, ahí descubrí a Jack London, a Howard Fast, y tenía grandes amigos en este mundo. Luego, bueno, mi relación con esta muchacha nunca pasó a mayores, yo evolucioné a ciertos espacios de la vida adolescente… Pero el nombre de Mordejai sonaba como el gran héroe del movimiento scout judío, pero yo lo había perdido. El redescubrimiento fue la famosa carta que le escribe a los compañeros en el exterior, donde dice “hasta ahora, los judíos sabemos que vamos a morir pero ahora sabemos cómo vamos a morir.”

Se refiere a Mordejai Anilevich, líder de la resistencia del gueto de Varsovia que durante un par de semanas mantuvo a raya al ejército nazi que, entre el estupor y la furia, no atinaba a comprender cómo había surgido un bastión de resistencia entre los judíos, capaz de oponerse con relativo éxito a su maquinaria de aniquilación.

“Y eso (el mensaje de la carta) es lo que está detrás de la resistencia y del alzamiento. Uno de los hechos heroicos de la humanidad, el alzamiento del gueto de Varsovia. Ciento cincuenta adolescentes, la mayoría de ellos, de grupos socialistas, sionistas, combatiendo contra 2,000 SS más la artillería y la aviación nazi concentradas sobre el gueto.”

La carta aludida fue enviada por el joven Mordejai a sus compañeros del exterior del gueto para informarles que organizaría una rebelión contra los nazis, que ya perpetraban ahí una masacre cotidiana. Anilevich, que contaba con algún entrenamiento militar y era dueño de un liderazgo natural, pudo entramar una red de tráfico de bienes e información que le permitió a la resistencia articularse, conseguir armas, construir túneles y oponerse tanto a los nazis como a los cómplices que estos encontraban dentro de la propia comunidad judía cautiva dentro de las paredes del gueto.

Durante 15 años, Taibo ha ido recabando información en lugares tan dispersos como una biblioteca en Houston, donde pasó tres días leyendo “un archivo maravilloso (…) sobre temas del gueto porque, por no sé qué razón, había supervivientes del gueto; (la investigación) me ha llevado a buscar textos en revistas rusas y buscar un amigo que me los traduzca; me ha llevado a entrar en redes de información sobre el Holocausto, de origen judío pero que tienen su base informativa en inglés, lo cual te ayuda enormemente; me ha llevado a encontrar los cinco folletos que había sobre el alzamiento del gueto de Varsovia escritos en español…. Lugares inusitados.”

Pero el escritor admite que no era su intención realizar una investigación exhaustiva pues, dice, “no estoy haciendo un libro de historia. Estoy haciendo lo que llamarías un libro de historia narrativa. Una especie de reportaje histórico” que no incluye tampoco testimonios que él haya obtenido directamente de supervivientes, pues “se hubiera convertido en un libro de historia. Cuando entro en la obsesión soy peligroso, me hubiera llevado a hacer un libro como Patria, que me llevó siete años y que tiene cerca de 7,000 fuentes informativas y no, no, cuidado. Me hubiera quedado ahí. Si aquí tengo dificultades para escribir un librito de 100 páginas, no les quiero contar (qué pasaría) si entro en una investigación en profundidad.”

Lo que sí hizo fue visitar Varsovia en busca del gueto, de las calles donde se gestó la resistencia y donde el propio Anilevich, acorralado por la maquinaria nazi enfurecida, se quitó la vida. El descubrimiento de Taibo fue “horrible. La pregunta es dónde está (el gueto). Y no está (…). La Varsovia que recorrí era muy fantasmal y la tumba de Mordejai era una patada en el estómago, porque, además, no era ahí, no está puesta donde era la calle Mila, está en un parque.”

Como expuso hace una media hora ante un público que lo veía con profundo interés desgarrarse en su estilo apasionado y, a la vez, contenido, Taibo da cuenta de la devastación que realizaron los nazis donde antes había estado el gueto: no dejaron piedra sobre piedra. Había que borrarlo todo. Un crimen doble. El asesinato de la gente y el asesinato de la memoria. Antes de su visita a las calles donde alguna vez se formó el gueto, Taibo supo que el memorial de Anilevich había sido vandalizado por neonazis. Cuando llegó, sin embargo, ya lo habían limpiado.

“Si no, yo ya venía con mi bote de pintura blanca, nomás faltaba. La batalla contra los vándalos hay que seguirla dando. Porque el racismo y el fascismo son una enfermedad mental peligrosa: no solo le matan las neuronas al racista y al fascista, generan contagio en los idiotas que los rodean.”

Migrantes, parias, combatientes

Uno de los aspectos más sorprendentes de la ponencia que Taibo ha ofrecido es la pasión que evidentemente le despierta el tema del alzamiento, en general, y la figura de Mordejai Anilevich, en particular. Cuando indagamos sobre las razones de esa pasión, el escritor nos habla de su origen, historiador a fin de cuentas.

“La palabra Taibo viene de Teufel, “diablo”, que es lo que decían cuando escupían sangre. Los sopladores de vidrio (oficio que ejercía su familia) tenían casi todos silicosis y entonces (hace una onomatopeya) tauf, Taibo. Y se quedó. Y así se transformó mi apellido. Y del lado materno, más raro todavía, me apellido Mahojo, que es un falso apellido porque originalmente es Malocchio, “mal de ojo”, porque es el apodo con que se conoció a un marinero italiano que naufragó en el norte de España, en Asturias, hizo un hijo y desapareció. Y ese hijo fue el padre de mi abuelo materno.”

Con orgullo y sin dejar de fumar, Taibo dice sobre su estirpe: “Somos parias de todas las pariedades, emigrantes por naturaleza, de todos lados, donde me miro a mí mismo, soy emigrante. Y ¿por qué no contar una historia sobre el mundo judío? Tienes la sensibilidad que te da el estar del lado de los pobres, de los perseguidos, de los masacrados, de los castigados, de los derrotados, de los extranjeros. Es natural, me sale solo, no tengo que hacer esfuerzo.”

Y dice que su vocación hacia la izquierda se puede rastrear hasta los cinco años de edad. “Ves a un pobre en la calle y le sonríes. Le robas los juguetes a los niños de tu edificio, los niños ricos, y se los das a los pobres“. También es antiguo su ateísmo. “Cuando descubrí que no dejaban fumar en las iglesias me volví ateo.”

Y no niega que comparte la postura de los críticos del Estado de Israel, de esa izquierda europea que inclina su simpatía hacia los palestinos, a quienes considera oprimidos.

Yo comparto las críticas al Estado de Israel, las comparto. Siendo como soy, un hombre de izquierda (…)” Pero “no iba a permitir que mi visión sobre el Estado de Israel y el conflicto palestino me impidiera ir hacia la historia con admiración y amor por los resistentes del gueto de Varsovia. Y nadie me va a impedir (escribir el libro), me importa un bledo lo que opinen las izquierdas puristas (…). En términos de empatía estoy más cerca de los palestinos, pero también estoy muchísimo más cerca de aquel adolescente judío que dice “me niego a ser opresor en nombre de la opresión del pasado”. No quita una cosa a la otra. Yo me muevo con la historia (…). Yo tengo una corriente de empatía que me acerca al loco de Mordejai Anilevich porque ‘nada humano nos es ajeno’.”

La fascinación por los revolucionarios

Amigo de la resistencia, Taibo no niega que siente una fascinación especial por quienes toman las armas para luchar por sus ideales. “Por eso escribí mi Pancho Villa, a mi Villa no lo paraba ni un tren aventándolo enfrente. Por eso tengo fascinación por algunos personajes como Juan R. Escudero, el primer alcalde socialista de Acapulco, al que mataron tres veces.

“Hay momentos en que no hay otros caminos. Si hay caminos democráticos, bienvenidos, vamos a las elecciones y se las ganamos. Lo acabamos de hacer en México. Pero si estás en el gueto de Varsovia y tu destino es un tren que va a Treblinka donde vas a durar cuatro horas (antes de morir asfixiado), la resistencia armada es la respuesta.”

Es imposible pasar por alto la aparente contradicción. Hoy en día, persisten en México las resistencias armadas, los grupos revolucionarios que no encuentran en el proyecto lópezobradorista una razón suficiente para deponer las armas. Al respecto, Taibo, funcionario del gobierno federal, dice que “es un debate muy complicado. Hablando de los zapatistas, tengo una gran simpatía por ellos, están defendiendo un territorio pero es un debate muy complicado, yo creo que este es un tiempo de lucha civil, y  que la lucha civil ha demostrado sus posibilidades y su camino.”

Sigue: “la batalla contra la corrupción está avanzando y avanza mucho, lo estoy viviendo desde mi experiencia como director del Fondo de Cultura. Barrimos con la corrupción. Había mucha corrupción, había desprecio por el dinero público. ‘Esto es dinero público’, ‘pues cómprate dos cajas de botellas de vino francés’, o ‘hay una feria en Frankfurt’, ‘que viajen 11 personas’, ‘pues ya vas… y ¿en qué hotel?’, ‘Pues bueno, un tres estrellas, por o menos, ¿no?’, y ‘Este libro que vamos a publicar es una basura’, ‘pero nos lo recomendó…’. Había un gran desprecio por el dinero público, se gastaban toneladas de dinero en basura, en tonterías, en alfombra roja. Y lo barrimos, barrimos de a de veras.

Habla ahora el funcionario. Dice que en su gestión “redujimos el presupuesto del Fondo, en los primeros siete meses, en 25%. Sin sacrificar publicaciones. El Fondo llegó hoy a 300 libros publicados. Estamos 228% arriba de las expectativas. Todos los días bajo los libros de precio para que alguien pueda comprarlos, hemos bajado 1,200 títulos. Porque un libro en bodega vale cero, que salga y que alguien lo lea, entonces hicimos una política de bajar de precio y bueno ahí se fueron ya un  millón de libros, que llegaron a los autores gracias a las bajadas de precio, y sacamos “Vientos del pueblo”, una colección popular con libros que cuestan menos de $20 pesos.”

El “nunca más” y el México actual

Inmediatamente antes de que Taibo tomara el micrófono en el auditorio del Bella Época, el catedrático y activista Jacobo Dayán ha hecho una extensa exposición sobre la ironía que existe en la pronunciación de la frase “nunca más” o “nunca jamás” por parte de la comunidad judía de México, cuando vive este país un escenario de violencia tan brutal que solo se equipara al que atraviesan los países en guerra.

Al respecto, Taibo dice estar de acuerdo. “Lo que pasa es que hay que extenderlo y no apropiártelo en nombre de una etnia. El “nunca jamás” es válido para un judío, para un austriaco, para un nativo de las Islas Fiji o para un esquimal: nunca jamás. En México se produjo un genocidio: el asesinato del pueblo Yaqui, reducido a la tercera parte de los que eran en la dictadura de Porfirio Díaz, para apropiarse de las tierras de cultivo más ricas de Sonora. Este genocidio no solo fue ocultado durante todos los años del Porfirismo sino que luego la Revolución pasó por encima, y luego Obregón todavía volvió a combatir a los yaquis cuando dijeron (queremos) ‘nuestras tierras, y luego se olvidó. Y nadie dice ‘nosotros tenemos nuestro genocidio en nuestra historia’, y bueno, por eso escribí Yaquis. porque había que contarlo, con la lógica del “nunca más”.

Y continúa hablando sobre la forma en que él mismo opera a partir de la premisa: “Yo sigo trabajando en la línea del ‘nunca más’, y sigo publicando libros que alimenten el pensamiento crítico de adolescentes y jóvenes, llegando a lectores donde no eran lectores para ayudarlos a ser lectores, construyendo pensamiento crítico, planteando cero censura, dejemos que las ideas broten y se confronten, y sobre todo, mover la inmensa maquinaria del libro de Estado hacia los sectores más vulnerables de la población. En eso estoy como director de Fondo de Cultura. Como escritor estoy, en las pocas cosas que me quedan libres al día, escribiendo historias como esta, que espero que esté terminada a fin de año.”

Luego, visiblemente cansado y tras apagar el último cigarrillo, el funcionario, el escritor dice “bueno, ya vámonos, ¿no?” El equipo de Enlace Judío lo acompaña a la salida del Centro Cultural Bella Época. Son los últimos días de la FILJU 2019. Son los primeros meses de un nuevo gobierno. La historia es un lienzo que no para de escribirse y la de este país tiene delante muchas tragedias, muchos triunfos que narrar. Por ahora, el apasionado escritor cierra el libro del día. Es jueves por la noche y hay que descansar.

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