Enlace Judío México e Israel – Sobre Albert Einstein se han escrito cientos de libros. Pero en Einstein para perplejos abundan las revelaciones. Hechos que no conocías sobre el genio de la física y que te dejarán con la boca abierta. 

 

 

“Pueda esta hora de recuerdo agradecido servir para fortalecer dentro de nosotros el amor y la estima en los que guardamos los tesoros de nuestra cultura, ganados en tan amarga batalla. Nuestra lucha por preservar esos tesoros frente a los poderes actuales de la oscuridad y la barbarie no puede menos que traer la luz del día”, escribió algún día el físico Albert Einstein en un texto dedicado a Maimónides.

Años antes, alguien le preguntó al padre de la Relatividad su opinión sobre el pensador judío. Humildemente, Einstein tuvo que admitir entonces que no conocía a Maimónides. Fue su curiosidad —combustible fundamental de la mente científica— la que lo llevó a estudiarlo y, luego, a escribir sobre él.

Esta es una de las revelaciones que José Edelstein y Andrés Gomberoff vertieron en su Einstein para perplejos, presentado el 27 de septiembre en la FILJU 2019 por ambos, acompañados por Pepe Gordon. Fue este quien introdujo en la mesa el tema del sentido de la justicia en la vida y el pensamiento de Einstein —un concepto muy afín al judaísmo de todas las épocas—, al respecto de lo cual, Edelstein recordó:

“A Einstein le tocó vivir el macartismo, una época en la cual se denunciaba a colegas (…) si alguien te denunciaba y decía que quizá eras comunista, la pasabas muy mal. Einstein defendió colegas, dio la cara. El expediente del FBI de Einstein tenía 1,500 páginas, o sea que lo estaban vigilando todo el tiempo.”

Hacia el final de su vida, Einstein estaba débil y enfermo, por lo que declinaba cualquier invitación a actos públicos. Hizo, sin embargo, una excepción: aceptó acudir a una universidad en la que se había cometido un crimen de odio contra un estudiante negro. Ahí, narra Edelstein, el físico “se hizo fotografiar con los líderes de la comunidad negra de Estados Unidos (…) y fue claro y rotundo su discurso (…); en esto honró lo más valioso de la cultura judía que es rebelarse ante las injusticias.”

Los autores resaltaron también la idiosincracia judía en el pensamiento de Einstein, un ateo funcional, y que lo llevaría a realizar un minucioso examen analítico de las teorías físicas predominantes. Así como todo niño judío tiene que leer la Torá en su bar mitzvá y luego comentar el texto en sus propias palabras, Einstein, heredero de una cultura que ha hecho del cuestionamiento un paradigma, se confrontó con las ideas de los “dioses” de la física que le precedieron.

“Era un alemán que estaba tratando de destronar a la figura más importante de la ciencia universal, el inglés Isaac Newton. Ese golpe al padre que también tiene algo judío, algo psicoanalítico: el matar al padre“, bromeó Gomberoff.

Pero Einstein no era perfecto y los panelistas hablaron también de sus errores. “Cuando una persona es profunda puede producir joyas incluso en sus errores”, dijo Gomberoff. “Por su puesto, Einstein se equivocó muchas veces y alguna de esas equivocaciones fue muy importante”, agregó. “En el libro se discute a detalle dos de ellas: una, quizá la más famosa, es la mecánica cuántica”, que a Einstein “no le gustaba porque no parecía permitir la existencia de una realidad, una realidad allí afuera, y eso era algo que para él era inconcebible.”

Para evidenciar lo ridículo de las teorías cuánticas, Einstein propuso un experimento (irrealizable con las herramientas de su tiempo) que derivó en un concepto que se conoce como “entrelazamiento cuántico”. 50 años más tarde el experimento pudo realizarse y probó que, respecto a la mecánica cuántica, “Einstein estuvo siempre equivocado, pero a pesar de eso fue quien empujó las preguntas, el que puso el dedo en la llaga continuamente y ayudó con eso al avance de la mecánica cuántica.”

La Constante Cosmológica es la segunda “metida de pata” a la que hicieron alusión Edelstein y Gomberoff. Se trata de una teoría que intentaba explicar la razón por la que el universo se mantenía quieto, y que proponía la existencia de una fuerza que lo empujaba hacia afuera mientras la gravedad lo contenía. Las observaciones de Hubble descubrieron que el universo no estaba quieto. Que había múltiples galaxias —hecho hasta entonces desconocido— y que estas se alejaban unas de otras, lo que ponía de manifiesto que el universo se encuentra en expansión.

Al conversar con Hubble y analizar sus evidencias, Einstein “tiró a la basura” su teoría. Pero como la poesía y la ciencia tienen mucho más en común que lo que usualmente admitimos, en 1998 se descubrió que el universo no solo se expandía sino que lo hacía cada vez más rápido. Una fuerza tenía que estar actuando para expandirlo. “Inmediatamente, la gente fue al cesto de basura a buscar lo que Einstein había tirado (…) porque lo que Einstein había inventado en la década del 20 hacía justamente eso, empujar el universo para afuera. Y hoy, la mejor explicación que tenemos de por qué el universo está en expansión acelerada es la Constante Cosmológica que Einstein consideró que fue un error“, narró Edelstein para un público ciertamente perplejo.

El científico y divulgador de la ciencia de origen argentino dijo que en su libro se cuentan muchos más errores, menos glamorosos, como la obstinación con que Einstein negó la existencia de los agujeros negros, de los que cada vez sabemos más pero que continúan albergando grandes enigmas.

Hacia el final de la presentación, Edelstein habló sobre otro aspecto poco conocido del físico: su gran irreverencia, la franqueza con que escribía en sus diarios y, al final, su empeño por hallar una teoría que unificara la física, sin contar a la cuántica, que no dejó de denostar.

Hoy en día, el grueso de la comunidad de la física lucha por hallar la teoría que unifique a la Gravitación Universal y a la mecánica cuántica. Una gran teoría que nos ayude a explicar todos los fenómenos que ocurren en el universo. Pero algunos pocos científicos piensan que esa teoría no puede existir. Que, quizá, “el universo es infinito hacia todas direcciones”. Parafraseando a Italo Calvino, Gomberoff cerró la presentación de Einstein para perplejos con la siguiente frase: “un clásico —o el universo— es una obra que nunca termina de decir lo que tiene que decir.”

 

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